6 de octubre de 1934. Una fotografía para no olvidar – Antonio Marchal Sabater.

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Una fotografía, recientemente colgada en mi perfil de Facebook, ha desatado todas las iras del universo. Tal y como expuse en el texto que la acompañaba, sabía que después me arrepentiría. ¿Por qué lo sabía? Porque no siempre nuestros actos son bien interpretados por todos, cosa por otro lado completamente lógica. También sabía que el arrepentimiento no me iba a venir por el contenido de la fotografía ni por su significado, sino por la cantidad de explicaciones y matices que iba a tener que dar y hacer después, y así ha sido.

La fotografía en sí data de octubre de 1934 y se enmarca en los sucesos de la “Revolución de Octubre de 1934”; revolución que cada día más historiadores fechan como el verdadero inicio de nuestra incivil Guerra Civil. En ella se ve a un grupo de guardias civiles de la época, escoltando a otro grupo demossos d´esquadra a los que llevaban detenidos, tras haberse allanado a la, ilegal y unilateral, Proclamación de la República Federal de España y L’Estat Català, dentro de ella, por el Presidente de la Generalitat de Catalunya, Lluis Companys. Tal declaración era totalmente ilegal, pues se basaba en el Pacto de San Sebastián, un pacto preelectoral, firmado entre los partidos de izquierdas del momento, en la ciudad que le dio nombre, antes de las elecciones municipales del 12 de abril de 1931. Pero la proclamación respondía a un modelo federal de Estado que rebasaba, en cuanto a denominación y competencias, lo que se había aprobado en la aún vigente Constitución de 1931,  que, al igual que la de 1978, preveía una concepción unitaria del Estado Español y no federal.

El Conseller de Gobernació de la Generalitat, señor Dencàs,(acabo huyendo por las alcantrillas de la Generalidad vestido de mujer) se allanó a los designios del Presidente, aunque su posición no era exactamente esa. Él abogaba por la declaración total de independencia. El siguiente acto del Conseller fue preguntar al Presidente si daba órdenes de movilizar a los escamots –una organización paramilitar creada por la propia Generalitat– y a los rabassaires –sindicato de viticultores no propietarios, a través de los cuales Esquerra Republicana de Catalunya canalizaba las reivindicaciones agrarias, con un programa más que radical– de los pueblos cercanos. Companys asintió y el Conseller vació los depósitos de armas de Barcelona. Cuatro mil hombres fueron armados con fusiles y pistolas e inmediatamente grupos armados tomaron las calles. Simultáneamente, el Conseller José Dencàs ordenó al comandante de Artillería, Enriquez Pérez Farrás, a la sazón Jefe de los Mossos d´Ecuadra, para que concentrara a 400 agentes en el Palacio de la Generaliatat, entre los que distribuyó el mando de las hordas armadas. Mientras, Lluís Companys se entrevistó con el General Domingo Batet Mestres, Capitán General de Cataluña y Jefe de la IV División Orgánica, y le conminó a que se pusiera a las órdenes de la Generalidad.  Batet, siempre fiel al gobierno legalmente constituido, se puso en contacto con el Presidente del Gobierno, Lerroux, el cual le ordenó que declarase el estado de guerra. Acto seguido se entrevistó con Enrique Pérez Farrás, para convencerle de que abandonaran las armas. Farrás no se rindió y los mossos abrieron fuego contra las tropas estatales, produciendo varias bajas. Cinco horas después, ya en la mañana de 7 de octubre de aquel agitado 1934, fueron detenidos todos los participantes en la fracasada rebelión en la que murieron 46 personas, 38 y ocho militares. La fotografía es de aquella misma mañana. Durante todo aquel día más de tres mil personas fueron detenidas, entre las que tristemente figuraba Azaña, el expresidente del gobierno que se había exiliado en 1933, tras perder las elecciones de forma completamente democrática y no aceptar su derrota. De aquellos días es su célebre frase:

«Por encima de la Constitución, está la República, y por encima de la República, la revolución».

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Es necesario y obligatorio saber, para el entendimiento de todo lo expuesto, que el General Domingo Batet Mestres fue fusilado en Burgos el día 18 de febrero de 1937, por orden del General Francisco Franco. Su delito fue mantenerse fiel al gobierno legalmente constituido, la II República. Antes de morir escribió a sus hijos la siguiente misiva:

«Sed buenos ciudadanos y cumplid siempre con vuestro deber cualesquiera que sean las circunstancias que os depare el destino. Las naciones sufren mucho por no cumplirse sus leyes y el mal es mucho mayor cuando faltan a ellas los propios gobernantes (…). Son momentos de pasión en que se desatan los instintos perversos y la justicia huye espantada, no actúa y se viste de luto, pero ella actuará. Os bendice y abraza vuestro padre, Domingo».

 El día 7 de octubre, Azaña se encontraba en Barcelona. Según él, había acudido al entierro de un amigo. Sin embargo, también fue detenido y encarcelado hasta que el 28 de diciembre el Tribunal Supremo lo declaró absuelto. Aseguran los instructores de la causa 81/1934 que nada se pudo demostrar. Aunque la realidad es que él había sido el precursor de todo aquel desmán por su doble moral y ambiguo discurso político para conseguir votos.

La reflexión que intentaba provocar con la publicación de la fotografía era la siguiente. Todos hemos oído aquello de que un pueblo que olvida su historia está obligado a revivirla. El pueblo español ha sido machacado, una y mil veces, con la triste y dolorosa época de la Guerra Civil y la Dictadura. Ese periodo de tiempo y las calamidades del régimen han sido llevadas al cine, al teatro, a la literatura y a la televisión en infinidad de ocasiones, la mayoría de ellas auspiciados por un PSOE con ínfulas estalinistas –por mi parte nada que objetar–. Sin embargo, esos mismos medios y poderes han corrido un tupido velo sobre la II República y sus desaciertos –aciertos también tuvo. No me bombardeen ahora con eso–. Y precisamente esa es la parte de la historia que hemos olvidado y que ahora estamos reviviendo.

Un remake que empezó con la primera legislatura del infame Zapatero y su intento de ganar la Guerra Civil, 70 años después del último tiro. El ínclito prometió a los separatistas que aprobaría todo lo que viniera del Parlament, exactamente igual que hizo Azaña, al que emulaba abiertamente, en su afán de poder. Sin tener en cuenta que él era el máximo representante del Estado Español, el presidente de todos los españoles. Incluso tuvo la osadía de declarar, después de la sentencia del Tribunal Constitucional contra el Statut, que buscaría la forma legal de rodear a tan alto tribunal y anularlo. Un profesor de Derecho Constitucional que no sabe que ese tribunal es el único en su jurisdicción ni que sus sentencias, salvo en materia de derechos humanos, son inapelables.

Antonio Marchal Sabater

Una fotografía para no olvidar. Por Antonio Marchal Sabater | Asociación Canal Literatura.

2 comentarios en “6 de octubre de 1934. Una fotografía para no olvidar – Antonio Marchal Sabater.

  1. Me gustaría hacer un par de matizaciones.

    Precisamente, los partidos de la izquierda se negaron rotundamente a participar en la firma del Pacto de San Sebastián, celebrado en 1930. Ni siquiera se presentaron los partidos vascos, aunque se firmó allí.

    En cambio, sí que fueron varios representantes de los nacionalistas catalanes, como Carrasco i Formiguera, y, un único miembro del PSOE, Indalecio Prieto, pero lo hizo a título personal, porque en ese partido eran contrarios al pacto, aunque se sumaron a él unos meses más tarde.

    Precisamente, en esa jornada fue cuando el mismo Azaña se comprometió personalmente con los representantes catalanes a darles la autonomía solicitada, si llegaba un día al Gobierno. De hecho, se presentó de repente, en plenas deliberaciones de las Cortes constituyentes, cuando se estaba discutiendo la posibilidad de dar estatutos de autonomía a ciertas regiones. Su sola presencia hizo que la balanza de los indecisos se descompensara hacia el lado de los partidarios de las autonomías.

    Por otra parte, según parece, el fusilamiento del general Batet no fue sólo por ser un ferviente partidario de la II República. Es preciso reconocer que el mismo Mola se consideraba una persona muy republicana.

    Para explicar este hecho debemos retrotraernos a los sucesos de 1934 en Barcelona. Por entonces, Batet, era el jefe de la División Orgánica de Cataluña. Llamada así, porque se suprimieron las capitanías generales.

    En ese momento, Franco, era el jefe del Estado Mayor Central. Cuando éste se enteró de los sucesos de Barcelona, llamó a Batet y le ordenó de bombardease a conciencia el Palacio de la Generalitat.

    Batet se negó en redondo, alegando que él sólo aceptaba las órdenes directas del ministro de la Guerra. Así que no le hizo caso. Lógicamente, Franco, «le tomó la matrícula».

    Cuando empezó la guerra civil, Batet, se encontraba en Burgos, como jefe de esa División Orgánica y allí fue capturado por los golpistas.

    Alcalá Zamora hizo varias gestiones para su liberación, a través de su consuegro, el general Queipo de Llano, pero Franco no les hizo caso. Así que, más tarde, Queipo se la devolvió con el fusilamiento del general Campins, un militar íntimo amigo de Franco.

    Saludos.

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