Sabino Arana ‘el machista’ – Leyre Iglesias

Sale a la luz su cara oculta

Sabino y Nicolasa en su boda. SABINO ARANA FUNDAZIOA

Los ‘pecados’ del padre del nacionalismo vasco

150º aniversario del nacimiento del fundador del PNV

ACTUALIZADO 03/11/2015

Se llamaba Nicolasa Achica-Allende. Era una joven aldeana del pueblecito vizcaíno de Busturia, pobre e iletrada, pero sus más de 100 apellidos vascos convencieron al burgués llamado a convertirse en el padre de la «patria vasca». «Uno de tus deberes principales es el de estar sumisa a mis mandatos y obedecerme en todo lo que no vaya contra Dios», le escribió Sabino Arana Goiri dos meses antes de la boda, que celebraron un frío 2 de febrero de 1900. «Si yo por servir a mi Patria te hago padecer, tú debes sufrirlo bien convencida de que así cumples tu deber».

«Hoy he dejado de verte por servir a la Patria», le decía en otra carta. «Antes es la Patria que la mujer y los hijos».

Las misivas y documentos que el fundador del PNV dejó escritos lo retratan como a un hombre que en ningún caso era «defensor de los derechos de la mujer» y mucho menos «antirracista», como lo describen hoy sus apologetas. El historiador experto en nacionalismo vasco José Luis de la Granja Sainz (Almadén, Ciudad Real, 1954) recopila un puñado de esos papeles en el libro Ángel o demonio: Sabino Arana. El patriarca del nacionalismo vasco, en el que desmitifica a este personaje controvertido al que el PNV aún venera.

«Nunca me enamoras más (…) que cuando veo que cumples tu deber a costa de algún sacrificio». Su prometida lo leyó en el colegio de monjas carmelitas donde él la había internado para que aprendiera a contar, a coser y a escribir en castellano, y supiera tratar con la católica y burguesa familia Arana. «Toda tu felicidad en este mundo, Nikole de mi corazón, consistirá en estas dos cosas: en cumplir tus deberes y en ser mía»…

Las cartas prosiguieron mientras Arana estaba preso en Bilbao tras intentar enviar un telegrama a Theodore Roosevelt felicitándole por conceder la independencia a Cuba. En una misiva de aquel 1902, responde a las protestas de Nicolasa: «Estoy aquí injustamente. ¿Por qué me dices, pues, que he hecho mal en casarme, (…) que no me porto como marido, sino que te trato como a esclava?».

«Sabino Arana tuvo una opinión muy negativa de las mujeres», indica a Crónica José Luis de la Granja. Era más o menos habitual entre los hombres de la época; pero él, además, utilizó la religión para reforzar la sumisión de su esposa. El catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad del País Vasco cita otra carta, escrita a un amigo: «La mujer es vana, es superficial, es egoísta, tiene en sumo grado todas las debilidades propias de la naturaleza humana. (…) Es inferior al hombre en cabeza y en corazón. (…) ¿Qué sería de la mujer si el hombre no la amara? Bestia de carga, e instrumento de su bestial pasión: nada más».

La temprana muerte de Sabino Arana a los 38 años ayudó a que sus seguidores lo encumbraran como «mártir», como «santo» e incluso como el «Jesús vasco». El historiador ha descubierto, sin embargo, que él mismo se comparó con Cristo: estaba convencido de que había venido al mundo «destinado por Dios» para «salvar al pueblo vasco» tanto política como religiosamente. «Si te reprendo», advirtió a su mujer, «es porque te quiero (…) como Dios Nuestro Señor (y perdóneme Él la comparación) suele reprender a un alma».

El nacionalista tuvo fobia a los inmigrantes que se estaban asentando en Vizcaya a causa de la revolución industrial, y a los españoles en su conjunto. «Maketania» (España) estaba llena de gente perezosa, torpe, corta, sucia, impía… y que osaba bailar «agarrao». En los tiempos del darwinismo social, Arana va más allá haciendo de la raza vasca, identificada con los apellidos euskaldunes, «el elemento central de su concepción de nación», junto con la religión católica. No sólo rechazó a los españoles; también a los judíos. De ese odio intenso dejó mucho escrito. Un ejemplo: «Si algún español se ahoga y pide socorro, contéstale: »Niz eztakit erderaz» (no sé castellano)».

Renunció a la independencia

Se moderaría más tarde. Tras su integrismo inicial, el inventor de la ikurriña suavizaría sus postulados y, en su último año de vida, propondría renunciar a la independencia. Es un episodio que su partido no suele rescatar. Arana murió con un plan inconcluso: sustituir al PNV por una nueva fuerza, la Liga de Vascos Españolistas, cuya meta no sería ya la secesión, sino «una autonomía lo más radical posible dentro de la unidad del Estado español», como pretendían los fueristas antes que él. «El partido nacionalista morirá este mismo año y los nacionalistas se harán españolistas», anunció a Nicolasa.

Pese a todas sus aristas, Sabino Arana es el único fundador de un partido en España que sigue siendo un mito para sus seguidores más de un siglo después. Tanto su figura como su doctrina, especialmente el rechazo a lo español, perduran en un PNV que aún hoy se declara «sabiniano». Su larga vida política después de muerto tiene mucho de insólito. Los nacionalistas le rinden homenaje tres veces al año (en los aniversarios de su nacimiento, de su muerte y de la fundación del PNV); su casa natal es la sede del partido, que compró el solar durante la Transición; y el origen del Aberri Eguna (día de la patria) es la conmemoración de un hecho de su vida, cuando apenas tenía 17 años: su descubrimiento de que no es español sino «vizcaíno» en una conversación con su hermano Luis, «en un día indeterminado» de 1882. Medio siglo después, sus discípulos hicieron coincidir ese día con el Domingo de Resurrección, una fecha redonda para alimentar el mito.

Arana también se inventó la historia del País Vasco asegurando que sus territorios fueron independientes hasta 1839, cuando se reconocieron los fueros. Y eso que Historia de España fue de las pocas asignaturas que aprobó en la Universidad de Barcelona, según su inédito expediente académico, junto a Literatura Española y Metafísica. Eso en Letras. De la carrera de Derecho no aprobó nada.

Sabino y Nicolasa sólo vivieron tres años juntos. Ella, la aldeana de caserío que se sentía «esclava», no tuvo ningún hijo suyo. Y su cuñado Luis Arana siempre la desdeñó. Desde que volvió a casarse con un marino unos años después, el poderoso hermano negó que Nikole fuese la entregada viuda del «mesías»

Origen: Sabino Arana ‘el machista’ | Crónica | EL MUNDO

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