La peste y el golpe

Los nacionalismos se inventaron una historia épica que nada tenía que ver con la realidad histórica

LA PESTE Y EL GOLPE

PROSIGUE el proceso de envenenamiento de las almas y ofuscación de mentes.Todos los pasos son de manual. Y estamos avisados por la experiencia de siglo y medio. Esperemos que el enésimo tropiezo en la misma piedra no se tan sangriento como los anteriores.

La peste nacionalista que surgió de la tonta adolescencia del idealismo alemán y el romanticismo europeo en el siglo XIX, en el XX sembró de millones de cadáveres el viejo continente. Creíamos que con el fin del siglo terrible y los centenares de miles de cadáveres que cubrieron los Balcanes, Europa se liberaba para siempre de esta terrible enfermedad, infecciosa como pocas, que enloquece a las sociedades y envilece a las personas antes de comenzar a matar.

Como en casi todo, hemos sido los últimos de Europa en España también en esto. Con los compañeros en pobreza e ignorancia que han sido Rusia y los Balcanes. E igual que al caer los regímenes comunistas surgieron en Centroeuropa los nacionalismos, largo tiempo congelados en Guerra Fría, en España también aparecieron tras el final del franquismo. Lo hicieron reclamando con la izquierda unas supuestas legitimidades y una superioridad moral que ni les correspondía ni merecían. Les fueron otorgadas por una sociedad cobarde y con mala conciencia, temerosa que se les recordara que su paz y armonía con el régimen de Franco apenas se habían visto turbadas desde la posguerra hasta ya enterrado el dictador.

Con tal de acceder al nuevo carnet de demócrata que repartían unos antifranquistas reales o supuestos, los hasta hacía muy poco probos ciudadanos franquistas estaban dispuestos a aceptar casi todo.También a ceder la supremacía a las tesis generales sobre la historia de la izquierda y los nacionalismos. La izquierda se inventó el pueblo español antifascista que era el mismo colectivo humano que había prosperado en obediencia, sumisión y apoliticismo bajo el régimen del general.

Los nacionalismos se inventaron una historia épica que nada tenía que ver con la realidad histórica. Pero que nadie se atrevía a cuestionar. En esa mentira sobre la historia inmediata vivían y medraban, una vez más, todos los protagonistas. Hubo, cierto, gentes gallardas y dignas durante la transición y después de ella, honradas y desprendidas, que se esforzaron por sacar a España de su postración y anomalía histórica. Que sabían que una sociedad para ser libre y próspera necesita la verdad. Después fracasarían. Pero ni siquiera ellos, para no generar discordias entre españoles, cuestionaron jamás la inmensa mentira histórica que la izquierda y los nacionalistas habían logrado imponer. Era base del rechazo a una España que en su unidad y continuidad histórica habían condenado como cómplice de la dictadura. Lo demás fueron ya pactos parlamentarios, de izquierdas y derechas con los nacionalistas.

PSOE y PP simularon creer en una lealtad nacionalista obviamente inexistente. Y la permanente labor de descrédito de España que se ha transmitido en las regiones nacionalistas y en la educación izquierdista en general. Así llegamos al Pacto del Tinell en 2003 y justo diez años después al grotesco espectáculo de ayer.

Hay daños irremediables. Las generaciones crecidas en el odio nacionalista vivirán con él, alimentado por la frustración de su sueño que se verá roto en el futuro próximo. Pero la ley ha de manifestarse. La impunidad es ya una perversión española con la que hay que acabar si no queremos que acabe con todos nosotros. Es hoy una peste peor que el propio nacionalismo.

Hemos llegado al hito en el camino en el que España, por primera vez en 30 años ha de pasar de no defenderse a la ofensiva. La conspiración para delinquir de San Jaime es un golpe de Estado. Como tal debe ser tratado.

Hermann Tertsch.

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