Una ‘belle époque’ de sangre y fuego – Javier Rodriguez marcos / EL PAÍS

Andrés Trapiello reescribe y alarga ‘Las armas y las letras’, el libro que revolucionó la visión sobre el papel de los escritores de ambos bandos durante la Guerra Civil

 

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Unamuno saliendo de la Universidad de Salamanca tras su famoso enfrentamiento con Millán Astray en octubre de 1936

 

La normalidad democrática llegó antes a la política que a la literatura. Cuando Andrés Trapiello publicó por primera vez en 1994 Las armas y las letras, su ensayo sobre la literatura y los literatos durante la Guerra Civil, el libro descubrió para el gran público un puñado de ideas y autores que hoy son moneda corriente pero que entonces levantaron polvareda. Los discípulos de algunos escritores trataron de enturbiar el trabajo de Trapiello para enjuagar el papel poco claro de sus maestros durante la contienda. «Fue el caso de los cercanos a Antonio Tovar, que luego evolucionó hacia posiciones democráticas, pero que fue el traductor en el encuentro entre Franco y Hitler en Hendaya», recuerda Trapiello. En medio de la polémica surgió la autoridad de Ayala para decir la palabra final: «Trapiello rinde con su libro un gran servicio a nuestra historia intelectual al trazar el panorama objetivo, veraz y, a la vez, comprensivo y compasivo, de la república de las letras durante un periodo tan doloroso y tan turbio como el de la Guerra Civil española».

La obra propone saltarse la barrera de la propaganda y mirar en las fisuras

Las armas y las letras, que se convirtió en un clásico del género y conoció una versión intermedia en 2002, reaparece ahora publicado por Destino en una edición con 450 fotografías, varias inéditas, y un buen puñado de páginas más. «El primero lo redacté en tres meses», apunta el autor. «Este, en 17 años». Aunque los matices del libro sean nuevos, sus tesis siguen siendo las mismas. Por un lado, la comprobación de que hubo una tercera España que se vio arrastrada a elegir uno de los dos bandos. Por otro, algo que Trapiello resume con una vieja frase suya: «Los que ganaron la guerra perdieron los manuales de literatura».

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carta inédita de Gonzalo Torrente Ballester, que se cierra con un ‘¡Arriba España!’

Si la reivindicación, como miembro de la tercera España, de Manuel Chaves Nogales, un autor hasta entonces desconocido para el gran público, fue el gran hito de la primera edición, el de esta segunda es Carlos Morla Lynch, embajador de Chile en Madrid durante la guerra y autor de España sufre, un diario recuperado hace dos años por la editorial Renacimiento con prólogo del propio Trapiello. Morla, al que Lorca dedicó Poeta en Nueva York, amigo de todo el mundo en la paz, dio refugio a gente de los dos bandos cuando la calle se volvió insegura. Su visión de que dos totalitarismos extremos -fascistas y comunistas- iban anulando a los moderados que estaban en su órbita la compartía también otra de las figuras reivindicadas por Trapiello, Clara Campoamor, que publicó en un libro sus impresiones en 1937, a pie de guerra, «sin tiempo para modificar el tiro».

«La Guerra Civil», dice Trapiello, «consigue que dos minorías armadas arrastren a una inmensa mayoría. Tanto en el caso de los escritores como con la población civil. Y los arrastran a punta de pistola, o conmigo o contra mí. La elección es muy poco libre». Con todo, «aunque no todos los franquistas eran fascistas y no todos los republicanos eran demócratas», no hay equidistancia posible, dice el ensayista, poeta (Premio de la Crítica en 1993) y novelista (Premio Nadal en 2003): «Sabemos que se cometieron crímenes parecidos en ambos bandos, pero las ideas por las que se combatió en cada uno no pudieron ser más diferentes. En el de la República por los principios de la Ilustración, base de las democracias modernas. En el de los sublevados, contra esos mismos principios».

Junto a fragmentos de un diario inédito de 2.000 páginas redactado por Rafael Cansinos Assens, que pronto estará disponible en Internet, y una carta también inédita de Edgard Neville en la que habla del asesinato de Lorca -fue un tiro en la nuca y no un fusilamiento, dice- hay varios documentos de primer orden en Las armas y las letras: desde una carta de Torrente Ballester en la que habla de la guerra como de «un deporte de hombres» a una fotografía de Alberti en cuya dedicatoria, de 1965, habla de la Guerra Civil como de «la belle époque». Se incluye, además, un texto desconocido de Rafael Sánchez Mazas, en el que habla por primera vez del episodio popularizado por Javier Cercas en Soldados de Salamina: «Un día te sacaron de la prisión, te sacaron al bosque con otros muchos compañeros y te fusilaron. Te levantaste ileso de entre los muertos y echaste a andar por el bosque, durante días».

El padre de Rafael Sánchez Ferlosio fue uno de los que ganó la guerra y perdió los manuales de literatura. «A partir del bombardeo de Guernica», apunta Trapiello, «la República ganó la guerra de la propaganda y se asumió que todos los escritores grandes estaban con ella. No fue así. En un bando estaba Juan Ramon Jiménez, pero en el otro, Azorín. En uno Miguel Hernández, María Zambrano y Carner; en el otro estaban Baroja, Ortega y Josep Pla. La trampa es contraponer a Lorca con Dionisio Ridruejo». Además, muchos intelectuales de bandos contrarios eran amigos antes de la guerra -«el trato de Lorca con José Antonio Primo de Rivera relatado por Gabriel Celaya sigue siendo polémico para algunos»-, y muchos autores que serán muy importantes, entonces eran unos desconocidos para el público general: la mayoría de la generación del 27 sin ir más lejos.

«Hay que leer sin prejuicios», afirma Trapiello, para el que su libro propone saltarse las barreras de la propaganda y mirar en «las fisuras» por las que se cuelan la vida y la literatura. «La reconciliación pasaba por leer sin apasionamientos ni anteojeras ideológicas los libros de los otros».

Origen: Una ‘belle époque’ de sangre y fuego | Edición impresa | EL PAÍS

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