Pocas cosas hay más falsas que un dolar de madera y entre ellas se encuentra la Revolución Rusa del 7 de noviembre (en nuestro calendario gregoriano) de 1917. Empezaremos por aclarar que esta revolución no acabó con la servidumbre y el feudalismo, que ya había sido abolida en 1861 por el zar Alejandro II, que sería asesinado, 20 años más tarde, por un anarquista. Tampoco derrocó al zar Nicolás II, que había sido obligado a abdicar el 15 de marzo (gregoriano) de 1917 y su poder asumido por la DUMA que nombró a un gobierno más bien socialista y burgués. Abdicación que sorprendió en Suiza a Lenín, sin que hubiese intervenido en la misma. Lo único cierto es que la de noviembre solo causó cuatro muertos, como bien dijo Sanchez mato, concejal de hacienda del Aytº de Madrid, entre los bolcheviques que intentaron el asalto al Palacio de Invierno (sede del Parlamento y por tanto de la soberanía popular), es decir, murieron dando un golpe de estado días antes de las elecciones, en un claro intento de usurpar la soberanía popular que decían defender. Este Golpe de Estado abrió paso a una cruel guerra civil y a una ola de asesinatos políticos tendentes a eliminar cualquier oposición a Lenín. Aclarados estos extremos, demos un paseo por la historia y los acontecimientos que desembocaron en la revolución Rusa.
En 1904 comienza la guerra ruso-japonesa que incrementa las penurias de la población y que termina en 1905 con la derrota rusa y la pérdida de Porth Arthur. Hacemos un alto en el domingo de sangre, el 22 de enero de 1905, en que una masa hambrienta de dirige pacíficamente, bajo la protección de popes e imágenes de la virgen, hacia el Palacio de Invierno (entonces residencia del zar) pidiendo pan a su venerado papaito, como llamaban al zar. Éste no se encontraba allí pero da instrucciones de disolver a la multitud, cosa que hacen los cosacos de la Guardia a golpes de sable y descargas de fusilería. Se produce una matanza y la llama de la revolución se extiende por el país, siendo difícilmente controlada y obligando al zar a crear la Duma Estatal, Parlamento, que controlaría su hasta entonces poder omnímodo. El año siguiente el zar se zafó en gran medida del control de la Duma Estatal.
Domingo de sangre, 22 de enero de 1905
Dos personajes importantes en el socialismo revolucionario de la época, Rosa Luxemburgo y su mentor y pareja sentimental, Leo Jogiches (fundadores del partido socialista polaco), nos ayudan a conocer al Lenín de principio del S. XX. Participan activamente en la revolución de 1905 y ambos son encarcelados aunque un hábil manejo por parte de Rosa (polaca de nacimiento y alemana por matrimonio) de su nacionalidad alemana y las presiones de sus compañeros del SPD alemán, permiten su salida sin daño, tras lo cual se marcha a Finlandia donde coincide con Lenin. Establecen una buena relación aunque discrepan de como conseguir el triunfo del proletariado, democráticamente según Rosa y sin oposición ni fisuras (dictadura), según Lenin. De este dice que tiene una cabeza capaz de derribar muros y que nunca daría su brazo a torcer.
Llegamos así a la Iª G.M., en la que el zar se dejó involucrar por Francia, entrando sin la preparación adecuada. La ofensiva rusa de agosto de 1914 alivió la presión alemana en la ofensiva del Marne y salvó a los franceses pero a costa de sufrir dos tremendas derrotas que le supusieron casi medio millón de bajas. Durante los dos años siguientes, Rusia llevó a cabo ofensivas importantes como la cabalgada de Brusilov pero al final los medios alemanes terminaban por imponiéndole un coste tremendo en vidas. El hambre se enseñoreó de Rusia; comenzaron la huelgas, levantamientos y protestas que eran reprimidos violentamente por la policía hasta que regimientos de soldados se pusieron del lado de los revoltosos y se enfrentaron con la policía. El ambiente se fué caldeando, escapándose del control del gobierno ( está muy bien reflejado en el libro La Caída de los Gigantes, de Ken Follet) hasta el punto de congregar a más de 200.000 personas (principalmente mujeres) coincidiendo con el dia internacional de la mujer, 8 de marzo del 17, en San Petersburgo.
Manifestación del 8 de marzo de 1917
Durante el verano, Rusia siguió sufriendo graves derrotas y pérdidas en el frente, por lo que la inestabilidad y el descontento siguieron aumentando, reflejándose en el gobierno que cambió cuatro veces en ocho meses. Los bolcheviques aprovecharon el descontento para ir infiltrándose en los soviets y eligieron la reunión parlamentaria del II Congreso de los Soviets de Rusia (socialistas revolucionarios, demócratas, mencheviques y bolcheviques) del 6/7 de noviembre para dar un Golpe de Estado y hacerse con el poder. En el asalto murieron cuatro bolcheviques, ante los guardias que rechazaron el primer asalto; pero como Kerenski no consiguió refuerzos de los regimientos cercanos, terminaron por rendirse y entregar el poder a Lenín y los bolcheviques. Tras numerosos retrasos hubo elecciones entre finales de noviembre y enero del 18, que arrojaron un resultado contrario a Lenín, aunque esta ya controlaba el gobierno. Los socialistas revolucionarios obtuvieron 17.000.000 de votos; los bolcheviques poco más de la mitad, 9.000.000; los mencheviques más los demócratas constitucionales, algo más de 3.000.000; pero como decía Rosa Luxemburgo: Lenín una vez alcanzado el poder, no daría su brazo a torcer.