Desmontando a los Catalibanes y los Bulos del nacionalismo

Bulos del nacionalismo

Los separatismos se sustentan sobre cuatro pilares:
Nacionalismo: exaltación del territorio y de la raza, por encima de los derechos y libertades.
Enemigo común: (España). Invención de un culpable o chivo expiatorio —una etnia, un país— de los males de la población, al cual se deshumaniza y presenta como más incapaz, irracional, malvado. Fomento del odio para cohesionar al grupo.
Victimismo: explotación política de agravios —reales o imaginarios— para justificar las reivindicaciones secesionistas, los liberticidios y los estallidos de violencia.
Manipulación informativa: adulteración del pasado y del presente. Construcción de una realidad ficticia para engañar y dirigir a las masas, para afianzar los tres pilares anteriores. Sustitución de la historia por mitología, y del raciocinio por consignas y eslóganes. Recurso, habitual o esporádico, a métodos coercitivos para la homogeneización ideológica de la población. Eliminación —física, o social, profesional y política— de toda disidencia del “pensamiento único”, institucionalizado como verdad irrefutable.
No es necesario remontarse mucho en la historia para reconocer idénticos mecanismos en la articulación de otro terrible fanatismo, sufrido durante el siglo XX. Adolf Hitler inventa el concepto de raza aria e invoca la reconstrucción de la Gran Alemania, que había quedado territorialmente cercenada por las potencias vencedoras en la Primera Guerra Mundial (nacionalismo). Señala al sionismo internacional como culpable en la sombra de las desgracias del pueblo alemán (enemigo común). Rentabiliza políticamente y alimenta la insatisfacción popular derivada de la confiscación de las colonias, y del pago de onerosas compensaciones impuestas a Alemania como responsable moral y material del conflicto, establecidos en el Tratado de Versalles el 28 de junio de 1919 (victimismo).
De la manipulación informativa se encargaría eficazmente quien luego fue su ministro de propaganda, el doctor Paul Joseph Goebbels, siniestro personaje con sobresalientes conocimientos de la psicología de masas, que desde su cargo ejerció un férreo control de los medios de comunicación, de la información saliente y de la entrante en el III Reich. Las enormes dotes de convicción de Goebbels estaban basadas en la apelación a la emotividad y a los instintos primarios del hombre (ira, orgullo, miedo, frustración, odio, etc.), en la exacerbación sistemática de éstos para manipular las voluntades.
Entre las mentiras más llamativas y difundidas por el nacionalismo catalán, se encuentran las siguientes:

1. El bulo de que la nación catalana fue invadida por Castilla en 1714.
2. El mito del héroe y mártir Rafael Casanova.
3. La falacia de la lucha de siglos por la independencia.
4. La artimaña de la protección a la lengua en peligro de extinción.
5. El infundio de la prohibición del catalán durante el franquismo.
6. Cronología de agravios económicos a Cataluña.
7. La monserga del expolio fiscal.
8. Balanzas fiscales tergiversadas.
9. El estigma de ‘anticatalán’.
10. Cuentos y milongas buscando deslegitimar la legalidad española.
10.1. «La voluntad popular está por encima de la Ley».
10.2. «La Constitución fue aprobada como rechazo al franquismo».
10.3. «Sólo un 35% de votantes de la Constitución vive aún».
11. La farsa de la ‘internacionalización del conflicto’.
12. El engaño del nuevo Estado dentro de la Unión Europea.
13. La quimera de El Dorado.
14. Sociología del nacionalismo catalán.

1. El bulo de que la nación catalana fue invadida por Castilla en 1714
«Señor, yo soy un caballero de España».
El conde de Barcelona al emperador de Alemania, que lo presentó a sus nobles
así: «Han venido dos caballeros de España, de la tierra de Cataluña».
Del Llibre del rei en Pere d’Aragó e dels seus antecessors passats
(‘Libro del rey Pedro de Aragón y de sus antecesores’), crónica histórica
escrita por Bernat Desclot hacia la segunda mitad del siglo XIII.

Desmontar esta mentira y conocer la verdad es tan fácil como coger cualquier libro de Historia no subvencionado por la Generalidad, uno que no contenga la delirante invención de la Confederación o Corona Catalano-aragonesa, ni presente a Lluís Companys como a un admirable héroe democrático en vez de como lo que realmente fue: un golpista criminal y demente, bajo cuya presidencia se fusiló a más de ocho mil personas por delitos tan graves como ir a misa o ser monárquico, y se construyó en Barcelona una veintena de cámaras de secuestro y tortura al modo estalinista: las checas (el presidente Companys bromeó sobre la persecución religiosa en Cataluña con estas palabras: «¡Todavía arden las iglesias! ¡Ya me dijo Comoreras que tenían mucha materia combustible!». De las 58 iglesias existentes en la Ciudad Condal en julio de 1936, sólo la de San Justo y Pastor se libró de las llamas. Otra anécdota similar la plasmó el entonces vicesecretario general del PSOE, Juan Simeón Vidarte, en su libro autobiográfico Todos fuimos culpables. Testimonio de un socialista español, donde recuerda lo siguiente sobre su encuentro con Companys: «Cuando le dije que hacía el viaje acompañado de un fraile, soltó una carcajada. “De esos ejemplares, aquí no quedan”»).

Mapa de 1691 titulado Parte oriental de España, del cartógrafo y cosmógrafo veneciano Vincenzo Maria Coronelli

Da igual el número de miles de veces que los separatistas repitan la misma mentira, y la cantidad de incautos que se la crean: Cataluña nunca, en ningún periodo, ha sido una nación independiente ni tenido Estado propio. Ni siquiera llegó a constituirse en reino jamás. Si existieron, en cambio, el Reino de Aragón (fundado en 1035), el Reino de Mallorca (1231) y el Reino de Valencia (desde 1238).

En 1701, estalla la Guerra de Sucesión (que no de secesión, como falsariamente difunde el nacionalismo) entre las potencias extranjeras por el trono de España, tras morir sin descendencia el rey Carlos II. Cuando al siguiente año la contienda, librada en el exterior hasta ese momento, se extiende a la península (con el desembarco de tropas aliadas en Cádiz), ésta adquiere naturaleza de guerra civil entre partidarios de los dos aspirantes: Felipe de Anjou, de la dinastía de los Borbones, designado por Carlos II para sucederle y que fue entronizado como Felipe V; y el archiduque Carlos de Habsburgo, de la Casa de Austria, apoyado por Inglaterra y Holanda, que pretendían así evitar la hegemonía de España y Francia derivada de su previsible unión. La oligarquía barcelonesa percibió a Felipe V como un peligro para sus medievales privilegios de clase y sus intereses comerciales en América. Y, aunque inicialmente los tres estamentos catalanes (clero, nobleza y burguesía urbana) le habían jurado lealtad después de haberse comprometido éste a respetar los fueros históricos de Cataluña, el 16 de noviembre de 1705 consumaron la traición de reconocer como rey a su oponente, el Habsburgo. La guerra no fue en absoluto una confrontación entre regiones o territorios, ni todos los catalanes apoyaron al archiduque Carlos. El valle de Arán, y las poblaciones de Manlleu, Cervera y Vic, se posicionaron del lado del Borbón. Por el contrario, ciudades castellanas, como Madrid, Toledo o Alcalá, combatieron en el mismo bando que Barcelona: el austracista.
No fue una guerra entre dos naciones (España contra Cataluña), sino un enfrentamiento dinástico.

Mapa de España datado en 1626, original del
cartógrafo e historiador inglés John Speed

El bulo de la colonización, del fin de la nación catalana bajo una supuesta invasión de Castilla —que sirve de cimiento ideológico para toda la mitología nacionalista, y es tomado como un hecho cierto por cientos de miles de personas (ellas, sí) colonizadas a nivel mental por la ignorancia y la manipulación—, se desmorona cuando leemos con atención las palabras de los dos máximos protagonistas de aquel episodio histórico: la toma de Barcelona por las tropas borbónicas —compuestas por soldados procedentes de diversos países y regiones españolas, incluidos miles de catalanes—, el 11 de septiembre de 1714. Las primeras son de Antonio de Villarroel, jefe militar a cargo de la defensa de la ciudad, dirigidas a arengar a los combatientes antes de lanzarse al ataque para reconquistarle al enemigo el Convento de Santa Clara:

«Señores, hijos y hermanos, hoy es el día en que se han de acordar del valor y gloriosas acciones que en todos tiempos ha ejecutado nuestra nación. No diga la malicia o la envidia que no somos dignos de ser catalanes e hijos legítimos de nuestros mayores. Por nosotros y por toda la nación española peleamos. Hoy es el día de morir o vencer, y no será la primera vez que con gloria inmortal fuera poblada de nuevo esta ciudad defendiendo la fe de su religión y sus privilegios».
Las siguientes las escribió Rafael Casanova, Consejero en Jefe (máxima autoridad de Barcelona, equivalente al actual cargo de alcalde), a las 3 de la tarde de esa misma fecha, en un pregón que se distribuyó por las calles de la plaza asediada. A través de este convocaba a defender las murallas de Barcelona a todos, que no solo eran barceloneses, pues entre los resistentes habia austracistas de las más diversas procedencias (como el aguerrido y glorioso Tercio de Castellanos, por ejemplo):
«Se hace también saber que siendo la esclavitud cierta y forzosa, en obligación de sus empleos explican, declaran y protestan a los presentes, y dan testimonio a los venideros, de que han ejecutado las últimas exhortaciones y esfuerzos, protestando de los males, ruinas y desolaciones que sobrevengan a nuestra común y afligida patria, y del exterminio de todos los honores y privilegios, quedando esclavos con los demás españoles engañados, y todos en esclavitud del dominio francés; pero se confía, con todo, que como verdaderos hijos de la patria y amantes de la libertad acudirán todos a los lugares señalados a fin de derramar gloriosamente su sangre y vida por su rey, por su honor, por la patria y por la libertad de toda España».
Innecesario añadir nada más.

2. El mito del héroe y mártir Rafael Casanova
«El nacionalismo es la chifladura de exaltados echados a perder
por indigestiones de mala historia».
Miguel de Unamuno (1864-1936).

Del mismo modo que necesita de enemigos, el nacionalismo precisa también de idolillos para vertebrar su ideología. Y si no existen, se inventan.
El acto central de la celebración de la Diada (Día de Cataluña) cada 11 de septiembre, desde 1901, consiste en una ofrenda floral a los pies de la estatua erigida en Barcelona a Rafael Casanova, icono del nacionalismo por su lucha contra la supuesta invasión de 1714.
Fernando García de Cortázar, en su libro Los mitos de la historia de España; y otros autores, como John Lynch, en La España del siglo XVIII; Pere Anguera, en El 11 de septiembre. Orígenes y consolidación de la Diada; o Núria Sales, autora de Els segles de la decadència: segles XVI-XVIII; describen cómo la resistencia durante el asedio de Barcelona, colofón de la Guerra de Sucesión Española, no resultó tan heróica como algunos han querido pintar.

Página 689 de Los Fueros de Cataluña, de José Coroleu,
y José Pella y Forgas, publicado en 1878. Reproduce el
pregón original célebre que Rafael Casanova promulgó
para enardecer a los resistentes del sitio de Barcelona
antes del asalto final, el 11 de septiembre de 1714

La vehemente beligerancia de pequeños grupos de exaltados que corrían por las calles de la bombardeada ciudad contrastaba con el sentimiento general de desmoralización del resto de la hambrienta población. El clero y la nobleza carecían de interés en prolongar tan dramática situación, y eran frecuentes las peleas entre los líderes barceloneses. En este contexto, Antonio de Villarroel y Rafael Casanova eran partidarios de la rendición, de una salida negociada. En el pleno del gobierno provisional éste último propuso iniciar conversaciones con el enemigo, pero su exposición fue enérgicamente rebatida por el segundo consejero, Salvador Feliu de la Penya, por cuya opción se decantaron 26 votos contra 4.

En la mañana de aquel 11 de septiembre los sitiadores desataron varios ataques durísimos, y Villarroel volvió a insistir en la conveniencia de rendirse para evitar un sanguinario asalto. Después del bando de Casanova de las tres de la tarde, se declaró un alto el fuego y enviados catalanes parlamentaron con el duque de Berwick, comandante de las tropas borbónicas. A la una de la tarde del día siguiente, el 12, se alcanzó un acuerdo: las autoridades barcelonesas abrirían las puertas de la ciudad para que entrase el ejército de Berwick, bajo su palabra de honor de que se respetaría a la población, aun a aquellos que habían tomado las armas.
Rafael Casanova no murió en los combates, por lo que, evidentemente, no fue ningún mártir. El día 11 había sido herido en un muslo por una bala cuando ascendió a las murallas con la bandera de la patrona de Barcelona, Santa Eulalia, para enardecer a los defensores. Antes de la entrada de los felipistas, Casanova delegó la rendición en otro consejero, incendió los archivos que lo involucraban y se hizo pasar por muerto mediante la falsificación del acta de defunción de un cadáver. Disfrazado de fraile, huyó a esconderse en la finca que su hijo tenía en la población de San Baudilio de Llobregat. En 1719 recibió el perdón Real y todos sus bienes incautados le fueron devueltos. Ejerció sin problemas la abogacía en dicha población hasta su retiro, en 1737.
El 2 de mayo de 1743, falleció a la edad de 83 años. Su entierro fue oficiado al día siguiente, el 3, que es tomado erróneamente por muchas fuentes como el de su muerte.

3. La falacia de la lucha de siglos por la independencia
«A todo nacionalista le obsesiona la creencia de que el pasado puede cambiarse. Emplea parte de
su tiempo en un mundo de fantasía en el que los hechos ocurrieron como deberían haber sido […]
y transferirá fragmentos de ese mundo a los libros de historia siempre que pueda. […] Hechos
importantes son suprimidos, fechas alteradas, citas removidas de sus contextos y manipuladas
para cambiar su significado. Los acontecimientos que no convendría que hubieran sucedido
se silencian y en última instancia se niegan».
George Orwell (1903-1950).

Antoni Rovira i Virgili (1882-1949) fue miembro de Esquerra Republicana de Catalunya y sucesor de Josep Irla i Bosch como presidente del Parlamento de Cataluña en el exilio. En Resum d’història del catalanisme (‘Resumen de historia del catalanismo’), editado en 1936, describió la escasa aceptación que el movimiento catalanista tenía entre la población a finales del siglo XIX:
«Había unos cuantos catalanistas en Barcelona y algunos otros escampados por las comarcas. Se los podía contar. Muchas villas tenían un solo catalanista; otras, ninguno».
Idéntica visión ha quedado reflejada en Memòries (1876-1936), de Francesc Cambó i Batlle (1876-1947). Quien fuera líder del partido considerado por muchos como germen de Convergència i Unió, la Lliga Regionalista, retrató así los difíciles albores del nacionalismo catalán:
«En su conjunto, el catalanismo político era una cosa misérrima cuando, en la primavera de 1893, inicié en él mi actuación y consagré por completo mi vida. […] organizamos excursiones por los pueblos del Penedès y del Vallès donde había algún catalanista aislado a quien dirigirnos para pedirle que encontrasen un balcón o unas mesas en la plaza mayor desde donde hacer nuestros discursos. Recuerdo que, al llegar, generalmente la plaza estaba vacía y sólo por las esquinas se veían asomar algunas cabezas. A medida que íbamos empezando nuestros discursos se iba acercando la gente y, a veces, se reunían algunos centenares que incluso se decidían a aplaudirnos. Exceptuando a la juventud, no creo que hiciéramos grandes conquistas: los payeses que nos escuchaban no llegaban a tomarnos en serio».
Y añade más adelante:
«Aquél era un tiempo —cuando inicié mi actuación política— en el que el catalanismo tenía todo el carácter de una secta religiosa. Puede decirse que todos los catalanistas se conocían entre sí […]. La gran mayoría de los catalanistas estaban encantados de vivir en cenáculo, de ser una minoría que se consideraba depositaria de la verdad y del patriotismo».
Ambos autores coincidieron plenamente con las palabras que Josep Pla (1897-1981) había escrito años antes enFrancesc Cambó, biografía en tres volúmenes publicada entre 1928 y 1930:
«Los catalanistas eran muy pocos. Cuatro gatos. En cada comarca había aproximadamente un catalanista: era generalmente un hombre distinguido que tenía fama de chalado».
No fue hasta comienzos del siglo XX cuando el catalanismo empezó a fructificar, una corriente inventada al calor del Romanticismo del XIX (y que tuvo su más notable manifestación cultural en Alemania, con el Sturm und Drang) por un grupo de burgueses catalanes para obtener proteccionismo arancelario y ventajas fiscales del Gobierno de España. De tal auge fueron responsables demagogos como el abogado y fundador de diversas organizaciones políticas Enric Prat de la Riba (1870-1917), quien, en el capítulo III de su obra La nacionalitat catalana (‘La nacionalidad catalana’), de 1906, dejó constancia de las escalofriantes técnicas de convicción que empleó para conseguirlo:
«Había que acabar de una vez con esa monstruosa bifurcación de nuestra alma, había que saber que éramos catalanes y que no éramos más que catalanes, sentir lo que no éramos para saber claramente, hondamente, lo que éramos, lo que era Cataluña. Esta obra, esta segunda fase del proceso de nacionalización catalana, no la hizo el amor, como la primera, sino el odio».

Fragmento de la página 41 de la tercera edición del libroMemòries (1876-1936), de Francesc Cambó i Batlle.
Publicado por Editorial Alpha, S.A. en octubre de 1981

Cambó, en el arriba citado libro de sus memorias, confirmó el empleo de esas tácticas de tergiversación histórica e inoculación de resentimientos en la sociedad de la época:

«Como en todos los grandes movimientos colectivos, el rápido progreso del catalanismo fue debido a una propaganda a base de algunas exageraciones y de algunas injusticias».
En los párrafos anteriores a éste, el autor explica la razón del vertiginoso auge de su ideología en una sociedad, la catalana, envanecida por el dinero procedente de ultramar y donde los líderes catalanistas se aprovecharon del delicadísimo momento político por el que atravesaba España:
«Diversos hechos ayudaron a la rápida difusión del catalanismo y a la ascensión todavía más rápida de sus dirigentes. La pérdida de las Colonias, a continuación de una serie de desastres, provocó un inmenso desprestigio del Estado, de sus órganos representativos y de los partidos que gobernaban España. El rápido enriquecimiento de Cataluña, fomentado por el gran número de capitales que se repatriaron de las Colonias perdidas, dio a los catalanes el orgullo de las riquezas improvisadas, cosa que les hizo propicios a la acción de nuestras propagandas encaminadas a deprimir al Estado español y a exaltar las virtudes y los merecimientos de la Cataluña pasada, presente y futura».
4. La artimaña de la protección a la lengua en peligro de extinción
«He dicho que tampoco somos españoles por la lengua».
Diálogo de uno de los protagonistas del artículo
«¿Somos españoles?», de Sabino Arana (1865-1903).
Publicado en el periódico Bizkaitarra.
La lengua es, con toda seguridad, la cuestión más importante para el nacionalismo catalán. La fundamental, su puntal. Aquello que sirve de eje y vertebra este monumental montaje urdido por la oligarquía catalana de finales del siglo XIX y principios del XX, que aún perdura.

Cartel en una biblioteca catalana con el siguiente
texto sobre un retrato del fundador del catalanismo,
Enric Prat de la Riba: ‘La lengua es la nación’

En manos de los separatistas, el idioma deja de ser herramienta de comunicación humana para convertirse en ariete político y elemento identitario.

Son nación —argumentan— principalmente porque tienen una lengua distinta a la del resto de los españoles (una «lengua propia», recalcan). No puede haber mayor evidencia de ello, según su cerril criterio. Y siguiendo ese mismo razonamiento burdo, todos los territorios donde se habla catalán ―o que dicen ellos que es catalán lo que se habla allí―, incluidos aquéllos donde pervive en forma de simple vestigio, les pertenecen como parte del delirio geográfico que se han inventado bajo el nombre de Països Catalans (‘Países Catalanes’). Una entelequia imperialista imaginariamente configurada por la Comunidad Valenciana, las Islas Baleares, la franja oriental de Aragón, parte de Murcia (comarca de El Carche), el departamento francés de los Pirineos Orientales, la ciudad italiana de Alguer (isla de Cerdeña) y Andorra (lo que el diputado autonómico de ERC e ideólogo del nacionalismo Pere Màrtir Rossell i Vilar bautizó en sus escritos como «Imperio Catalán»). Porque el catalanismo identifica lengua con nación, en sospechosa sintonía con aquel lema acuñado en el siglo XIX, y esgrimido por Adolf Hitler para justificar ante la opinión pública internacional su invasión y anexión de los territorios germanófonos de Austria, Checoslovaquia y los Sudetes, poco antes de la Segunda Guerra Mundial: Eine Sprache, eine Nation (‘una lengua, una nación’).

Adhesivo de las Juventudes de ERC,
con el eslogan, en cinco idiomas:
«Una lengua, una cultura, una nación»

Jordi Pujol, artífice político del separatismo actual —se pasó los 23 años de su mandato como presidente de la Generalidad edificando los pilares de una futura secesión sin que apenas nadie se percatase en su momento—, no dejó lugar a la duda sobre la importancia política del catalán durante un acto de la rama juvenil de su partido (la Joventut Nacionalista de Catalunya), el 31 de julio de 2011:

«Nuestra lengua es lo que nos caracteriza como nación».
Pocos días antes, el 23 del mismo mes, su socio de formación, Josep Antoni Duran i Lleida, había afirmado lo siguiente en su discurso de proclamación como candidato de Convergència i Unió a las elecciones generales:
«La lengua, ha de quedar claro, es el nervio de nuestra nación».
Por su parte, quien el 26 de noviembre de 2004 era presidente de la Generalidad de Cataluña, Pasqual Maragall, prefirió tirar por la vertiente científica y pronunció estas palabras en el Paraninfo de la Universidad de Guadalajara, cuando acudió a México para agradecer la hospitalidad dispensada a los exiliados catalanes durante el franquismo:
«La lengua catalana era como nuestro ADN, el material genético que nos definía. Con él, éramos quienes éramos en cualquier parte. Sin él, no seríamos quienes éramos ni siquiera en Sant Pere de Roda».
Lo que todos ellos hicieron no fue sino coincidir por lo publicado casi un siglo antes, en 1916, por Antoni Rovira i Virgili (1882-1949) en su libro El principi de les nacionalitats (‘El principio de las nacionalidades’). Este decisivo ideólogo del catalanismo, escritor y militante de Esquerra Republicana de Catalunya, enunció los elementos necesarios para la constitución de toda nación (territorio, historia, raza, costumbres, voluntad, etc.), situando por encima de todos ellos al lingüístico como el de mayor importancia:
«Madre de la nacionalidad, podríamos decir de la lengua. De todos los elementos que forman la nacionalidad, la lengua es el más potente, el más influyente, el más decisivo. […] La lengua constituye la más fuerte señal de la nacionalidad. El mapa lingüístico de Europa es, en sus grandes líneas, y aparte de unas pocas excepciones, el mapa de las nacionalidades».
En el siguiente párrafo, Rovira i Virgili expone el porqué de su razonamiento:
«Y es que la unidad de lenguaje deviene una síntesis de las otras unidades: presupone en los pueblos una larga convivencia, una cultura común, una misma historia, una fraternidad secular. Viene a constituir así un lazo espiritual fortísimo».
En 1894, Enric Prat de la Riba (1870-1917), político e impulsor del sentimiento nacionalista (inventor, más bien, del catalanismo, junto a su coetáneo Valentí Almirall), había ya elucubrado acerca de la importancia del factor lingüístico en la identificación de las naciones en su obra Compendi de la doctrina catalanista (‘Compendio de la doctrina catalanista’), al definir la “patria catalana” como:
«La comunidad de gentes que hablan una misma lengua, tienen una historia común, y viven hermanadas por un mismo espíritu que sella de forma original y característica todas las manifestaciones de su vida».
Dicho autor, años después, en 1906, publicaba La nacionalitat catalana (‘La nacionalidad catalana’), donde ahondaba en esta teoría con la siguiente y rotunda aseveración:
«La lengua es la manifestación más perfecta del espíritu nacional y el instrumento más poderoso de la nacionalización, y por lo tanto de la conservación y vida de la nacionalidad».
De manera bastante más zafia, resaltó también la dimensión identitaria de la lengua catalana un ideólogo separatista más reciente, Josep Armengou i Feliu (1910-1976), quien llegó a conferirle, incluso, asombrosos atributos semimágicas en su libro póstumo de reflexiones titulado Nacionalisme català. Idees i pensaments de Josep Armengou (‘Nacionalismo catalán. Ideas y pensamientos de Josep Armengou’):
«El espectáculo más deprimente del mundo es ver a un catalán que habla castellano, […] Cataluña, a pesar del freno del Estado español, ha alcanzado un grado envidiable de cultura y civilización. Este progreso lo hemos conseguido hablando, pensando y trabajando en catalán. Pensando y hablando en catalán nos hemos colocado por delante de los pueblos peninsulares. Pensando y hablando en castellano derivaríamos a la larga en un muy vilísimo y atrasado apéndice provinciano».
Este párroco de la barcelonesa localidad de Berga, que en su momento entusiasmó con sus textos al mismísimo Jordi Pujol, antes mecionado, definía en esa misma obra:
«La lengua catalana es hoy un arma política básica».
Acostumbrado a no ir nunca de frente, el nacionalismo aspira a erradicar el español de la vida pública de Cataluña, disfrazándolo como defensa de la minoritaria y —supuestamente— perseguida lengua catalana. Su objetivo: configurar una sociedad monolingüe, con unas señas de identidad únicas en lo cultural. El idioma, esgrimido como herramienta de uniformización ideológica e ingeniería social. Además de como argumento para las reivindicaciones anexionistas sobre territorios ajenos.

Mural en Vilasar de Mar, con el lema: ‘¡Una nación,
Países Catalanes! ¡Una lengua, el catalán!’

Los ataques contra la libertad lingüística nos son así cínicamente presentados por los nacionalistas como intentos de subvertir una presunta situación de desigualdad histórica sufrida respecto del español para salvar al catalán de una ficticia extinción, cuando la verdad es que jamás ha estado incluida en la lista de lenguas amenazadas de la UNESCO. Las elevadísimas sanciones económicas a empresarios y comerciantes por no rotular sus negocios e imprimir en catalán sus comunicaciones, la obligación a todas las cadenas radiofónicas de emitir varias horas diarias en dicha lengua, las cuotas de doblaje a las productoras cinematográficas, la implantación ilegal de señales de tráfico sólo en catalán, que es utilizado también como lengua única de la Administración autonómica y la mayoría de los ayuntamientos, o la exclusión del español de los medios de comunicación públicos, son sólo algunos de los ataques a las libertades que se vienen perpetrando a diario en Cataluña con total impunidad desde hace años. Métodos discriminatorios que atentan gravemente contra los derechos fundamentales recogidos en la Constitución. Totalitarismo, en suma.

Unidos al principal atropello de todos: la implantación del catalán como lengua vehicular única de la enseñanza (inmersión lingüística) cuyo uso resulta recurso imprescindible para el adoctrinamiento de las nuevas generaciones y la inculcación en la infancia del sentimiento catalanista, durante este caminar hacia la Cataluña del pensamiento único. El anteriormente mencionado Rovira i Virgili, en su artículo publicado en el diario barcelonés La Publicidad, con el muy indicativo título de «La imposició de l’idioma» («La imposición del idioma»), señalaba, ya en la temprana fecha de su publicación, el 14 de abril de 1922, lo siguiente:
«La lengua escolar es en nuestros tiempos el más eficaz instrumento para la desnacionalización de un pueblo. […] la enseñanza ha adquirido, en éste y en otros terrenos, una importancia primordial».
Imposición bajo el disfraz de protección a una lengua arteramente instrumentalizada con fines políticos como elemento identitario y etnicista.

5. El infundio de la prohibición del catalán durante el franquismo
«Quien se ha domiciliado en Cataluña y no quiere entender el catalán
es un enemigo. Y no merece otro trato que el de enemigo».
Josep Armengou i Feliu (1910-1976),
ideólogo del nacionalismo.

La escritora catalana Mercedes Salisachs, en el transcurso de una extensa entrevista publicada el 21 de diciembre de 2009 en el diario El Mundo, corroboró públicamente lo que ya sabíamos los impermeabilizados a la intoxicación informativa actual, quienes hemos vivido en aquel periodo o leído sobre él:
«La gente dice que el catalán estaba prohibido durante el franquismo. No es cierto. Lo que pasa es que no era oficial, se podía escribir en catalán y se podía publicar en catalán, pero no era oficial».
Por otra parte y más recientemente, en la edición de El Periódico del 16 de julio de 2010, a la pregunta de por qué se había ido a Madrid a estudiar Derecho, el barcelonés Eduard Punset ofrecía la siguiente clarificadora respuesta:
«Mi padre me mandó a Madrid porque yo apenas hablaba castellano. Él era muy liberal, y era muy sabio. Sabía que no podíamos prosperar sin saber bien castellano».
Economista, escritor y, en los últimos años, conocidísimo divulgador científico, Punset nació el 9 de noviembre de 1936. El periodo al que se está refiriendo, por tanto, aquél en el que creció y se educó, es la dictadura de Franco.

El Mundo, 21 de diciembre de 2009

El bulo de la prohibición lingüística durante el franquismo resulta de impagable utilidad para quienes, desde Cataluña, intentan erradicar el español y precipitar la fractura con el resto de España (es momento de recordar que los nacionalistasidentifican lengua con nación). Además de para ahondar en el victimismo inherente a este quejoso movimiento, les sirve sobre todo para justificar ante la opinión pública la persecución a los castellanohablantes y la imposición del catalán mediante medidas coercitivas. De pretexto para presentar sus violaciones sistemáticas de los derechos y libertades —la inmersión lingüística, o las sanciones a comerciantes y empresarios por los rótulos de sus negocios, por citar sólo dos— como medidas legítimas para corregir la desventaja de la lengua catalana en los usos sociales tras 40 años de supuesta clandestinidad.

Pero contra la mendacidad, documentación:
En la edición del 30 de marzo de 1969 (en pleno franquismo) del diario barcelonésLa Vanguardia, encontramos la noticia sobre una sentencia del Tribunal Supremo por la que se condenaba al periodista Nestor Luján, director del semanario Destino,a una pena de ocho meses de prisión y 10.000 pesetas de multa por haber publicado en la sección Cartas al director de su número 1.577, correspondiente al 28 de octubre de 1967, la misiva de un lector titulada «El catalán se acaba». La sentencia del Supremo, que confirmaba en apelación una anterior del Tribunal de Orden Público, consideró probado que en dicha carta «se vertían conceptos de tipo ofensivo para la lengua catalana, cuyo libre uso particular y social se respeta y garantiza».

Placa conmemorativa de 1964 en Mollerusa, Lérida.
En catalán y con el nombre de Franco, catalanizado

Sin salir de la hemeroteca de ese periódico, en la página 7 de suedición del 19 de junio de 1952, puede observarse el anuncio de una editorial, Biblioteca Selecta, que oferta una colección de libros en catalán (El vent de garbí, de Josep Pla, Coses vistes, Bodegó amb peixos, L’illa dels castanyers, Pa i raIm, Un senyor de Barcelona, y El carrer estret, éste último Premio Joanot Martorell del año anterior).

El 24 de junio de 1960, La Vanguardia comunicaba la convocatoria del premio Sant Jordi de novela, a cuyo importe de 150.000 pesetas podían optar todas aquellas obras «inéditas y originales, escritas en lengua catalana, de una extensión no inferior a 250 hojas holandesas (21×27), mecanografiadas a doble interlínea y escritas por una sola cara, con un margen de 3 centímetros». El jurado lo integraban prestigiosas personalidades de las letras catalanas, como Josep Pla, Joan Fuster, y Gaziel (pseudónimo del escritor y periodista gerundense Agustí Calvet i Pascual).
Y es que, durante el anterior régimen, la producción literaria en catalán no sólo no estuvo perseguida, sino que fue fecunda. Lo siguiente es una relación de galardones concedidos a escritores en dicha lengua:
Premio de Honor de las Letras Catalanas:
◦ 1969 Jordi Rubió i Balaguer (historiógrafo y bibliólogo).
◦ 1970 Joan Oliver (Pere Quart, escritor).
◦ 1971 Francesc de Borja Moll i Casasnovas (filólogo y editor).
◦ 1972 Salvador Espriu i Castelló (escritor).
◦ 1973 Josep Vicenç Foix (escritor).
◦ 1974 Manuel Sanchis i Guarner (filólogo e historiador).
◦ 1975 Joan Fuster i Ortells (escritor).
Premio Joaquim Ruyra de narrativa juvenil:
◦ 1963 Josep Vallverdú, por L’abisme de Pyramos.
◦ 1964 Carles Macià, por Un paracaigudista sobre la Vall Ferrera.
◦ 1965 Desierto.
◦ 1966 Robert Saladrigas, por Entre juliol i setembre.
◦ 1967 Emili Teixidor, por Les rates malaltes.
Premio Josep Pla:
◦ 1968 Terenci Moix, por Onades sobre una roca deserta.
◦ 1969 Baltasar Porcel, por Difunts sota els ametllers en flor.
◦ 1970 Teresa Pàmies, por El testament de Praga.
◦ 1971 Gabriel Janer, por Els alicorns.
◦ 1972 Alexandre Cirici, por El temps barrat.
◦ 1973 Llorenç Villalonga, por Andrea Victrix.
◦ 1974 Marià Manent, por El vel de Maia.
◦ 1975 Enric Jardí, por Historia del cercle artistic de Sant Lluc.
Premio Prudenci Bertrana:
◦ 1968 Manuel de Pedrolo, por Estat d’excepció.
◦ 1969 Avel∙lí Artís-Gener, por Prohibida l’evasió.
◦ 1970 Vicenç Riera Llorca, por Amb permís de l’enterramorts.
◦ 1971 Terenci Moix, por Siro o la increada consciència de la raça.
◦ 1972 Oriol Pi de Cabanyes, por Oferiu flors als rebels que fracassaren.
◦ 1973 Biel Mesquida, por L’adolescent de sal.
◦ 1974 Desierto.
◦ 1975 Baltasar Porcel, por Cavalls cap a la fosca.
Premio Lletra d’Or:
◦ 1956 Salvador Espriu, por Final del laberint.
◦ 1957 Josep Pla, por Barcelona.
◦ 1958 Josep Carner, por Absència.
◦ 1959 Ramon d’Abadal, por Els primers comtes catalans.
◦ 1960 Clementina Arderiu, por És a dir.
◦ 1961 Josep Vicenç Foix, por Onze Nadals i un Cap d’Any.
◦ 1962 Joan Oliver (Pere Quart), por Vacances pagades.
◦ 1963 Joan Fuster, por Nosaltres els valencians.
◦ 1964 Josep Benet, por Maragall i la Setmana Tràgica.
◦ 1965 Jordi Rubió, por La cultura catalana, del Renaixement a la Decadència.
◦ 1966 Manuel de Pedrolo, por Cendra per Martina.
◦ 1967 Gabriel Ferrater, por Teoria dels cossos.
◦ 1968 Marià Manent, por Com un núvol lleuger.
◦ 1969 Xavier Rubert de Ventós, por Teoria de la sensibilitat.
◦ 1970 Joan Teixidor, por Quan tot es trenca.
◦ 1971 Alexandre Cirici, por L’art català contemporani.
◦ 1972 Joan Coromines, por Lleures i converses d’un filòleg.
◦ 1973 Maurici Serrahima, por Del passat quan era present.
◦ 1974 Joan Vinyoli, por I encara les paraules.
◦ 1975 Vicent Andrés Estellés, por Les pedres de l’àmfora.
Premio Mercè Rodoreda de cuentos y narraciones:
◦ 1953 Jordi Sarsanedas, por Mites.
◦ 1954 Pere Calders, por Cròniques de la veritat oculta.
◦ 1955 Lluís Ferran de Pol, por La ciutat i el tròpic.
◦ 1956 Manuel de Pedrolo, por Crèdits humans.
◦ 1957 Mercè Rodoreda, por Vint-i-dos contes.
◦ 1958 Josep Maria Espinàs, por Varietés.
◦ 1959 Josep A. Boixaderas, por Perquè no.
◦ 1960 Ramon Folch i Camarasa, por Sala d’espera.
◦ 1961 Estanislau Torres, por La Xera.
◦ 1962 Jordi Maluquer, por Pol∙len.
◦ 1963 Carles Macià, por La nostra terra de cada dia.
◦ 1964 Joaquim Carbó, por Solucions provisionals.
◦ 1965 Víctor Mora, por El cafè dels homes tristos.
◦ 1966 Guillem Viladot, por La gent i el vent.
◦ 1967 Terenci Moix, por La torre dels vicis capitals.
◦ 1968 Jaume Vidal Alcover, por Les quatre llunes.
◦ 1969 Robert Saladrigas, por Boires.
◦ 1970 Montserrat Roig, por Molta roba i poc sabó.
◦ 1971 Gabriel Janer Manila, por El cementiri de les roses.
◦ 1972 Josep Albanell, por Les parets de l’insomni.
◦ 1973 Jaume Cabré, por Atrafegada calor.
◦ 1974 Beatriu Civera, por Vides alienes.
◦ 1975 Xavier Romeu, por La mort en punt.
Giuseppe Grilli, catedrático en el Instituto Universitario Oriental de Nápoles, organizador de congresos sobre cultura catalana e hispanismo en general, y distinguido por la Generalidad de Cataluña con la Cruz de Sant Jordi en 1996, es autor de las siguientes declaraciones al respecto:
«La literatura catalana vivió su mejor momento durante el franquismo, la nueva hornada debería tomar ejemplo […] Y la eufemística llamada normalización del catalán no ha producido ninguna obra literaria notable».
Otros hechos relevantes relacionados con la lengua son:
1942. Aparece el libro Rosa mística, de Mossén Camil Geis, editado en Sabadell e impreso por Joan Sallent en catalán.
1944. Desde ese año, se hace obligatorio por ley que las universidades con Filología románica incluyan la asignatura de Filología catalana. Un decreto sobre la ordenación de la facultad de Filosofía y Letras, firmado por Franco con fecha del 7 de julio, introduce tres horas semanales de Filología Catalana en la Universidad de Granada. Josep Vergés, fundador de Destino en 1939 junto con Ignacio Agustí y el poeta Joan Teixidor, establecen el 6 de enero de 1944 el premio Eugenio Nadal que daba a conocer a la joven Carmen Laforet y a su novela Nada. El galardón descubrió a narradores tan importantes como Miguel Delibes, Ana María Matute, Rafael Sánchez Ferlosio o Carmen Martín Gaite.
1945. Con apoyo y subvención del Gobierno, se celebra el centenario de Mossén Cinto Verdaguer.
1947. Se otorga el premio Joan Martorell para novela en catalán. Son premiados Celia Suñol, por su novela Primera Part, y El cel no és transparent, de María Aurelia de Campmany. Se crea el premio Ciudad de Barcelona.
1949. Para narraciones cortas se crea en la Casa del Libro el premio Víctor Català, así como los premios Aedos para biografías, Josep Ysart para ensayos y el Ossa Menor que ideó el gallego-catalán José Pedreira, que se cambió luego el nombre por el de Carles Riba a la muerte de éste, en su honor.
1951. Se otorga un premio a la poesía en catalán con la misma cuantía económica que a la española. Posteriormente el premio se amplia a otras actividades culturales, como teatro y bellas artes. José Mª Cruzet funda Ediciones Selecta para obras escritas en catalán. En colaboración con Aymà concede el Joanot Martorell al insigne veterano de la pluma Josep Pla por su creación El carrer estret.
1952. En la visita de Franco a Cataluña, en el mes de junio, se inaugura la cátedra Milà i Fontanals para el estudio científico de la lengua catalana.
1955. El poeta y escritor José Mª de Sagarra recibe la orden de Alfonso X el Sabio con ocasión de la publicación de su obra en catalán titulada Memòries.
1956. Nace el premio Lletra d’Or, sin recompensa económica y tiene como galardón una F de oro, con la que se distingue al mejor libro del año anterior escrito en catalán. El primero en recibirla fue Salvador Espriu, por Final de Laberint.
1959. Los premios barceloneses Crítica se incorporan a la producción en catalán.
1960. El Centro de Lecturas de Valls, inicia un curso de lengua y literatura catalana de carácter público. En Barcelona se crea el premio Sant Jordi para novela, dotado con 150.000 pesetas, cantidad análoga, intencionadamente, a la del Nadal. Con subvención del Gobierno se celebra el centenario del poeta Joan Maragall.
1965. El gran poeta y canónigo de la catedral tarraconense, don Miguel Melendres, edita su obraL’esposa de l’anyell, un poema en catalán de doce mil versos. Encuadernado en rica piel blanca, lo lleva el Arzobispo de Tarragona, doctor Arriba y Castro, al Papa Pablo VI, que recibe complacido esta singular muestra de la lengua catalana que le llega de España. El Ateneo Barcelonés monta un curso de Filología Catalana. A los Premios Nacionales de Literatura, se le añade el Verdaguer para producción en catalán.
1966. Barcelona rinde homenaje a su ilustre hijo Maragall, en el que intervienen Gregorio Marañón, Pere Roig, José María Pemán y Ruiz Jiménez. En los jardines que llevan el nombre del poeta, en Montjuic, se le eleva un busto. Radio Tarragona organiza a través de sus antenas unos cursos de catalán con profesores especializados.
1967. La Diputación de Lérida dota una cátedra de Lengua catalana. La Diputación de Barcelona acuerda dar cursos de catalán en todos los centros culturales dependientes de la corporación y fundar la cátedra de Lengua Catalana en la Facultad de Teología de San Cugat (Barcelona).
1968. Editorial Destino completa el Nadal con el nuevo premio Josep Plà, concedido a Onades sobre una roca deserta, de Terenci Moix. En la lista de quienes lograron este galardón figura lo más florido de la narrativa catalana: Baltasar Porcel, Teresa Pàmies, Cirici Pellicer, Marià Manén, Enric Jardí, Llorenç Villalonga, Jaume Miravilles o Jordi Sarsaneda. En Gerona se otorga por primera vez el premio Prudenci Bertrana. Edicions 62 comienza la publicación de la Gran Enciclopèdia Catalana por fascículos (adquiribles mediante suscripción).
1969. Nace el Premi d’Honor a les Lletres Catalanes, destinado a la consagración de escritores noveles.
En el panorama teatral también podemos comprobar cómo, por ejemplo, la sección de espectáculos de La Vanguardiadel 3 de junio de 1944, anuncia la representación de tres obras en catalán en el Palacio de la Música: La nena donada al blau, El ram de primavera y La Filoseta.

Nº 1 de la colección Història i Llegenda,
publicado en 1956

O que los ejemplares del 15 de febrero de 1952 de dicho periódico daban cuenta del estreno, a las diez y media, de L’alcoba vermella (de José María de Sagarra) en el Romea. Mismo teatro que programaba en su sesión infantil de la tarde otra obra, también en catalán, El rei que no reia.


Nº 1 de Cavall Fort, 1961

Precisamente para los niños, en 1956, la empresa barcelonesa Hispano Americana de Ediciones, S.A. lanza la colección de tebeos en catalán Història i Llegenda (‘Historia y Leyenda’). Adaptaban historias populares de carácter fantástico-histórico y ambientación medieval recogidas por el escritor Joan Amades en su libro Les cent millors llegendes populars (‘Las cien mejores leyendas populares’). Cada ejemplar estaba ilustrado en blanco y negro a lo largo de sus diez páginas. El tirà de Burriac (‘El tirano de Burriac’),La porta daurada (‘La puerta dorada’) y L’espasa de virtut (‘La espada de virtud’) fueron —por orden de aparición— los tres primeros de un total de veintiocho, que empezaron vendiéndose en los kioscos al precio de una peseta.

En 1961, aparece la revista quincenal en catalán Cavall Fort, con el objetivo de estimular la lectura en el público de entre 9 y 15 años de edad. Junto a historietas, cuentos y tiras cómicas, en la publicación se daban cita grandes nombres de la literatura catalana, como Salvador Espriu, Maria Aurèlia Capmany, o Montserrat Roig. Su editorial, Edicions 62, es la misma que en 1968 comenzará la publicación de la Gran Enciclopèdia Catalana.
En 1964, el periodista y escritor Joaquim Ventalló se ocupa de traducir los cómics de Tintín; la publicación de Les joies de la Castafiore (‘Las joyas de la Castafiore’) inaugurará esta colección en catalán. El año siguiente, 1965, asiste a la publicación de otros nueve volúmenes del intrépido protagonista surgido de la fantasía del dibujante belga Hergé, también en catalán: Els cigars del faraó, L’orella escapçada, El ceptre d’Ottokar, L’estel misteriós, El secret de l’Unicorn, El tresor de Rackham el Roig, El temple del sol, Tintín al país de l’or negre y Tintín al Tíbet. En 1966, se publican tres títulos traducidos más; otros tres en 1967; y un total de seis entre 1968 y 1974, año éste anterior al final del régimen franquista.
Las historias de otro célebre personaje de las viñetas, el creado por Goscinny y Uderzo, salen también a la venta en catalán en la década de los años sesenta. Editorial Bruguera, S.A. publica Astèrix gladiador, Astèrix als jocs olímpics (‘Astérix en los juegos olímpicos’) y La volta a la Gal.lia d’Astèrix (‘La vuelta a la Galia de Astérix’) durante 1969. Y en 1970, cinco álbumes más:L’escut arvern, Astèrix al pais dels Bretons, Astèrix i la caldera, Astèrix a Hispània y La Zitzània.

Disco de Salomé, con cuatro
temas en catalán, editado
por Zafiro en 1963

Hacia finales de la década de los cincuenta y principios de los sesenta, surge el fenómeno de laNova Cançó (‘Nueva Canción’). Movimiento claramente inspirado en las composiciones musicales de los exitosos trovadores francófonos del momento (Georges Brassens, Jacques Brel, Serge Gainsbourg, Georges Moustaki, Gilbert Becaud, Yves Montand), con ciertas influencias del folk norteamericano, y unas letras reivindicativas, comprometidas políticamente. Numerosos cantautores irrumpen en el panorama artísco, organizan recitales y graban una extensa discografía en catalán con temas propios o de escritores catalanes, como Salvador Espriu o Josep Maria Espinàs. Entre los más destacados: Lluís Llach, Raimon, Guillermina Motta, Joan Manuel Serrat, Núria Feliu, Quico Pi de la Serra, Jaume Sisa, Joan Isaac, Pere Tàpias, Marina Rossell, Ramon Muntaner, Maria del Mar Bonet, Ovidi Montllor, Pau Riba, Rafael Subirachs, Maria Amèlia Pedrerol, Miquel Porter, Remei Margarit, Joan Ramon Bonet, Delfí Abella, Martí Llauradó y el trío humorístico-musical La Trinca, por citar a los más destacados. Muy meritoria fue la labor de recuperación y revalorización de la música popular infantil en lengua catalana desempeñada por el cantante Xesco Boix.


Muestra sobre la campaña
conmemorativa en español,
catalán y vascuence; 1964

En septiembre de 1963, una todavía desconocida cantante que comenzaba, Salomé, ganó el 5º Festival de la Canción Mediterránea (como recoge la noticia del periódico La Vanguardia, del 24 de septiembre de 1963), celebrado en Barcelona, con la melodía en catalán Se’n va anar (‘Se fue’), que compusieron dos autores provenientes de la Nova Cançó: Lleó Borrell y Josep Maria Andreu.

Poco tiempo después, en las navidades de 1964, el Ministerio de Información y Turismo promovió unamacrocampaña propagandística para conmemorar los veinticinco años de paz en España desde el final de la Guerra Civil. Enormes carteles fueron instalados por toda la geografía nacional en español, catalán y vascuence.
Para concluir, en una de las tomas del noticiario cinematográfico NO-DO sobre la visita que Franco realizó a Cataluña en 1962, con motivo de las terribles inundaciones provocadas en la comarca del Vallés por el desbordamiento del río Ripoll, el 25 de septiembre de ese año —y que causaron un millar de muertos, así como cuantiosos daños materiales—, puede observarse una pancarta de bienvenida de los barceloneses con el siguiente mensaje en español y catalán: «Viva Cataluña. Visca Espanya».

6. Cronología de agravios económicos a Cataluña
«La verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio».
Marco Tulio Cicerón (106 a.C. – 43 a.C.).

En la primavera de 1838 y mediante una cruda descripción en su libro de viajes titulado Mémoires d’un touriste(‘Memorias de un turista’), Stendhal —pseudónimo del escritor francés Henri-Marie Beyle (1783-1842)— quiso dejar constancia del maltrato que los sucesivos Gobiernos de España venían propinando sistemáticamente a Cataluña:
«Los catalanes me recuerdan en todo a los dueños de las fraguas de Francia. Estos señores quieren leyes justas, a excepción de la legislación aduanera, que debe ser hecha a su antojo. Los catalanes pretenden que cada español que usa ropa de algodón pague cuatro francos anuales así porque sí.
»Que el español de Granada, Málaga o La Coruña no compre las telas inglesas, que son excelentes y que cuestan un franco la vara [antigua unidad de medida], por ejemplo, y adquiera los tejidos de algodón confeccionados en Cataluña, muy inferiores, y por las que le cobran tres francos la vara».

Fragmento de las páginas 356 y 357 de
la edición de 1854 de Mémoires d’un
touriste,
 de Stendhal, publicada por
Michel Lévy Frères en París

Práxedes Mateo-Sagasta (1825-1803) fue líder del Partido Liberal y Jefe del Gobierno (Presidente del Consejo de Ministros de España) en siete periodos de nuestra historia: 1871-1872, 1874 (del 3 de septiembre al 31 de diciembre), 1881-1883, 1885-1890, 1892-1895, 1897-1899 y 1901-1902. Nunca sabremos si fueron los remordimientos los que, el 19 de julio de 1901, le llevaron a confesar en el Congreso de los Diputados su dilatada carrera de ataques contra la economía catalana. aquel discurso suyo ha quedado registrado en laspáginas 751-752 del Diario de Sesiones número 33:

«¿Quién duda que Cataluña se ha hecho rica por España y con España? ¿Quién duda que para hacerse rica, ha habido necesidad de concederla en las leyes ciertos privilegios, que le han dado ventajas sobre sus hermanas, las demás provincias de España?».
El historiador Nicolás Sánchez-Albornoz confirma en su obra La modernización económica en España, 1830-1930 las palabras de Stendhal y las de Sagasta, cuando explica cómo la política arancelaria proteccionista española gravó fuertemente los productos textiles de importación a fin de proteger a la incipiente industria textil catalana.
El mayor perjudicado era el trabajador español, quien terminaba adquiriendo los productos procedentes de Cataluña un precio mucho mayor que el del mercado internacional.

Artículo de Blasco Ibáñez en la
portada del diario El Pueblo
del 13 de junio de 1907

Además del hundimiento de la industria lanera castellana, este proteccionismo acarreó perjuicios a las demás regiones de España. La edición del 13 de junio de 1907 del diario El Pueblo, llevaba un airado artículo de denuncia de Vicente Blasco Ibáñez bajo el expresivo título «La lepra catalanista»:

«Valencia, que ha sido la Cenicienta del Mediterráneo, en cuyo puerto impera la más honda miseria, por culpa de Barcelona, que lo absorbe todo, que es el verdugo de Levante, que quiere convertir toda España en huevo para tragarse hasta la cáscara, que envía a nuestra ciudad sus productos libremente, sin que sufran ningún impuesto a su entrada, y en cambio la pasa, la naranja y las legumbres valencianas pagan un enorme tributo municipal al entrar en Barcelona; Valencia, cuya agricultura muere por imposición del industrialismo catalán, porque catalanes y vizcaínos han conseguido la confección de unos infames aranceles que nos tapian los mercados internacionales para la exportación de nuestra fruta, sometiéndonos a una pérdida anual de más de cien millones de pesetas, que se traduce en hambre y congojas en el campo y languidez en la vida comercial de la ciudad».
El régimen franquista tampoco renunció a realizar su particular contribución en esta secular labor de aniquilación económica de los catalanes. A través del Instituto Nacional de Industria (INI), en 1950 estableció en Barcelona la Sociedad Española de Automóviles de Turismo, la SEAT. El Estado participaba en esta empresa nacional de automoción mediante la posesión del 51 % de las acciones en que estaba dividido el capital social, de 600 millones de pesetas, una elevadísima inversión para la época. La producción comenzó en mayo de 1953, con la fabricación del modelo SEAT 1400, bajo licencia FIAT.
En la siguiente década, el Boletín Oficial del Estado (BOE número 175, de 23 de julio de 1966) publicaba el Decreto-ley 5/1966, de 22 de julio, con las condiciones de adjudicación de la concesión de construcción, conservación y explotación de las dos primeras autopistas de España: una, cuyo trazado habría de unir Barcelona con La Junquera, y otra entre Mataró y la también catalana localidad de Montgat. Esta última quedaba inaugurada apenas tres años después, el 2 de julio de 1969.

7. La monserga del expolio fiscal
«Calumniad con osadía, siempre quedará alguna cosa».
Sir Francis Bacon (1561-1626), filósofo y estadista.
De su obra: De dignitate et augmentis scientiarum.

Entre quienes mejor han desmontado este embuste, agitado hasta la saciedad por el separatismo para exasperar a las masas (pocas cosas duelen más que el bolsillo, y más en tiempos de crisis), se halla el ex diputado autonómico Antonio Robles, mediante un certero artículo publicado en Libertad Digital el 4 de noviembre de 2010 precisamente bajo el titulo de, «El expolio fiscal»:
«Esta murga del expolio fiscal comienza a ser trasversal. El soberanismo independentista le llama así, “expolio fiscal”, y cuando se ponen literarios, o se exceden en el análisis intelectual, añaden eso de “España nos roba”. […] Partamos de una constatación: los territorios no pagan impuestos, los pagan los ciudadanos. No es verdad que un ciudadano catalán pague más que un madrileño o un extremeño. Quien gana 35.000 euros en Barcelona paga los mismos impuestos que quien los gana en Badajoz. Es evidente que allí donde hay más personas con mayor renta, el conjunto de sus cotizaciones es mayor que allí donde hay menos. En el ejemplo anterior, es evidente que en Barcelona la cotización al Fisco es mayor que en Badajoz. Una evidencia puramente estadística de la que no se puede extraer jerarquía o tratamiento ventajoso per se.
»La progresividad fiscal y la redistribución de la recaudación del Tesoro público son las formas civilizadas que tienen las Estados sociales y democráticos de derecho de construir sociedades justas sin necesidad de hacer revoluciones sangrientas.
»Sería profundamente injusto e inviable para la igualdad de oportunidades y la cohesión social en un Estado moderno, que los impuestos que se generan en un territorio determinado se invirtieran íntegramente en él. Así sería imposible tener una red de carreteras, sanidad y educación universal para todos, por ejemplo.
»Si el criterio de que quien paga más debe recibir más, o la totalidad de la cantidad recaudada, como sostienen los soberanistas, Barcelona querría controlar sus aportaciones al Fisco frente a Lérida. En Barcelona habría buenos servicios, pero no en cientos de pueblos de la Cataluña interior. Claro que si fuese así, el barrio de Pedralbes (con renta per cápita muy elevada) exigiría gestionar sus impuestos, todos sus impuestos. Es posible que ese atajo de soberanía fiscal logrado por Pedralbes le permitiese tener aceras de mármol de Carrara pero en Nou Barris no tendrían ni alcantarillado público. Pero puestos así, el más rico de Pedralbes se acogería al expolio fiscal y a su estatus de colonia y exigiría gestionar sus impuestos; es decir, no pagaría un euro.
»Este argumento llevado al límite, desenmascara la impostura del soberanismo fiscal. Y es que lo que no pueden disfrutar todos los ciudadanos no es un derecho, sino un privilegio».
Una vez aclarado que expolio fiscal sería que los catalanes pagasen un tipo impositivo más alto que los ciudadanos del resto de España, lo cual obviamente no sucede, queda sólo hablar de déficit fiscal. Y Cataluña tiene déficit fiscal debido a su superávit comercial. En otras palabras, en ella se recauda más porque es más rica, y lo es en la medida en que las demás comunidades le compran más que al resto. Si no fuera porque los consumidores españoles adquieren sus bienes y servicios en lugar de los producidos por las otras regiones de España, Cataluña sería comercialmente deficitaria y pasaría a depender de la solidaridad territorial.
Continúa siendo un misterio, un enigma no respondido todavía por ningún nacionalista, por qué Cataluña tendría derecho a quedarse con el importe de un impuesto como el IVA pagado por un señor de, por ejemplo, Albacete al comprar un producto de una multinacional, la cual ha decidido establecer su sede en Barcelona porque con el dinero de todos los españoles la hemos dotado de mejores infraestructuras y accesos viarios que a Albacete.

8. Balanzas fiscales tergiversadas
«A una colectividad se le engaña siempre mejor que a un hombre».
Pío Baroja (1872-1956).

En todos los países existen regiones, departamentos, provincias o cantones que realizan al erario público una mayor contribución fiscal que otros en función de su grado de desarrollo económico. Desarrollo que, muchas veces, no ha sido producto de otra cosa que de cuantiosas inversiones públicas en infraestructuras durante el pasado. Y en todos se hace imprescindible que rija el principio de solidaridad interterritorial en aras del bien común. A la luz de los datos publicados en 2007, Madrid aporta al Estado más del doble que Cataluña, a la cual siguen la Comunidad Valenciana y las Islas Baleares en el ranking de las comunidades con balanza negativa, es decir, que dan a la Administración Central más de lo que de ésta reciben. Y no se quejan ni ejercen victimismo alguno.
Pero, pese a la publicación de las balanzas fiscales, no se puede determinar objetivamente la cuantía exacta de estos supuestos desequilibrios, y menos si no es en conjunción con las balanzas comerciales, pues entran en juego muchos factores del presente y del pasado. Alberto Recarte, licenciado en Derecho y en Económicas por la Universidad Complutense de Madrid, desmontó las mentiras nacionalistas sobre fiscalidad a lo largo de un exhaustivo estudiopublicado en La Ilustración Liberal, y cuyas conclusiones reprodujo en dos artículos para Libertad Digital a principios de 2004:
«Las balanzas fiscales entre las autonomías españolas son imposibles de realizar. No existe información suficiente sobre los ingresos fiscales y los gastos presupuestarios, a nivel autonómico, y cualquier intento de atribución que se haga no tiene suficientes bases en que apoyarse. Pero incluso si pudiera hacerse, sería erróneo obtener conclusiones en un sentido u otro, porque sólo tendría sentido comparar las balanzas fiscales acumuladas a lo largo de periodos muy extensos, en los que se hayan puesto de manifiesto diferentes políticas de gasto público, que en unos casos pueden haber servido para construir infraestructuras en una región determinada, para impulsar y subvencionar determinadas actividades económicas en otras, para hacer un esfuerzo educativo de investigación en una tercera, a través, por ejemplo, de la creación de institutos científicos y universidades o para incentivar la exportación, como ocurrió durante más de veinte años, hasta principios de los ochenta, a través de incentivos fiscales que se dejaron sentir en unas regiones más que en otras.
»Las infraestructuras que han permitido el desarrollo de la España moderna, se han hecho desde finales de los cincuenta, por el estado, a través directamente de los presupuestos públicos o por empresas públicas hoy privatizadas. Esos enormes esfuerzos presupuestarios se centraron en Madrid, Cataluña y el País Vasco, y los pagaron los impuestos de todos los españoles. Eso y otros muchos gastos centrados en estas tres autonomías durante decenios también tienen que tenerse en cuenta por las autonomías ricas cuando hacen cuentas de lo caro que les resulta el resto de los españoles. Con la sola excepción de las Islas Baleares, una de las autonomías que más aporta y que históricamente menos ha recibido».
Agravios fiscales imaginariosLibertad Digital, 08-01-2004).
«En España, los impuestos se pagan en proporción a la renta personal, con la excepción de lo que representan los pagos adicionales por progresividad en sucesiones, donaciones, patrimonio e IRPF, que quizá pudieran valorarse, en conjunto, en torno a 6.500 millones de euros. La proporcionalidad se mantiene para los pagos por IVA, ligados al gasto. En el caso del impuesto sobre sociedades es imposible saber dónde —dentro del territorio nacional— se ha generado el beneficio. Lo que no permite saber a qué autonomía habría que adscribir esos ingresos fiscales. El gasto público, en cambio, tiene como criterio básico el del número de habitantes, con algunas correcciones a las que hemos hecho referencia.
»El conjunto, manejado tal y como lo hacen los nacionalistas catalanes y el PSC, y, por extensión, el PSOE, reflejaría —en el caso de que pudieran hacerse balances fiscales— una transferencia de recursos fiscales de las autonomías ricas a las más pobres, que sería, sin embargo, mucho más importante en el caso de Madrid que en el de Cataluña. Ello es así porque Madrid tiene una renta media mucho más alta, al menos un 10% superior a la catalana. Pero estamos hablando de cuantías muy reducidas, que habría que matizar. La primera sería valorar el coste histórico, reflejado en parte en la deuda pública estatal, de las otras políticas económicas nacionales para los habitantes de cada autonomía, que han pagado los menos favorecidos y que ha supuesto una transferencia de todo tipo de recursos, no sólo fiscales, de los que históricamente vivieron en las autonomías pobres a los de las más ricas. Aunque en la actualidad son pocas las políticas nacionales que pueden favorecer a unos sectores sobre otros, alguna sigue habiendo. Quizá la más importante sea la de promoción de I+D+i, que beneficia, por su propia naturaleza, a autonomías como las de Madrid y Cataluña, o las masivas compras de medicamentos por la sanidad pública, que favorecen claramente a las empresas farmacéuticas establecidas en Cataluña. Pero hay otras, como el Plan Hidrológico Nacional, que beneficia a los habitantes de Aragón, Cataluña, Valencia, Murcia y Andalucía.
»En lo que respecta a grandes inversiones, que pueden aparecer contablemente como gasto presupuestario, nos hemos referido a las inversiones en los distintos AVE y la ampliación de los aeropuertos de Madrid y Barcelona. En cuanto a políticas de gasto, hemos hecho una consideración sobre el mantenimiento del ente RTVE. Aún más importante, cuantitativa y cualitativamente, es el déficit de la seguridad social agraria y a quién atribuirlo, y qué efecto tendría una adecuada contabilización de los gastos por desempleo. Asimismo, son muy dificiles de contabilizar las obligaciones futuras por pensiones públicas, las cuales, si se capitalizaran, podrían suponer el 200% del PIB. Pero, frente a operaciones imposibles, una que habría que hacer, si fuéramos a llevar a cabo con rigor balanzas fiscales autonómicas en las que se recogiera todo lo relevante, sería cómo repartir los 312.000 millones de euros de deuda de la administración central.
»La dificultad, mejor, si somos rigurosos, la imposibilidad de llevar a cabo estas operaciones es la mejor demostración de que toda la discusión sobre balanzas y transferencias fiscales entre autonomías es un disparate. Y lo es porque España es una nación desde hace mucho siglos y las decisiones políticas, con repercusiones económicas y fiscales, se han tomado por los sucesivos gobiernos nacionales con criterios nacionales, aun a sabiendas de que en algunas ocasiones se estaba beneficiando a algunas regiones sobre otras pero, siempre —esperemos que haya sido así— sobre la base de los intereses generales, a largo plazo.
»En la actualidad, cuando la política fiscal es casi la única sobre la que tiene competencias el Gobierno de la nación, es lógico que se preste atención al conjunto de impuestos que se pagan y a cómo se gastan los ingresos conseguidos. Aunque, desde un punto de vista económico, lo que se consideraba relevante —en la discusión pública— era si la política fiscal perseguía el equilibrio, el superávit o el déficit. Pero no en esta España de las autonomías o, mejor, de los políticos de las autonomías, empeñados en incrementar su poder a cualquier precio.
»En cualquier caso, las dudas sobre la efectividad de la política fiscal y sobre la justicia y efectividad de los impuestos progresivos se están resolviendo, en el conjunto de los países más avanzados, con reformas fiscales que reducen tipos y progresividad, por simplicidad y capacidad recaudatoria, de tal manera que el conjunto de los impuestos se paga en relación —y proporcionalmente— a las rentas medias percibidas y gastadas. Por su parte, el gasto público se adecua a la población en cada autonomía, en el caso de España, lo que, parcialmente, corrige la injusticia que significan los tipos únicos de los impuestos para la población menos favorecida, al reducirse, para los que se encuentran en peor situación, su renta disponible, el factor clave que determina el nivel de vida y las perspectivas futuras. Intentar salirse de estos parámetros, dando más importancia a dónde se recauda a la hora de programar el gasto público que a la población que de hecho vive en cada territorio, parece más injusto. Pero, incluso, si se hiciera, esa modificación en la política de asignación del gasto no tendría efectos fiscales significativos. Por el contrario, al tener en cuenta otros factores, como las obligaciones por pensiones y la asignación de la deuda estatal, se modificarían, sustancialmente, esas hipotéticas balanzas fiscales. Ir adelante por este camino significa destruir la convivencia, no ya nacional, sino la personal, familiar, local y autonómica.
»Nadie tiene argumentos suficientes y probados para decir que el actual sistema fiscal perjudica a unas autonomías y beneficia a otras, o que una autonomía transfiere fondos a las otras. Nuestro sistema fiscal y económico no está pensado en estos términos, sino en clave nacional. Y lo que importa, por otra parte, son las personas, no los territorios, del carácter que sean. Si alguna vez se llegaran a hacer balanzas fiscales serían engendros políticos que reflejarían el poder de unos partidos sobre otros, de unas personas sobre otras, no un instrumento para asegurar la igualdad de oportunidades a nivel nacional, que debería ser el objetivo de cualquier político honrado».
El engendro de las balanzas fiscales autonómicas». Libertad Digital, 21-01-2004).
Resulta curioso observar cómo aquéllos que esgrimen enérgicamente el supuesto agravio del mal llamado “expolio fiscal” o déficit de las balanzas fiscales tan preocupados parecen estar por la cuestión monetaria, guardan luego un atronador silencio cada vez que en Cataluña se destapa un caso de corrupción de los políticos nacionalistas.

9. El estigma de ‘anticatalán’
«El ferviente nacionalista es siempre el primero en
denunciar a sus compatriotas como traidores».
Alfred Duff Cooper (1890-1954).
Político, diplomático y escritor.

Prácticamente todas las dictaduras y tiranías han recurrido a identificar régimen político con nación. Treta que les ha franqueado el calificar de antipatriotas y de enemigos del pueblo a los disidentes, y justificar así las persecuciones contra ellos, por atroces que fueran.
Cuando en los años treinta del anterior siglo las bárbaras actuaciones del III Reich recibían la condena formal de las potencias mundiales, el Führer se encaramaba a la tribuna de algún estadio abarrotado de Núremberg, Múnich o Berlín, y hacía atronar su voz por los micrófonos para proclamar a las multitudes congregadas a sus pies, y también a aquéllas hacinadas junto a los receptores de radio para seguir sus histriónicos discursos desde sus casas, que estaban atacando a Alemania. Porque él era Alemania. Él personificaba a la nación.
Los catalanistas, que aspiran a construir una nación donde nunca la hubo, se han aprendido bien la poderosísima efectividad de este viejo mecanismo de la psicología de masas y lo aplican sistemáticamente como método de control ideológico. El régimen nacionalista es presentado por la propaganda oficial como la inequívoca materialización de la pulsión del pueblo, del cual es su quintaesencia misma. Y este tacha de anticatalán y catalanófobo a quien no comulga con sus directrices, le señala como traidor a su comunidad o, peor aún, como colaboracionista con el enemigo: el opresor “nacionalismo español”. La opinión pública —hábilmente subvencionada y dirigida— le expide entonces una inapelable sentencia de muerte social, y en algunos casos también profesional. Es la manida pero muy eficaz técnica del amedrentamiento, de la instrumentalización del miedo sobre la población, común a todos los totalitarismos. Y, en cierta manera, una reminiscencia de las ancestrales prácticas punitivas consistentes en apartar de la tribu al infractor, sinónimo de un destino fatal bajo la acción de los despiadados elementos, o entre las fauces de alguna fiera al carecer ya de la protección del grupo.
En el número 4 de la revista Pàtria, publicado el 11 de septiembre de 2006 —coincidiendo con la fecha de la conmemoración catalanista por antonomasia: la Diada—, el entrevistador formulaba la siguiente pregunta al escritor y activista Víctor Alexandre sobre diversas personalidades públicas de Cataluña no alineadas con el secesionismo:
«¿Qué piensas cuando ves a catalanes como Borrell, Piqué, Vidal-Quadras, Maragall, Boadella… que sienten un odio tan grande hacia la propia identidad?».
La respuesta del interpelado no resultó menos grotesca e injuriante:
«Pienso que son cuadros clínicos de auto-odio dignos de estudio. Son personas con graves problemas psicológicos. Dado que en vida no lo harán, cuando se mueran deberían donar su cerebro a la ciencia».
El insulto como recurso. La institucionalización del desprecio y de la denigración del contrario. De esta coerción terminan siendo víctimas también quienes, simplemente, osan defender sus derechos y libertades constitucionales frente a los atropellos, como reclamar el derecho a la educación en español para los propios hijos o solicitarle un impreso en este idioma a alguna Administración local. En fechas más recientes que las de esa entrevista, el 14 de marzo de 2011, los contertulios del programa vespertino «Divendres», del canal público TV3, dedicaron unos minutos a comentar la conmemoración del 30 aniversario del Manifiesto por la igualdad de los derechos lingüísticos en Cataluña(popularmente conocido como Manifiesto de los 2.300), primer llamamiento público de un numeroso colectivo de intelectuales y profesionales advirtiendo sobre la incipiente exclusión de la lengua española de la vida publica y de las escuelas de Cataluña. En dicha tertulia se concluyó) que los firmantes de aquel documento no eran otra cosa que, textualmente, «anticatalanes». Ése fue el mensaje transmitido a la numerosa audiencia.
Esta maniobra de identificación constante de la ideología y del líder político con su pueblo, dejó para la posteridad uno de los episodios más surrealistas jamás vividos. El 30 de mayo de 1984, pocos días después de conocerse que la Fiscalía General del Estado había incluido a Jordi Pujol, junto a otros 17 ex directivos más, en la querella por el caso Banca Catalana tras hallarle indicios inculpatorios, éste lo presentó como una agresión contra toda Cataluña y convocó una multitudinaria manifestación de apoyo a su persona. Sobre un mar de banderas cuatribarradas, el presidente autonómico esgrimió arengas como las siguientes desde el balcón de Palacio de la Generalidad:
«El Gobierno central ha realizado una jugada indigna y ahora debe saber que con Cataluña no se juega. Somos capaces de demostrar nuestra fuerza y sabremos continuar movilizándonos así, a la catalana».

La Vanguardia, 31 de mayo de 1984

Y añadió, ante la desbordada excitación de las muchedumbres vitoreantes que le arropaban:

«Con esta masiva, compacta manifestación, lo que se quiere es dar apoyo a Cataluña. Sí, somos una nación, somos un pueblo y con un pueblo no se juega».
En el avance hacia la depuración ideológica, el nacionalismo promueve y premia la delación. Cada súbdito deviene en atento vigilante del prójimo, desde la convicción fanática de que actúa por el bien colectivo y la preservación de sus amenazados valores patrios. Llegado el caso, ejerce también de verdugo convirtiendo en inhóspito el entorno de los disidentes, que son excluidos e “invitados” a marcharse del edén catalán. La falsa retahíla de agravios supuestamente padecidos por el pueblo catalán a lo largo de la historia, cumple una impagable función justificando cualquier grado de contundencia en la represión aplicada.
Muchos de quienes optan por no abandonar su tierra, emprenden un camino todavía más duro: el del autoexilio interior. El de la supervivencia social mediante el silencio para esquivar represalias. Renunciando a enfrentarse a las injusticias de la poderosa maquinaria nacionalista, o incluso adhiriéndose a ella para alejar sospechas.

10. Cuentos y milongas buscando deslegitimar la legalidad española
«Lo que más me inquieta es que en España todos se preguntan: ¿qué va a pasar?
Casi nadie se pregunta: ¿qué vamos a hacer?».
Julián Marías (1914-2005).
Filósofo, ensayista y profesor universitario.

De todos sus ámbitos de propaganda e intoxicación, probablemente sea en este donde más de manifiesto queda la delirante mendacidad del movimiento separatista. Algunos ejemplos de su rocambolesco argumentario para disfrazar lo que en realidad es una actitud golpista, son los siguientes:

10.1. «La voluntad popular está por encima de la Ley»
Aunque aparentemente impecable, este axioma urdido y difundido por los separatistas es tan engañoso como burdo. Y encierra un perverso contrasentido. Porque en los regímenes democráticos ―y España lo es, reconocido oficialmente como tal por todos los países y organizaciones internacionales―, las leyes siempre surgen de la voluntad popular: o bien expresada directamente (por vía refrendaria), o a través de representantes políticos escogidos periódicamente en las urnas para legislar.
Pero incluso si lo diésemos por válido, tan burdo eslogan hace un flaco favor a los intereses de dicho movimiento político. Porque la única voluntad a tener en cuenta en cuestiones fundamentales, como son, un cambio en el modelo de Estado, la modificación de nuestras fronteras o la ruptura de la integridad territorial, es la del pueblo español en su conjunto, depositario de la soberanía nacional. Y sobre esos asuntos, los españoles ya nos pronunciamos el 6 de diciembre de 1978, cuando refrendamos la Constitución.
Página del Boletín Oficial del Estado número 305, de 22 de diciembre de 1978, con la publicación de los resultados por provincias
del referéndum sobre el Proyecto de Constitución celebrado días antes
Garante de nuestros derechos, piedra angular de nuestro orden jurídico y de la organización del Estado, la Constitución española fue ampliamente refrendada por el 87,78% (15.706.078 sufragios) de los votantes, en una jornada que registró una elevada participación del 67,11% (17.873.301) sobre el censo electoral. Cataluña, con una participación del 67,91%, superó la media española. Y fue una de las regiones que mayor respaldo otorgaron al proyecto de texto constitucional, mediante un 90,46% de votos afirmativos (2.986.790) de los 2.701.870 emitidos.

10.2. «La Constitución fue aprobada como rechazo al franquismo»
Falso: cuando el 6 de diciembre de 1978, el proyecto de texto constitucional fue refrendado por el pueblo español, Franco ya llevaba fallecido más de tres años (se considera como fecha oficial de su defunción el 20 de noviembre de 1975), los Principios Generales del Movimiento habían sido derogados y las Cortes franquistas se habían autodisuelto hacía tiempo.

10.3. «Sólo un 35% de votantes de la Constitución vive aún»
Tomar en consideración semejante argumento cuestionaría la validez actual de numerosas cartas magnas del mundo anteriores (por varios siglos incluso, algunas de ellas) a la de nuestra nación. Como, por ejemplo, las de:
◦ Francia, aprobada en 1958.
◦ Costa Rica, aprobada en 1949 por la Asamblea Nacional Constituyente.
◦ Japón, promulgada en 1945.
◦ Irlanda, refrendada en 1937.
◦ México, promulgada en 1917.
◦ Australia: 1900.
◦ Argentina: 1853.
◦ Suiza: 1848.
◦ Bélgica: 1831.
◦ Noruega: 1814.
◦Y la considerada oficialmente como la más antigua todavía en vigor: la Constitución de los Estados Unidos de América, redactada en Filadelfia y refrendada por la ciudadanía en 1787 mediante convención de cada Estado miembro.
Podrá argüirse que algunas de esas constituciones han llegado hasta hoy con enmiendas y modificaciones. Como la última citada, por ejemplo, la ley de leyes estadounidense, que con el transcurrir de las épocas ha sido objeto de hasta diez enmiendas (conocidas en su totalidad como Bill of Rights, ‘Carta de Derechos’). Pero la verdad es que nada impide reformar también nuestra Carta Magna, al contrario: en su articulado están, perfectamente estipulados, los mecanismos y cauces legales a seguir. Y cada día que pasa sin que los separatistas consigan reunir una mayoría suficiente para cambiarla, nuestra ley de leyes sigue tan vigente en España como el primer día.

11. La farsa de la ‘internacionalización del conflicto’
«La tolerancia es un crimen cuando lo que se tolera es la maldad».
Thomas Mann (1875-1955).

La «internacionalización del conflicto —expresión copiada del lenguaje de ETA— entre Cataluña y España» es la última arma del nacionalismo, a ella está destinando ingentes recursos, tanto materiales como humanos, y básicamente consiste en reclamar el pretendido derecho de secesión ante organismos supranacionales y recabar apoyos en el exterior.
Con este fin, el 7 de marzo de 2009, unos 3.000 manifestantes —según los organizadores— viajaron para manifestarse en Bruselas, principal sede administrativa de la Unión Europea. Más recientmente, el pasado 8 de mayo de 2010, han repetido la experiencia ante la sede de la ONU en Ginebra, bajo el paranoico lema: «El mundo debe saber qué pasa en Cataluña».
El ardid es obvio, encima de victimista y ramplón: como España no escucha sus lamentos —argumentan ellos—, se ven abocados a recurrir a otras instancias. Mas todo apunta a que se trata de la visión colectiva de otro espejismo creado artificialmente, y no resulta muy probable que en el exterior encuentren su ansiado apoyo. En el seno de muchos países también se está sufriendo virulentos fenómenos separatistas. Y la secesión de Cataluña los alentaría, sentaría un peligroso precedente —tras el de las naciones surgidas de la ex Yugoslavia— capaz de precipitar a la geografía mundial en un impredecible efecto dominó: Canadá, por citar un ejemplo, tiene un serio problema de este tipo en Quebec; y Rusia lleva años siendo desangrada por el terrorismo checheno. En el Viejo Continente, Gran Bretaña padece los separatismos norirlandés, escocés y galés; Francia, el corso, bretón, alsaciano, occitano, vasco y —también allí— catalán; Italia, el sardo, padano y siciliano; Bélgica, el flamenco y valón; Suiza, el jurasiano; y en Portugal, pese a que el artículo 9º de su Constitución prohíbeexpresamente los partidos regionalistas o nacionalistas, se desarrollan movimientos políticos que propugnan la independencia del Valle de Miranda.

Grafiti en los barceloneses Cines Renoir:
‘¡Este cine margina el catalán!’

Por otra parte, y mal acostumbrados a la permisividad y las contemplaciones de los sucesivos gobiernos de España, los nacionalistas de Cataluña han demostrado su proverbial estupidez atacando a los intereses políticos y económicos de varias naciones, granjeándose sus antipatías. El 22 de abril de 2010, el embajador de Estados Unidos criticó duramente al gobierno de la Generalidad por la ley que obliga a Hollywood a doblar al catalán el 50% de sus películas. Y avanzó que las productoras están sopesando la posibilidad de reducir su oferta cinematográfica en la región catalana por falta de rentabilidad.


Fotomontaje publicado en Internet por el diputado
de ERC Joan Puig

Peor fue el caso alemán. En 2008, el ex diputado de Esquerra Republicana de Catalunya, Joan Puig, calificó de nazi a Air Berlin desde su blog personal. Y hasta colgó en su blog un logotipo de la compañía con una esvástica. Era el colofón a un boicot desatado desde internet por centenares de radicales contra la aerolínea por no fomentar el uso del catalán en sus vuelos. La directiva anunció su gran malestar y la intención de emprender acciones judiciales contra el controvertido político separatista, conocido también por sus ataques y excesos verbales contra Extremadura, el asalto a la piscina del chalé del periodista Pedro J. Ramírez, y el encadenamiento de protesta ante la sede de la COPE que orquestó en Madrid a finales de noviembre del año 2005.


Enmascarados prenden fuego a una bandera española y
a otra francesa durante la celebración de la Diada,
el 11 de septiembre de 2008, en Barcelona

Tampoco el separatismo catalán parece contar con el aprecio de otro peso pesado de la Unión Europea: Francia. Aparte de tener que asistir a la anexión, a la apropiación virtual que en mapas, libros de texto y propagandas varias, los catalanistas han hecho de parte de su territorio del sudoeste (la célebreCatalunya Nord, y que no es otra cosa que el departamento número 66 de Francia: los Pirineos Orientales —Pyrénées-Orientales, en lengua gala—, integrado por la región del Rosellón y la comarca de la Fenolleda), encaja también agravios en otros ámbitos. Su Ministerio de Justicia ha elevado en 2010 una queja al Consejo General del Poder Judicial de España por el envío de sentencias en catalán a tribunales galos. La carta recuerda que se trata de una prolongada vulneración del reglamento de usos lingüísticos de este país vecino, el cual sólo acepta comunicaciones judiciales —además de en su lengua nacional— en inglés, italiano, alemán y español. El catalanismo considera tan opresor al Estado francés como al español, a ambos culpa del despedazamiento histórico de la presunta “nación catalana” (esa entelequia delirante de els Països Catalans). Y resulta infrecuente la concentración separatista donde, junto con la rojigualda, no se termine quemando también una bandera de Francia, mientras los manifestantes corean agresivas consignas contra el vecino país.

Además de todo lo expuesto, existe otra importante razón que convierte en muy improbable un apoyo internacional a la causa separatista catalana, una de caracter financiero: así como también hace el Banco Central Europeo con los países miembros de la Unión Europea, los Estados se compran deuda pública unos a otros —a diferentes intereses, en función de la solvencia de cada país emisor. Por ejemplo, y debido a la fortaleza de su economía nacional, el tipo que ofrece el bono alemán es tomado como referente para las inversiones de bajo riesgo por los principales inversores del mundo entero—. La casi totalidad de las emisiones de deuda pública es adquirida por inversores institucionales, en comparación con la pequeña porción que suscriben los particulares. Pues bien, la secesión de Cataluña muy probablemente desencadenaría —y casi al mismo tiempo— la de otras regiones españolas (como Vascongadas o Galicia). Con lo que España quedaría disgregada y en una muy difícil situación económica, que comprometería su capacidad de devolución de la deuda pública emitida hasta ese momento.

12. El engaño del nuevo Estado dentro de la Unión Europea
«Decimos una necedad, y a fuerza de repetirla,
acabamos creyéndola».
Voltaire (1694-1778).

Para ganar adeptos, promueven los separatistas la falacia de que si Cataluña se secesionase de España, automáticamente pasaría a ser un nuevo país miembro de la Unión Europea. Nada más falso. Incluso, utilizan esa mentira como reclamo en el enunciado de las papeletas de los referéndums ilegales que vienen celebrando desde aquel primero en Arenys de Munt, el 13 de septiembre de 2009, al formular la consulta en los siguientes términos: «¿Está usted de acuerdo con que Cataluña se convierta en un estado de derecho independiente, democrático y social integrado en la Unión Europea?».
Lo que no sólo no cuentan, sino que, además, ocultan, es que en el hipotético caso de que Cataluña se secesionase, quedaría fuera de la UE.

Papeletas favorables a la secesión en la consulta extraoficial
celebrada en Arenys de munt, el 13 de septiembre de 2009

Cataluña, una vez independiente, debería ponerse en la larguísima cola de los países que aspiran formalmente a ingresar en la Unión Europea; y entre los que se cuentan, ahora en 2010, año de redacción de estas líneas: Croacia (en negociaciones desde 2003), Albania (desde 2003), República de Macedonia (2003), Serbia (2005), Turquía (2005), Montenegro (2006), Islandia (2009), y candidatos potenciales que están manteniendo contactos con la Unión para tal fin, como Bosnia-Herzegovina, Georgia y Kosovo.

Los criterios de adhesión fueron fijados por el Consejo de Copenhague de 1993 y el Consejo Europeo de Madrid de 1995, y establecen estrictos requisitos en materia de derechos humanos y respeto de las minorías, de estructuras administrativas, jurídicas, políticas y monetarias. Así como la exigencia de una economía viable, competitiva, y solvencia para respaldar las decisiones que adopte el Consejo Europeo.
Tampoco es cierto que, tal y como sostienen los separatistas, Cataluña podría acogerse a la Convención de Viena, de 1978, sobre la sucesión de Estados (procesos de descolonización) para conservar la responsabilidad de los acuerdos internacionales firmados por el Estado predecesor (España), y evitar así su salida de la Unión. La Convención de Vienasólo es aplicable a tratados internacionales sobre derecho, medio ambiente, diplomacia, comercio, etc. En 1986 se redactó un anexo que complementara el articulado de la anterior Convención y donde se regulasen las relaciones entre Estados y organizaciones internacionales, con el siguiente resultado:
1º Sólo es aplicable a tratados entre Estados, no entre Estados y organizaciones internacionales que no estén listadas en el texto.
2º No está vigente porque sólo lo han firmado 28 de los 35 Estados que, según su artículo 85, deben ratificarlo.
La realidad es que el Tratado de la Unión Europea establece en su artículo 49 que el ingreso de cada candidato, una vez sea sometido a estudio, cumpla todos los requistos y exista informe favorable de la Comisión, se aprueba por unanimidad de los Estados miembros. Si cualquiera de éstos (por ejemplo, lo que quedara de España) vetase la entrada de la recién surgida Cataluña independiente, quedaría fuera a perpetuidad.

13. La quimera de El Dorado
«La primera de todas las fuerzas que dirigen el mundo
es la mentira».
Jean-François Revel (1924-2006).
Comienzo de su obra: La Connaissance inutile.

Quedar fuera de la Unión Europea comportaría graves consecuencias políticas y económicas para la nueva nación. Entre éstas:
1º Sería expulsada del euro.
2º Toda exportación catalana a los países de la Unión Europea, incluida España, debería pagar caros aranceles.
3º Dichas exportaciones estarían limitadas en su cantidad o tonelaje por cuotas fijadas anualmente desde Bruselas.
A esto se debe sumar que Cataluña carece de recursos naturales importantes (petrólíferos, gasísticos, mineros, pesqueros, forestales). La riqueza que se crea en esta región proviene, principalmente, de la industria y del sector servicios (o terciario). Al quedar fuera del euro, Cataluña debería acuñar una moneda propia, pero continuaría teniendo que pagar las importaciones de materias primas para su producción industrial en euros o en dólares, con el consiguiente perjuicio económico.
Teniendo en cuenta estos factores, y el hecho de que actualmente la industria de Cataluña no es competitiva en el mundo, como lo prueban las dificultades que tiene para abrirse mercados en el extranjero y la constante deslocalización de multinacionales, que se marchan, la independencia sería catastrófica. Nada parecido al vergel que el secesionismo promete a los incautos. El Catedrático de Economía de la Universidad Complutense de Madrid, Mikel Buesa, ha glosado las nefastas consecuencias en este exhaustivo informe:
«Acaba de celebrarse un referéndum informal —por no calificarlo de ilegal— en 166 municipios acerca de la independencia de Cataluña, con una muy mediocre participación y un resultado evidentemente adulterado por la admisión al voto de los menores de edad y los inmigrantes extranjeros. Ello hace que ni siquiera la cuarta parte de la población censada en esos municipios —seleccionados por los organizadores de la consulta por ser los más nacionalistas de la región— se haya manifestado favorablemente a esa independencia. La valoración política que ello merece es que el nacionalismo ha fracasado en su intento de generar un problema institucional, pues no ha logrado el resultado abrumador que esperaba. No obstante, de ello no se infiere que las fuerzas independentistas no vayan a persistir en sus acciones propagandísticas destinadas a desestabilizar la democracia en España y, por esa vía, abrir la oportunidad de ejercer la secesión.
»En estas circunstancias, tal vez merezca la pena adentrarse en la economía de la secesión catalana para efectuar una estimación de los efectos que una eventual independencia de Cataluña con respecto a España podría producir para dicha región. La economía de la secesión ya la he estudiado para el caso del País Vasco, por lo que me ceñiré ahora a las pautas metodológicas que se establecieron en ese trabajo. Y, de entre todos los temas posibles, he escogido para este texto el de los efectos de la independencia sobre el comercio exterior catalán.
»Uno de los aspectos en los que los nacionalistas insisten cuando plantean sus proyectos secesionistas es el de la estabilidad institucional de las relaciones económicas, como si la cuestión de la independencia fuera sólo un asunto político carente de conexión con la economía. Ello se traduce en la idea de permanencia dentro de la Unión Europea, de manera que, en lo que atañe a las relaciones comerciales, no habría ningún cambio institucional con la secesión. Más en concreto, en el referéndum recién celebrado la pregunta planteada contiene esa premisa sin ningún eufemismo, tal como se desprende de su texto: “¿Quiere que la nación catalana se convierta en un Estado de derecho, independiente, democrático y social, integrado en la Unión Europea?”.
»Sin embargo, esa estabilidad institucional no es obvia debido a que:
◦ En primer lugar, la Unión Europea la forman Estados de manera que las regiones que forman parte de éstos se integran en el espacio europeo a través de ellos.
◦ Los tratados constitutivos de la Unión Europea no han previsto en ningún caso la posibilidad de la secesión de algún territorio, por lo que, de producirse ésta, la región que formara un nuevo Estado quedaría fuera de la Unión. El precedente establecido por Argelia —que formaba parte de Francia como un Departamento más cuando, en 1962, accedió a la independencia— lo señala con total nitidez; y así lo han declarado expresamente en el Parlamento Europeo tanto la Comisión como su Presidente.
◦ En consecuencia, la secesión de un territorio y la formación de un nuevo Estado implicaría para éste, si quisiera formar parte de la Unión Europea, la necesidad de proceder a la negociación de su adhesión. Tal negociación, en el caso más favorable —es decir, en el caso de que no hubiera ningún veto por parte de los Estados miembros de la Unión— requeriría un plazo no inferior a cinco años. Si además se planteara la entrada en la Unión Monetaria Europea —cuyos requisitos en cuanto a la estabilidad monetaria, el equilibrio de las cuentas públicas, la ausencia de devaluaciones y el mantenimiento de bajas tasas de inflación, establecidos en el Tratado de Maastricht, son muy estrictos— ese plazo podría fácilmente duplicarse.
»En resumen, al menos durante una década el Estado independiente de Cataluña se quedaría fuera de la Unión Europea. Y, en tal circunstancia, quedaría establecida una frontera económica, además de política, entre esa región y España, así como con respecto a los demás países de la Unión Europea. Y las fronteras económicas implican costes para las transacciones comerciales. Unos costes que afectan a la competitividad de las exportaciones y, por tanto, al nivel de éstas, lo que, a su vez se refleja en el Producto Interior Bruto (PIB).
»Veamos esos costes no sin antes aclarar algunas de las cifras fundamentales de la economía catalana y sus relaciones comerciales exteriores:
◦ El PIB de Cataluña en 2008, según el Instituto de Estadística de Cataluña (IDESCAT), fue de 216.923 millones de €.
◦ Cataluña exportó al resto de España 84.682 millones de € e importó 62.908 millones de € —cifras éstas que no proporciona el IDESCAT y que he estimado a partir de la Tabla input output de Cataluña correspondiente a 2001, proyectando las cifras hasta 2008 con la restricción de que el saldo correspondiente fuera el mismo que figura en la Contabilidad Regional publicada por dicho organismo—. El saldo es, por tanto, positivo e igual a 21.774 millones de €.
◦ Las exportaciones catalanas al resto del mundo fueron de 65.368 millones de € —de los que 35.911 correspondieron a los países de la Unión Europea— y las importaciones de 80.438 millones de € —correspondiendo 45.168 a la UE—, con lo que el saldo de estas operaciones fue negativo por un valor de -15.070 millones de €.
◦ Por consiguiente, el saldo comercial externo de la economía catalana —es decir, la suma de los saldos con el resto de España y con el resto del mundo— fue positivo por un valor de 6.704 millones de €.
»Pues bien, a partir de estas cifras se puede hacer un ejercicio de simulación acerca de lo que ocurriría en Cataluña si, como fruto de la independencia, aparece una frontera económica con España y la Unión Europea. Los supuestos de los que parte ese ejercicio son los siguientes:
◦ La frontera económica se traduce en la aplicación a las exportaciones catalanas a España y los demás países de la Unión de un arancel equivalente a la actual protección media de la economía española con respecto a las importaciones procedentes del territorio exterior a la UE. Esa protección fue, en 2008, del 1,07 %.
◦ Asimismo, la frontera implica la aparición de unos costes de transacción derivados de los trámites aduaneros, inspección de mercancías, tramitación de licencias, riesgo del tipo de cambio —dado que Cataluña estaría fuera del área del euro y su moneda dejaría de ser la divisa europea— y otros elementos habituales en las operaciones exteriores, equivalentes al 13 % ad valorem, cifra ésta que ha sido estimada por la OCDE para los países desarrollados.
◦ La elasticidad-precio —es decir, la relación entre la variación de las cantidades comerciadas y la variación en los precios de las mercancías y servicios— de las exportaciones e importaciones catalanas es la misma que el Banco de España ha estimado para las españolas. O sea, -1,3 en el caso de la exportación y -0,6 en el de la importación.
◦ El efecto frontera —concepto éste que alude a la intensidad de las relaciones comerciales de una región con todas las demás de España por comparación con cualquier otro país del mundo en condiciones de equivalencia de tamaño de las respectivas economías y distancia en kilómetros— se reduciría a la mitad, tal y como ocurrió en los casos de las viejas repúblicas soviéticas cuando se disolvió la URSS o en las repúblicas balcánicas cuando se deshizo Yugoslavia tras la muerte del mariscal Tito. Es decir, si actualmente Cataluña comercia con las demás regiones de España con una intensidad que es 22 veces mayor que con cualquier otro país del mundo a igualdad de tamaño y distancia, esa intensidad pasaría a ser de sólo 11 veces. Ello es equivalente a una reducción de la protección de esas relaciones internas a España con respecto a las exteriores desde el 53 % ad valorem hasta el 27 %. O lo que es lo mismo, la reducción del efecto frontera sería equivalente a la imposición de un arancel entre la Cataluña independiente y España del 26 % ad valorem.
◦ Finalmente, como es habitual se parte del supuesto de reciprocidad, de manera que el Gobierno de Cataluña respondería a la aparición de la frontera económica imponiendo a las importaciones procedentes de España y los países de la UE un arancel igual al vigente en estas naciones.
»Pues bien, con estos supuestos y haciendo las operaciones pertinentes cuyo detalle le ahorro al lector, se llega a los siguientes resultados en la simulación:
◦ Las exportaciones de Cataluña hacia España, como derivación de la reducción del efecto frontera, la protección arancelaria y los costes de transacción, experimentarán un aumento de precios del 40,07 %. Y, como consecuencia de tal aumento de precios su volumen acabará reduciéndose en 44.112 millones de €, trasladándose esta caída a la producción, de manera que el PIB se minorará en un 20,3 %.
◦ Las exportaciones catalanas hacia los demás países de la Unión Europea, en virtud del arancel y los costes de transacción, se encarecerán en un 14,07 %, con lo que también acabarán reduciéndose hasta una cifra de 6.568 millones de €. La traslación de este efecto negativo al PIB será equivalente al 3,1 % de su nivel actual.
◦ Por tanto, el PIB de Cataluña experimentará con la independencia una caída de 50.580 millones de € o, lo que es lo mismo, del 23,4 %. En términos por habitante, la Cataluña independiente registrará una reducción desde los 29.457 € per capita actuales a sólo 22.575 €. O sea, de ser una región más rica que la media española —que es de 24.020 € por habitante— pasará a ser una nación más pobre que esa media. O también se puede decir que los catalanes, salvo que una buena parte de ellos abandonen su nación, se empobrecerán hasta llegar a un nivel equivalente al que actualmente gozan los ciudadanos de Ceuta.
◦ Si aplicamos los supuestos antes señalados a las importaciones de Cataluña se llega al resultado de una reducción de las procedentes de España de 15.124 millones de €; y de las originarias de los otros países de la UE, de 3.183 millones de €. O sea, esas importaciones se verán disminuidas en una cifra equivalente al 8,8 % del PIB actual de la región.
◦ Y trasladadas todas esta cifras al cálculo de los saldos exteriores, se llega a este resultado: por una parte, el saldo con España pasará a ser deficitario por un valor de -7.124 millones de € —recuérdese que actualmente hay un superávit tres veces superior a esa cifra—; y, por otra, el saldo negativo con el resto del mundo aumentará su tamaño hasta alcanzar una cifra de -18.455 millones de €. En conjunto, el déficit exterior de la Cataluña independiente alcanzará los -25.669 millones de €, una cifra ésta que será equivalente al 15,4 % del PIB de la nación catalana.
»En otras palabras, la Cataluña independiente será la nación más deficitaria del mundo. Claro que, para llegar a ese déficit tendrá que encontrar a algún país que se lo financie, lo que, dado lo abultado de la cifra, seguramente será imposible. Y entonces, una crisis aún más profunda que la que las cifras anteriores describen se cernirá sobre la economía catalana empobreciendo aún más a sus habitantes. Serán éstos los que, en esa situación, descubrirán que el negocio que les propusieron los nacionalistas con su referéndum no era el de la felicidad sin límite, sino el de una espiral de pobreza, y que, por tanto, no merecía la pena.
»Este es el mensaje que, desde la economía de la secesión, puede transmitirse a los ciudadanos de Cataluña. Sin embargo, soy consciente de que un mensaje así nadie quiere recibirlo y que, como señaló Gabriel García Márquez en un pasaje de sus memorias alusivo al declive de Aracataca, «o nadie lo creía o nadie se atrevió a pensar en sus estragos». Fue el mismo García Márquez el que describió esos estragos señalando que la decadencia se llevó todo: «El dinero, las brisas de diciembre, el cuchillo del pan, el tiempo de las tres de la tarde, el aroma de los jazmines, el amor. Sólo quedaron los almendros polvorientos, las calles reverberantes, las casas de madera y techos de cinc oxidado con sus gentes taciturnas, devastadas por los recuerdos».
La independencia de Cataluña». Blog de Mikel Buesa, 16-12-2009).
Para quienes ha quedado claro que la independencia sí resulta un negocio redondo es para los caciques políticos que la están promoviendo. Para ellos, desde luego.

14. Sociología del nacionalismo catalán
—¿Con quién contaba?
—¡Con usted si hubiera triunfado!
El general Sanjurjo a un periodista
tras su fallido golpe de Estado, en 1932.

La mayoría de los catalanistas, de los integrantes de cualquier corriente extremista en realidad, podrían encuadrarse en alguna de las categorías de esta clasificación aproximada:
El cártel: todos, absolutamente todos tienen como denominador común que bienviven de cargos públicos o abultadas subvenciones. Son quienes mueven los hilos. Salvo en el caso de algún iluminado con notorios síntomas mistico-histéricos, suelen ser personas muy inteligentes y capacitadas. Se necesita serlo para montar un tinglado de semejante envergadura, que haría palidecer de envidia al timador profesional más imaginativo. Conforman una rancia estirpe cuyos orígenes se remontan al siglo XIX, cuando la oligarquía catalana, al calor del Romanticismo que recorrió Occidente (y que tuvo su más notable expresión cultural en Alemania, con el estallido del Sturm und Drang), inventó esto del catalanismo como fórmula para obtener del Gobierno de España ventajismo comercial y proteccionismo arancelario. Y ha perdurado hasta nuestros días dada su probada rentabilidad en casi toda época y régimen. Independientemente de que una crisis económica azote o no al país, los miembros del cártel siempre prosperan: hoy viven mejor que hace diez años, y hace diez años vivían mejor que hace quince. En este grupo no sólo estarían incluidos los caciques y mandamases de la región, sino una muy variada pléyade de personajes también: escritorcillos de medio pelo, pregoneros disfrazados de periodista, economistas tresporcientistas, historiadores fabuladores, intelectuales de alquiler, locutores de la onda única, actores del método, del método del trinque, editorialistas del mensaje oficial, articulistas de éxito sin lectores, taxistas retirados con imperio mediático, bufones televisivos, cantantes olvidados… y toda suerte de bien pagados trompeteros que, junto con la casta política, cada día se reparten el suculento pastel del camelo nacionalista.
Los lilas: una de las acepciones del Diccionario de la Real Academia Española para la palabra lila es la de ‘fatuo’, ‘tonto’. Y es lo que realmente son: tontos útiles, en el sentido marxista de la expresión. Utilizados a conveniencia por los conglomerados de poder referidos arriba, en ellos han hecho diana la intoxicación propagandística y las falsificaciones históricas. Son víctimas de la ignorancia y de la desinformación. Con irreductible convencimiento, han adoptado como dogmas todos los embustes del nacionalismo aquí desmantelados, así como otros muchos que resultaría tedioso enumerar. El lila muy rara vez ve monetariamente recompensados sus desvelos: lo suyo es entusiasta voluntariedad en pos de la causa. Ostenta un acentuado complejo de superioridad y vive instalado en el victimismo permanente que le han inculcado, compartiendo una visión maniquea y simplista del mundo consistente en una división entre buenos (ellos) y fascistas (los demás) que le hace fácilmente manejable a través de los mecanismos psicológicos adecuados.
Los arrimados: han pervivido en toda era y lugar. No tienen otra bandera que el oportunismo, ni más credo que el medrar. Arribismo puro. Son aquellos individuos que apuestan siempre a caballo ganador, que actúan por conveniencia, nunca por convicción o ideales. En cada época, en todo país, ha existido una determinada tendencia política dominante. Y ellos saben identificarla y aprovecharla como nadie. Si Franco hubiese devenido un portento de longevidad y todavía nos acompañase, en este momento estarían con el brazo alzado y cantando el Cara al Sol. Pues ésa es precisamente su especialidad: ponerse al sol que más calienta. Por ello precisamente han corrido a apuntarse los primeros al nacionalismo, porque es la fuerza pujante ahora en Cataluña. Son quienes antes se percataron de las muchas puertas que abre el llamarse Joan y Ferran, en lugar de Juan o Fernando. Y militando fervientemente en las filas catalanistas podemos encontrarles hoy. Al menos hasta que el signo político de los tiempos cambie, y vuelvan a travestirse ideológicamente.
Aunque no integran el movimiento nacionalseparatista en un sentido estricto, podríamos añadir una cuarta categoría a esta clasificación: la de quienes, por comodidad o cobardía, lo posibilitan con su inacción y pasividad. Quienes agachan la cabeza ante los atropellos del totalitarismo y optan por el confort del asentimiento. Son la clase de personas que dan la razón al escritor y político dublinés del siglo XVIII Edmund Burke, cuando sentenció que para que el mal triunfe sólo es necesario que los buenos no hagan nada.
Mas éstos últimos sufrirán un merecido castigo. Y uno terrible, además: que sus vidas terminen siendo dirigidas y mangoneadas por los individuos de las tres calañas antes descritas.

Catalibanes: Bulos del nacionalismo.

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