Un santuario inca para sacrificios humanos –  Teresa Guerrero| EL MUNDO

Hallazgo español en Perú
Un santuario inca para sacrificios humanos

El lugar de la cima en el que creen que se realizaban los sacrificios FOTO: JAVI JANER

Un equipo español descubre las ruinas de un centro ceremonial en el que creen que se ofrecían niños a los dioses

@teresaguerrerof

ACTUALIZADO 22/10/201503:05

En El Templo del Sol, Tintín y el capitán Haddock viajan hasta Perú para rescatar al profesor Tornasol, secuestrado tras robar el brazalete sagrado de una momia. Durante su periplo, atraviesan las montañas de los Andes y la selva hasta llegar a un templo oculto de los incas. Un equipo de exploradores españoles cree haber encontrado en una montaña peruana las ruinas de un santuario que comparan con el que se retrata en el cómic de Hergé. Según creen, es de la época de Túpaq Inka Yupanki, el décimo soberano inca (en el trono desde 1471).

Los miembros de la expedición Mars Gaming, liderada por los hermanos Miguel y Rafael Gutiérrez Garitano, acaban de regresar a España tras pasar tres semanas en Perú, donde han descubierto un complejo que los incas utilizaban durante el siglo XV para rendir culto a los dioses en épocas de sequía o cuando sufrían desastres naturales, y que era desconocido para la ciencia. También han encontrado cerca del santuario una necrópolis con enterramientos en cuevas.

Según creen, en ese centro ceremonial oculto debían celebrarse sacrificios humanos para pedir el favor de los dioses, como sugiere la presencia de una plataforma en la parte alta de la montaña, situada a unos 5.000 metros sobre el nivel del mar. Este tipo de ofrendas a los dioses se llamaban Capacocha.

«Desde el punto de vista geológico, los Andes constituyen un espacio muy difícil para la vida humana. Es un territorio muy árido en el que el hombre tiene que estar en constante lucha para cultivar y tener productos naturales. Y el agua era fundamental», explica en conversación telefónica la historiadora Carmen Martín Rubio, especialista en el mundo andino.

Fue Martín Rubio, investigadora de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), ya jubilada, la que, tras examinar las imágenes enviadas por el equipo que se encontraba en Perú, advirtió de la importancia arqueológica de este hallazgo realizado en el distrito de Vilcabamba, en la provincia de La Convención, a unos 150 km de la ciudad de Cuzco.

En estos montes sagrados, denominados Apus, los incas rendían culto al dios del agua, que en conjunción con el dios Sol, el Inti, fertilizaba a la diosa Tierra, La Pachamama, madre de las mujeres y hombres andinos. Según los descubridores, las estructuras que han encontrado son similares a las halladas en otras zonas, en concreto en el volcán de Ampato, en Arequipa (Perú), y en el de Llullaillaco, en Salta (Argentina).

«Cuando había periodos de sequía o hambrunas hacían ofrendas. Y debido a que estas catástrofes naturales se producían cada cierto tiempo, los incasconstruyeron una serie de centros ceremoniales a lo largo de todo el territorio que ocuparon», señala la historiadora, que examinará el santuario durante la expedición que harán el próximo año. «También en Machu Picchu el agua era primordial. Podemos ver en todas partes la importancia del culto al agua, aunque no en todos los Apus se hacían ofrendas. En esta zona donde se ha descubierto este centro ceremonial sí».

Sacrificio de niños

Los rituales incluían el sacrificio de personas. Para los incas la muerte era el paso a otra vida y los elegidos, añade, «siempre eran niños y niñas porque se les consideraba puros». «Se elegían cuidadosamente niños que pertenecían a buenas familias». La muerte, relata, les llegaba de una manera dulce: «No sentían nada porque les narcotizaban con coca o chicha, probablemente, y cuando estaban totalmente dormidos les dejaban expuestos a temperaturas de unos -20ºC y morían congelados», señala Carmen Martín.

Por lo que respecta a la edad, solían tener entre 7 y 8 años, aunque a veces eran mayores. «En el monte argentino de Llullaillaco hay tres niños: dos de 8 y 12 años, y una niña de unos 15 años. Los varones están vestidos de manera lujosa, a diferencia de la niña, que creemos que era enterrada con ellos para que los cuidara», señala.

Imágenes por satélite

Miguel Gutiérrez Garitano, escritor y director de la expedición, fue a Perú inicialmente para un proyecto literario sobre el reino perdido de Vilcabamba, pues su objetivo inicial era escribir un libro de viajes e historia. «A medida que viajaba, me fui dando cuenta de que es un territorio bastante inexplorado debido a los problemas de seguridad». Los testimonios de campesinos sobre la existencia de zonas incas en la región atrajeron su atención y cuando regresó de uno de sus viajes, se dirigió al Servicio de Cartografía de la Universidad del País Vasco, donde localizaron el santuario con la ayuda de imágenes recabadas por satélite.

Rut Jiménez, la geóloga del equipo, detectó una serie de recintos rectangulares que al examinarlos coincidían con la típica estructura inca. Una parte monumental, que constaba de un edificio, en este caso de 22 metros de longitud, acompañado de otras cinco estructuras más pequeñas alrededor de una plaza o kancha. Cuando viajaron a Perú ya pensaban que se trataba de la clásica forma en la que los incas distribuían algunos centros ceremoniales: «Lo que no podíamos imaginar es que tuviera tantos recintos», señala el escritor .

En el resto del monte, señala, encontraron otros recintos del mismo tipo. En total hallaron medio centenar de estructuras dedicadas al culto o a actividades relacionadas con él: «Algunas servían de posada porque los oficiantes subían por el monte e iban haciendo diversos ritos en diferentes lugares de la laderas».

Cerca del lugar en el que piensan que se sacrificaba a los niños hay una plataforma de rocas en la que creen que podrían estar enterrados, aunque para averiguarlo tendrían que realizar una excavación.

El equipo español ha encontrado también cerca de esa montaña sagrada una necrópolis, con enterramientos en cuevas: «La encontré por casualidad. Iba por una ladera cuando vi un agujero cubierto de ramas. Me pareció que no era natural, me abrí paso y vi el esqueleto de un inca. Después, exploramos la colina y vimos que había decenas de tumbas. Era una gran necrópolis», relata Gutiérrez Garitano.

«No era muy frecuente entre los incas enterrar en cuevas», dice Carmen Martín. Salvo excepciones, lo habitual era tener enterramientos excavados en los que introducían las herramientas de los oficios que habían tenido en vida.

La expedición por los Andes para explorar el santuario ha durado tres semanas, durante las que han tenido que hacer frente a la altitud, la lluvia y el frío y a los problemas de seguridad en la zona. La presencia de la guerrilla de Sendero Luminoso y de narcotraficantes en la zona, dice Gutiérrez, les dificultó o impidió el acceso a algunas zonas así que el equipo no pudo completar el programa previsto, que esperan completar el año que viene.

Los españoles ha propuesto al Gobierno peruano un proyecto para realizar una prospección en profundidad de los yacimientos y realizar excavaciones, tareas de conservación y limpieza con el objetivo de preservar el santuario e impulsar el turismo local y beneficiar a la comunidad de la zona.

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