El Crimen en la memoria historica. Lo que no se cuenta. Paracuellos, Carrillo, Grimau y el decalogo del buen socialista.

En un libro-entrevista, que se llamaba Demain l’Espagne, Santiago Carrillo, entrevistado por  Max Gallo y Regis Debray, reconoció que Andrés Nin había sido asesinado bajo la tortura, pero añadía: «Teniendo en cuenta las circunstancias políticas de la época, ese crimen fue necesario»
 
En la tertulia de la SER, Carrillo confiesaTodos hemos sido terroristas
 
entrevista en El País, publicada en 2005: Incluso, en algún caso, yo he tenido que eliminar a alguna persona, eso es cierto; pero no he tenido nunca problemas de conciencia, era una cuestión de supervivencia, porque estaba en juego también la vida de muchos militantes, que muchos de ellos acabaron en la cárcel o ejecutados. 
 
 Enrique Líster, que fue comunista antes que Carrillo y que siguió siendo comunista después de haber sido expulsado éste del PCE, dice en la página 20: “Hasta las conversaciones con Uribe en 1.961 yo consideraba a Carrillo un comunista.  Un comunista con muchos defectos, pero un comunista. A partir de esa fecha comencé a observarlo de forma diferente, a observar sus actitudes y sus acciones de forma más crítica. Comencé a ligar unos hechos con otros, unas épocas con otras y ante mí fue apareciendo un Carrillo completamente extraño a toda idea, principio y práctica comunista. Aparecía el arribista sin escrúpulos, un ser completamente deshumanizado, capaz de mandar a la muerte o destruir política y moralmente a personas a las que antes había jurado la más completa amistad. Le he visto mentir de la manera más cínica al informar sobre las entrevistas y los hechos relacionados con otros partidos o personas”.
 

La brillante hoja de servicios de Carrillo

aparecido en dignidad digital

He aquí el retrato fiel de Santiago Carrillo, Sirva esta hoja de servicios para hacer justicia con sus víctimas y para vergüenza de sus aduladores, hacedores del inicuo régimen actual:

 I).- Siempre tuvo por referencia al “gran Stalin”, uno de los personajes más siniestros que ha dado la Humanidad. Este amor por el dictador se puede comprobar leyendo la revista Nuestra bandera de 1.950.

II).- Sometía a sus víctimas a interrogatorio  hasta extremos de llevarlos casi a la locura. Esto ocurrió con Carmen de Pedro, amante de Jesús Monzón, a la que autoconvenció diciéndole que Monzón no había luchado contra el fascismo, sino que había colaborado con él y, por tanto, había que eliminarlo.

III).- Repudió a su padre en beneficio de la de la causa. El comunista Manuel Tagüeña dice al respecto: Siempre estuvo Carrillo subordinado a sus ambiciones políticas. Por mucho aire espartano que quiera dar al gesto, nadie duda que lo hizo para presentarse ante la dirección del partido como militante íntegro capaz de sacrificar a su padre en beneficio de la causa. Este repudio y denuncia lo haría dos meses y pico después de que el trío formado por Casado-Besteiro-Wenceslao Carrillo se levantaran contra el gobierno de Negrín y, por tanto, contra  la República.

IV).- Para autoafirmarse en sus principios y tratar de convencer al PCE y a la IC de la solidez de sus convicciones, afirmaba:  Cada vez me siento más orgulloso de ser un soldado en las filas de la gran Internacional Comunista . . . Cada día es mayor mi amor a la Unión Soviética y al gran Stalin . . .

V).- Es el responsable, sin que nadie le haya pedido cuentas,  de las sacas de presos que, desde las cárceles Porlier, San Antón, Modelo, todas de Madrid, terminaban siendo masacrados en Paracuellos del Jarama, Torrejón de Ardoz, Arroyo de San José ,etc.

VI).- Como es lógico, niega todo esto en sus Memorias y lo achaca, como siempre, a incontrolados. Mentira. La saca más importante fue la de Paracuellos, 500 personas, las cuales fueron transportadas en autobuses de dos pisos con los correspondientes vehículos de escolta, teniendo que atravesar toda la ciudad, siendo vistos por muchísimo público.

VII).- No cuenta que, cuando a primeros de diciembre fue nombrado director general de prisiones el anarquista Melchor Rodríguez, el Angel Rojo, se acabó todo aquel terror, demostrándose que las matanzas no eran obra de incontrolados.

VIII).- En el diario La Voz de 3 de Noviembre de 1936, se puede leer: Hay que fusilar a más de cien mil fascistas camuflados, unos en la retaguardia, otros en las cárceles . . .” En Diario de la guerra de España, del agente de Stalin en Madrid, Mihail Kolstov, Ruedo Ibérico, Madrid 1977, se lee: Limpiar un poco Madrid; echar aunque no sean más que 30.000 fascistas; fusilar, aunque sólo sea un millar de bandidos.

IX).- Este sujeto aparece en unas declaraciones de Francisco Antón en “Discursos pronunciados en el Pleno Ampliado del Comité Central del Partido Comunista de España, celebrado en Valencia los días 7 y 8 de Marzo de 1937”. Dice así: . . . nos hemos preocupado un poco por limpiar la retaguardia. Es difícil asegurar que en Madrid está liquidada la Quinta Columna, pero lo que sí es cierto es que allí se han dado los golpes más fuertes . . . y esto se debe a la preocupación del Partido y al trabajo abnegado, constante, de dos camaradas nuevos, el camarada Carrillo, cuando fue Consejero de Orden Público, y el camarada Cazorla . . .”.

X).- Asesinó a los duques de Veragua y dio órdenes para quemarle los pechos con un cigarro a sor Felisa, del convento de las Maravillas ( “Paracuellos del Jarama: Carrillo culpable” , Editorial Arcos Vergara, Barcelona 1983, pág. 68).

XI).- Este gijonés homenajeado, aparece en un comentario del ex comunista Carlos Semprún Maura en el diario ABC de 9 de Abril de 1994: Siendo Consejero de Orden Público de la Junta de Defensa de Madrid, fue Santiago Carrillo quien ordenó la matanza de Paracuellos cosa que ha reconocido offthe record y no, como escribe, incontrolados probablemente de la FAI.

Este sujeto, en unas declaraciones al periódico “El Socialista” del 15 de setiembre de 1.934, decía lo siguiente:

  “Si el gobierno entregado a las derechas, no rectifica, serán estas Juventudes (se refiere a las Juventudes Socialistas) las que asalten el Poder, implantando su dictadura de clases”. Al final termina con “¡Muera el Gobierno!. ¡Muera la burguesía!. ¡Viva la Revolución!. ¡Viva la dictadura del proletariado!”. Es decir: este “demócrata” grita todo tipo de “mueras” en plena República. De aquí se deduce que la “república” por la que luchaba este ejemplar era por  la de la bota, el bozal, el grillete y la zahúrda, como todos sabemos.

A continuación, hacemos un breve comentario  sobre el libro de D. Ricardo de la Cierva “Carrillo miente. 156 documentos contra 103 falsedades”, editorial Fénix, 1.994. En la página 19 se puede leer: “Estas anécdotas personales no son nada en comparación con las mentiras que relata en sus memorias. En este sentido su libro merece el Nobel, el Cervantes y el Nadal de la mentira. Yo creo que nadie ha sido capaz como él de escribir tres mentiras por línea impresa”. (Carlos Semprún Maura, antiguo comunista, “Con la mentira en ristre”, ABC 9-04-94, página 72).

   Enrique Líster, que fue comunista antes que Carrillo y que siguió siendo comunista después de haber sido expulsado éste del PCE, dice en la página 20: “Hasta las conversaciones con Uribe en 1.961 yo consideraba a Carrillo un comunista.  Un comunista con muchos defectos, pero un comunista. A partir de esa fecha comencé a observarlo de forma diferente, a observar sus actitudes y sus acciones de forma más crítica. Comencé a ligar unos hechos con otros, unas épocas con otras y ante mí fue apareciendo un Carrillo completamente extraño a toda idea, principio y práctica comunista. Aparecía el arribista sin escrúpulos, un ser completamente deshumanizado, capaz de mandar a la muerte o destruir política y moralmente a personas a las que antes había jurado la más completa amistad. Le he visto mentir de la manera más cínica al informar sobre las entrevistas y los hechos relacionados con otros partidos o personas”.

No sé si conocerán la carta que le envió a Carrillo el enterrador de Paracuellos. Vamos a transcribir sólo tres párrafos, porque la carta es un poco larga. Dice así:

  “Sr. Don Santiago Carrillo Solares: “Creo que me conocerás. Yo sí te recuerdo mucho. Hoy soy vecino de Aranjuez, tengo 85 años. En el año 1.936 fui enterrador del cementerio de Paracuellos del Jarama. También estuve en la checa de la ESCUADRILLA DEL AMANECER, de la calle del Marqués de Cubas nº 17 de Madrid, donde presencié los más horribles martirios y crímenes”. “También estuve en el Cuartel de la Guardia de Asalto de la calle Pontones, en la Puerta del Sol, donde tú, Santiago Carrillo, mandabas realizar toda clase de martirios y ejecuciones en las checas de tu mando. Yo soy Pionero, al que llamaban «EL ESTUDIANTE», que llevaba la correspondencia a las diferentes checas a cambio de la comida que me dabas…¿Me conoces ahora, Santiago Carrillo? Se despide de ti el enterrador de Paracuellos del Jarama, alias «EL ESTUDIANTE», que presenció los martirios y asesinatos que tú, Santiago Carrillo, mandaste que se realizaran en España”.

Más en Declaraciones de “el Estudiante” a “El Alcázar”.

“ . . . Al rato llegó un coche alargado de donde se bajaron 4 milicianos y un quinto, el jefe de las checas, que yo conocía entonces. Vestía un tabardo marrón y unas botas. No tendría más de 23 o 24 años. Era Santiago Carrillo. Apearon a tres señores y una señora, les hicieron andar sobre la cuneta unos doce metros y, sin que yo me lo esperara, sacaron las ametralladoras y los mataron a los cuatro. Carrillo, que había mandado ejecutarlos, saltó a la cuneta y me dijo: “este es el duque de Veragua, el fascista número uno de España” . . . mientras sacaba una pistola . . . y disparó tres tiros sobre el cráneo del duque que ya estaba bien muerto . . .  dirigiéndose al guardia de asalto Ramiro Roig (El Pancho) le ordenó: ¡Quítale el anillo (una sortija con brillantes que parecía muy buena), y como no podía, él ordenó: ¡Córtale el dedo, leche!. El guardia sacó una navaja de bolsillo y destrozó la mano hasta que consiguió sacar el anillo y se lo dio a su jefe. Recuerdo perfectamente que Santiago Carrillo, después de limpiar la sangre de la sortija con broza que cogió del suelo, se la guardó en el bolsillo. . .”.  “Recuerdo que era de noche cuando llegamos (a la cheka de Fomento) . . . Allí estaba una mujer joven, de unos treinta años o más, con la ropa a jirones, casi desnuda, que no hacía más que llorar y suplicar que no le pegaran más. Cuando llegó Santiago Carrillo dio orden a “El Valiente”, quien con un cigarro puro empezó a quemarle los pechos, mientras suplicaba “por Dios” que no la torturaran más. Luego me dijeron que se trataba de sor Felisa, del convento de las Maravillas, de la calle Bravo Murillo. . .” . “Al otro día, igual, cavando que no sabía para qué servía. Debía ser la primera semana de noviembre cuando nos llegaron tres autocares con cientos de personas. No sé cuántas serían. Aquello fue horroroso. No paraban de matarlos y meterlos en las zanjas, cuando llegaban más autocares con hombres, mujeres y niños . . . La escabechina fue tremenda; el mismo Santiago Carrillo empujaba hasta la fosa con el pie; con algunos no podía y los arrastraba cogiéndolos de los pies o de las manos . . . Así fue, a grandes rasgos, la matanza de Paracuellos efectuada los días 6, 7, 26 y 27 de noviembre . . .”

Carrillo y los documentos de los crímenes de Paracuellos del Jarama

aparecido en el documentado blog «historia de monesterio blogspot» 

Sin duda alguna, uno de los efectos colaterales de la Memoria Histórica ha sido el refrescar la memoria, dicho sea de paso, de la actuación criminal de Santiago Carrillo durante la Guerra Civil Española. La falta de memoria de la actual Democracia española produjo una amnesia, un poco selectiva, sobre el personaje en cuestión durante más de veinte años. Afortunadamente, Carrillo que empezó como héroe de la Transición acabará sus días como el criminal de Paracuellos del Jarama.

Hace un par de años, en un programa de Antena 3, se debatía sobre esto de la Memoria Histórica, allí se entrevistó a un vecino de Monesterio y de Madrid, veterano abogado, llamado José Luis Rodríguez Viñals. Pero en la mesa de la tertulia estaba entre otros Santiago Carrillo. Entonces un contertuliano, el catedrático e historiador Fernando García de Cortazar hizo sutilmente una alusión a los crímenes de la Guerra Civil. Sutilmente dijo que de eso sabía mucho don Santiago. Al poco tiempo el «Marqués de Paracuellos» -tal como denomina Federico Jiménez Losantos a Carrillo- desapareció del plató. El presentador disculpó a la audiencia de que el señor Carrillo se había ido porque estaba indispuesto. Eso es la mala conciencia, y también la cobardía por no asumir los miles de asesinatos y ejecuciones en Paracuellos del Jarama en aquel noviembre de 1936. Uno de cuyo responsables es Santiago Carrillo, Consejero de Orden Público de la Junta de Defensa de Madrid en 1936 representante de las Juventudes Socialistas Unificadas.

Como los dirigentes rojos eran muy cínicos, cuando se constituyó la Junta de Defensa de Madrid, se informó desde la prensa que se creaba como «garantía de sus habitantes». Así lo anunció el diario El Sol del 8 de noviembre de 1936. Los primeros que supieron de esta garantía eran los presos políticos encarcelados sin mandamiento judicial, muchos de los cuales fueron fusilados.

Los negacionistas de los crímenes de Santiago Carrillo aseveran que este héroe no es responsable de nada y que es muy bueno. Esto no es lo que decía un compañero suyo de fechoría, un comunista que había pasado por todo el espectro político de la izquierda, llamado Ramón Torrecilla Guijarro.

El 3 de noviembre de 1939 firmó una declaración en la que daba todo lujo de detalle del entramado institucional que llevó a cabo las sacas de las cárceles y el asesinato de millares de personas. Fue designado directamente por Santiago Carrillo para ser vocal del llamado «Consejo de la Dirección General de Seguridad». En este organismo había representantes de la FAI, del PCE, de la CNT, de la UGT, y de las Juventudes Socialistas.

Ramón Torrecilla recibía órdenes de Segundo Serrano Poncela, Delegado de Orden Público y antiguo redactor del diario Claridad, periódico del ala más radical del PSOE. Según la declaración de Ramón Torrecilla, «Serrano Poncela tenía que ir diariamente a despachar con el Consejero de Orden Público en la Junta de Defensa, Santiago Carrillo. Además, Santiago Carrillo iba con frecuencia a conferencia con Serrano Poncela. Se llevaba en la Dirección de Seguridad un libro registro de expediciones de presos para asesinarlos. Calcula el declarante que fueron alrededor de 20 a 25 las efectuadas; de ellas, cuatro de la Cárcel Modelo, cuatro o cinco de la de San Antón, seis a ocho de la de Polier, y seis a ocho de la de Ventas. Le parece que de la Cárcel Modelo se extraerían para matar alrededor de mil quinientos presos».

El procedimiento que seguían estos criminales para la selección de los posibles fusilados lo inauguraron en la Cárcel Modelo de Madrid en la noche del 7 de noviembre de 1936: «El dicente y sus cinco compañeros se encaminaron seguidamente al fichero de presos y pasaron varias horas apartando las fichas, según la profesión de los presos, en los cuatro grupos siguientes: 1º Militares, 2º Hombres de carreras y aristócratas. 3º Obreros. 4º Personas cuya profesión no constaba».

Esto era la legalidad republicana, la legalidad del crimen y del asesinato. Esto lo cuenta uno de los responsables, camarada de Santiago Carrillo. Sorprende pasado más de medio año tras la finalización de la Guerra Civil, el criminal Ramón Torrecilla Guijarro no había sido enjuiciado por estas actuaciones, pero sí otras menos graves: «Estuvo en libertad durante varios meses después de liberado Madrid hasta que el 9 de agosto último fue detenido con otros correligionarios por atribuírsele actuales actividades comunistas. Sobre estas supuestas actividades políticas ha sido interrogado por un Juez, pero no lo ha sido, hasta ahora sobre su actuación en la dominación roja».

Aquí están los documentos: La hoja número 1, la hoja número 2, la hoja número 3, la hoja número 4, y la hoja número 5. Se puede constatar que sí existen papeles que atestiguan que Santiago Carrillo fue el máximo responsable de esos crímenes.

La carta de Carmen Grimau, hija de Julián Grimau: «Carrillo, el enterrador enterrado»

aparecido en el documentado blog de «Historias de Monesterio» 
 

1 de octubre de 1996, diversos dirigentes peperos rien con el histórico dirigente del PCE Santiago Carrillo (dcha), con motivo de la peluca que llevaba cuando fue detenido tras entrar clandestinamente en España, en 1976.

Yo no hablaré del político fallecido, pero sí de su forma ética de hacer política. Porque Santiago Carrillo representó ante todo la forma más despótica y despiadada de ejercer la política. Encarnó el prototipo arrogante de los dirigentes con plenos poderes para disponer de la vida y la muerte de los otros. Siempre en la cúpula. Alejado del peligro de la clandestinidad. Hoy muere, el gran vencedor, el que enterró a todos los camaradas. A los que traicionó, también. Todos sus hombres han muerto. Él inició el comunismo y lo enterró un siglo más tarde. Su perseverancia es lo más espectacular y lo más siniestro del personaje. Acabó reinando sobre los cadáveres que fue acumulando sin que de su boca saliera el menor sentimiento de culpabilidad. Hizo ver la luz donde sólo había tinieblas. Puso cara a la pesadilla que describiera Arthur Koestler.
Santiago Carrillo fue el experimento más logrado del NKVD. Desde que Codovilla lo visitara en la Cárcel Modelo de Madrid, poco antes de las elecciones de febrero del 36, el joven Carrillo era ya el elegido para liderar el destino de los militantes comunistas.
«¿Quién rige los destinos de los hombres?», se preguntaba Vassili Grossman. Buena pregunta. Desde luego, entre 1944 y 1976, los destinos de los clandestinos comunistas estuvieron en manos de Santiago Carrillo. Salvo la incursión puntual en el Valle de Arán en 1944 –que le proporcionaría el poder absoluto sobre el aparato del Partido–, no volvió a entrar clandestinamente a España hasta el 7 de febrero de 1976, y lo hizo subido en un Mercedes y con peluca picassiana. El barbero de Picasso hizo un trabajo histórico. Personalmente, no he conocido a ningún clandestino que pasase la frontera con esa escenificación tan teatrera. Los clandestinos que conocí siempre me parecieron seres transparentes que, si podían, se fundían con el asfalto de las calles que pisaban. Recuerdo a hombres sobrios, desprendidos e inquietos. Sin un duro en el bolsillo para ellos o sus familias y que luchaban por algo en lo que creían. Fueron los portadores de una filantropía abnegada y severa. Pero eso ya lo escribí en la revista Leer de José Luis Gutiérrez.
La peluca, que tanta gracia hizo a sus señorías, formó parte de una táctica, sumamente calculada, de éxito y de aplauso póstumo a la par. En 1976, sabe que ha llegado el momento del envite crucial. Es sólo cuestión de meses. Su despiadado egocentrismo lo mantiene alerta. Quiere ser el único protagonista. Por ello, el 8 de diciembre, increpa al prestigioso clandestino Simón Sánchez Montero con un «¿es que me queréis sustituir?». Recela también de la popularidad de Marcelino Camacho. La tensión se palpa. Y el acto final tendría lugar el día 22 con su detención. Fue la gran ceremonia pactada: ocho días en la enfermería de Carabanchel. Pagó un precio muy módico. El 31 de diciembre tomaba las uvas en libertad.
Ya sé que escribo a contrapelo. Algún día, tal vez, se conozcan todas sus traiciones. Es sabida de sobra hoy su cobardía al no querer nombrarlas. El apasionante libro de José Luis Losa –Caza de rojos– da buena prueba de ello. Nadie puede sobrevivir a semejante responsabilidad si no alberga en su cerebro lo más abyecto: la carencia absoluta de conciencia. Santiago Carrillo vivió como un alto funcionario de carrera política. Fue un burócrata tenaz e implacable que consiguió aguantar impertérrito 50 años de reunión permanente. Un dirigente cuyo centro estratégico se situó siempre en un despacho acolchado con informes. Fue un enragé de los informes. Un fanático del control. Un internacionalista sin don de idiomas. Fernando Claudín, con gracejo vindicativo, dejaría caer una evidencia: «Carrillo no se apeó del coche con chofer desde el 45». De funcionario revolucionario a funcionario de las Cortes: de coche del Partido a coche oficial de diputado.
La realidad dejó de existir fuera de las palabras codificadas. Y los informes fueron para él más carne que la carne misma de los clandestinos. Valían más. Valían todo. Vassili Grossman perfiló a un prócer del partido soviético que bien podría haber sido Carrillo: «Fue de esos que no tuvieron ni siquiera la oportunidad de comportarse vilmente durante los interrogatorios, ya que no les interrogaron. Tuvieron suerte, no les arrestaron». Carrillo se reinventó a sí mismo en la mentira. Su habilidad camaleónica siempre me ofendió. Me estremeció su perseverancia en ser la voz del augur, legitimada siempre con la sangre de los otros. No citaré a ninguno para no olvidarme de nadie. Gregorio Morán habló de dos elementos confluentes en el tacticismo del dirigente: su amnesia oportunista y la exoneración de toda responsabilidad propia. «Somos colectivamente responsables de las insuficiencias y debilidadesen nuestro trabajo». Todos fueron culpables. Menos él.
Pero yo, hoy, en el día de la muerte de Santiago Carrillo, sólo veo el silueteado de los clandestinos que no pudieron regresar de la utopía mortal de aquellos años de espejismo revolucionario. Y el rostro entumecido y los ojos negros de mi padre, Julián Grimau, esperando que el tercer tiro de gracia acabara con su vida. Porque hicieron falta tres tiros de gracia para matarle. Diferencia.

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El encargado de repasar la vida y obra del dirigente comunista ha sido el filósofo Gabirel Albiac, que militó en el Partido Comunista durante la dictadura.

«Fue el arquetipo del predador superviviente»

Gabriel Albiac: «Santiago Carrillo fue el paradigma de esa generación de monstruos que produjo la Europa de Entreguerras»

Paracuellos es lo más espectacular, por la concentración de muerte. Pero la eficacia de Carrillo liquidando dentro del Partido Comunista de España a todos aquellos que se atrevían a decir una sola palabra que a él le resultase mínimamente sospechosa es verdaderamente deleznable.

Sobre la carta de Carmen Grimau, hija del dirigente comunista Julián Grimau, ejecutado por el franquismo en 1963:

Yo no hablaré del político fallecido, pero sí de su forma ética de hacer política. Porque Santiago Carrillo representó ante todo la forma más despótica y despiadada de ejercer la política. Encarnó el prototipo arrogante de los dirigentes con plenos poderes para disponer de la vida y la muerte de los otros. Siempe en la cúpula. Alejado del peligro de la clandestinidad. Hoy muere, el gran vencedor, el que enterró a todos sus camaradas. A los que traicionó, también.

Albiac ha añadido:

A los que traicionó y en algún momento descaradamente entregó. Porque una de las cosas que, naturalmente, los que hemos sido militantes del Partido Comunista de España sabemos muy bien es hasta que punto Santiago fue la interiorización dentro del partido de lo que fue el mecanismo de las purgas, del estalinismo de postguerra. Hay cosas que no se pueden ni deben olvidar, como el hecho de que los dos fiscales en los procesos del Hotel Lux, que era la proyección en el Partido Comunista de España de los Procesos de Moscú, los dos fiscales eran dos jóvenes llamados Fernando Claudín y Santiago Carrillo.

Algo más tarde, llega una de las partes más contundentes de la conversación:

Albiac: Don Santiago Carrillo fue el paradigma de esa generación de monstruos que produjo la Europa de Entreguerras. Hay algo que hay que entender claramente. Pocas veces en la historia de la humanidad, posiblemente nunca en la historia de Europa, se ha producido tal concentración de monstruos como la que se genera en el nacimiento de los totalitarismos de Entreguerra.

Santiago Carrillo fue el arquetipo del predador superviviente. Es decir, de ese predador que no es ni siquiera el gran felino, sino el carroñero que va liquidando a todos y sobrevive a todos.

Jiménez Losantos: Como el propio Stalin lo fue con respecto a Lenin. Se carga a todos los que son más listos que él, más inteligentes que él, más importantes que él, empezando por Trotsky. Los sobrevive y luego periódicamente, y eso sí es cosa suya, los va depurando. Es decir, los va matando: un tercio, un cuarto (…)

Albiac: Y hay ese periodo tan extremadamente oscuro de los años de la Guerra Fría. Probablemente eso es algo que no podremos estudiar hasta que no dispongamos por completo de los archivos del KGB, donde está todo. Pero las marañas a través de las cuales el señor Carrillo ha participado en esos juegos de intercambios de prisioneros, que eran las entregas de militantes incómodos o inadecuados, a través de la policía del supuesto enemigo… En el caso alemán está contado maravillosamente por un personaje que participó en esas entregas, Arthur Koestler…

Jiménez Losantos respasa las purgas contra el trotskysta Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) por parte del PCE y el asesinato de su líder, Andreu Nin, durante la Gerra Civil, a lo que Albiac añade:

Sobre Nin, acaba de morir la última persona que podía contar lo que hicieron con él. Después de Carrillo ya no hay nadie que haya asistido a la tortura y muerte de Nin.

Hay una cosa que yo creo que sí que habría que dejar clara. Yo entiendo perfectamente que las viejas víctimas de la represión de Carrillo en la guerra quieran olvidar. De uno u otro modo digan, mira, fue la guerra, fue un error. Pero los que jamás, pero jamás, perdonaremos a Carrillo somos los que teníamos 18 años en el 68 y por las constricciones absolutamente irrevasables de este país no tuvimos más sitio donde luchar de una manera eficaz contra la dictadura que el Partido Comunista de España, con los cuales Santiago Carrillo cometió una de las infamias más espantosas que se puede cometer en este mundo: utilizar la generosidad de la gente para prosperar, para engañarla y en última instancia traicionarla y dejarla tirada.

Decálogo del joven socialista (Santiago Carrillo,  profesor de ética)

Santiago Carrillo Solares fue nombrado en 1933 director de la publicación Renovación, órgano de la Federación de Juventudes Socialistas de España, donde entonces militaba. En la edición del 17 de febrero de 1934, y debajo de la cabecera, se publicó el «Decálogo del joven socialista», toda una incitación al terrorismo y a la violencia. Recuérdese que Carrillo JAMÁS pisó un frente de batalla, aunque sí ordenó matar, ¡incluso a sus camaradas! Transcribo el decálogo:

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Objeto: instrucciones militares y políticas a las juventudes socialistas de cara a un próximo alzamiento contra la República, tras perder su partido (PSOE) unas elecciones democráticamente convocadas.

1.- Los jóvenes socialistas deben acostumbrarse a las movilizaciones rápidas, formando militarmente de tres en fondo.

Y sobre todo que no se olviden de la pancarta con el lema de “Aznar asesino”.

2.- Cada nueve (tres filas de tres) formarán una década, añadiéndole un jefe, que marchará al lado izquierdo.

3.- Hay que saludar con el brazo vertical y el puño cerrado, que es signo de hombría y virilidad.

4.- Es necesario manifestarse en todas partes, aprovechando todos los momentos, no despreciando ninguna ocasión. Manifestarse militarmente, para que todas nuestras actuaciones lleven por delante una atmósfera de miedo o de respeto.

5.- Cada joven socialista, en el momento de la acción, debe considerarse el ombligo del mundo, y obrar como si de él, solamente de él, dependiera la victoria.

6.- Solamente debe ayudar a su compañero cuando éste ya no se baste a ayudarse por sí sólo.

7.- Ha de acostumbrarse a pensar que, en los momentos revolucionarios, la democracia interna en la organización es un estorbo. El jefe superior debe ser ciegamente obedecido, como asimismo el jefe de cada grupo.

8.- La única idea que hoy debe tener grabada el joven socialista en su cerebro es que el Socialismo solamente puede imponerse por la violencia, y que aquel compañero que propugne lo contrario, que tenga todavía sueños democráticos, sea alto, sea bajo, no pasa de ser un traidor, consciente o inconscientemente.

9.- Cada día un esfuerzo nuevo, en la creencia de que al día siguiente puede sonar la hora de la revolución.

10.- Y, sobre todo esto, armarse. Como sea, donde sea, y por los procedimientos que sean. Armarse. Consigna: ármate tú, y al concluir arma si puedes al vecino, mientras haces todo lo posible por desarmar a un enemigo.

Autor del decálogo: Santiago Carrillo Solares
Fecha de publicación: 12 de febrero de 1934
Fuente: nº 130 de la revista RENOVACIÓN (de las Juventudes Socialistas). Hoy:Renovación Digital

Renovación 1934 B

Natalia Pastor 23 de enero de 2011 21:03

Carrillo es un genocida que tiene sobre su conciencia – si es que la tiene, que lo dudo… -, los crímenes de más de 5.000 víctimas inocentes, entre ellas mujeres,niños,monjas y sacerdotes.

Conforme a la jurisprudencia establecida en los juicios de Nuremberg, para juzgar a los genocidas y los crímenes contra la humanidad, Carrillo, debería haber acabado sus días, en justicia, colgando de una soga.

Sin embargo para los progres recuperadores de “su” memoria histórica, mientras las victimas, por ejemplo, de la dictadura argentina merecen, en justicia, que los tribunales actúen contra sus verdugos, sea cual sea el país en que se les localicé, las victimas españolas del totalitarismo marxista, no sólo no merecen un recuerdo, sino que además han de ser insultadas y ultrajadas, haciendo pasar a su más señalado verdugo por un político demócrata.

El genocidio parece que fue autorizado por el Ministro de Justicia, al anarquista García Oliver, y el Ministro de Gobernación Angel Galarza, sin embargo, indubitadamente, fue la Junta de Defensa de Madrid, que asumió el mando en la capital tas la evacuación del gobierno de la República, quien ejecutó materialmente el exterminio. La Consejería de Orden Público, directamente responsable, y bajo cuyo mando operaban las Milicias de Vigilancia de la Retaguardia que perpetraron el genocidio, era ocupada por Santiago Carrillo, antiguo militante de las Juventudes Socialistas que se había incorporado al PCE. Los presos fueron trasladados en autobuses municipales hasta Paracuellos, donde las fosas comunes, ya preparadas con antelación, esperaban a los infelices, allí fueron tiroteados o ametrallados y sepultados. Hay que añadir los muertos en otras muchas “sacas”, además de La Modelo, Aravaca, Porlier, San Antón …

Camaradas que matan

en el faro de vigo

El hijo del líder comunista en Galicia, Víctor García, apunta a sus compañeros de partido como los asesinos de su padre, en 1948

Víctor García Fernández, junto a su mujer, sus tres hijos, su yerno y su nieto, en Moalde (Silleda). / Javier Lalín
Víctor García Fernández, junto a su mujer, sus tres hijos, su yerno y su nieto, en Moalde (Silleda). / Javier Lalín

Hace apenas un año rescató del olvido la memoria de su padre. Pero no la que él había tenido desde su asesinato en la comarca del Deza en abril de 1948, cuatro años después de haberle sido encomendada la reorganización del Partido Comunista en Galicia y el norte de Portugal. El primer descubrimiento lo llenó de satisfacción. Tras 60 años de busca, Víctor García encontró el lugar donde yacen los restos de su padre. Una placa sobre su tumba fue el homenaje que hace tres meses le rindieron sus familiares. El otro descubrimiento, aún no logró asimilarlo: «No murió por un tiro de la Guardia Civil. Fue Carrillo quien dio la orden de asesinarlo», acusa.

R. PRIETO «Por fin lo cazamos. Este canalla se nos resistía como una sanguijuela. Logramos cazarlo en la comarca de Lalín. Desde allí (…) movía los hilos de ciertos grupos aventureros y descontrolados. Es un provocador que nos dio muchos disgustos y, aunque tarde, lo hemos eliminado». La carta fechada el 23 de abril de 1948 revela el final del metalúrgico asturiano Víctor García García, alias El Brasileño, asesinado en la clandestinidad por sus compañeros del Partido Comunista. Los mismos que le habían encargado en 1942 reorganizar el PC en Galicia y el norte de Portugal. Un enlace del partido comunicó su muerte, pero no la autoría, a su mujer, afincada en Vigo con su hijo Víctor, de 6 años. Fue éste quien hace un año se enteró de las circunstancias en las que había sido ejecutado su padre. No fue en un tiroteo con la Guardia Civil, como él y su madre habían creído. «El comité central del PC, asentado en Francia y comandado por Dolores Ibárruri y Santiago Carrillo, decidió asesinarlo», acusa.

Medio sepultado por tierra y ramas y mordido por las alimañas, su cadáver fue encontrado al cabo de unos días por un vecino en un bosque. Tenía un disparo en la cabeza. Víctor García fue enterrado en el cementerio de la aldea de Moalde (Silleda), al pie de la iglesia.

Hasta hace un año, sólo algunos vecinos de la localidad pontevedresa e historiadores locales conocían el lugar donde yacían los restos del líder del PC en Galicia y quiénes habían dado la orden de ejecución. A más de 400 kilómetros, en la década de los cincuenta Asturias y años más tarde en el País Vasco, su mujer y su hijo velaban su cuerpo en silencio. Su sospecha no se confirmaría. Víctor García no había sido paseado por el régimen de Franco.

Según investigaciones del alemán Hartmut Heine y de historiadores gallegos como Alberto Maceira o Lupe Martínez, el reorganizador del PC en Galicia y el norte de Portugal fue condenado por la propia organización comunista, acusado de «infiltrado» y de «estar en contacto con los servicios aliados en la red de evacuación de pilotos derribados en el frente europeo» y que, desde Francia, cruzaban por Galicia hacia Portugal.

Orden del Comité Central

Algunas fuentes señalan al guerrillero Marcelino Rodríguez Fernández, Marrofer, como responsable del asesinato de García y del de su lugarteniente, Teófilo Fernández. Las investigaciones dan por hecho que el nuevo comité regional del PC, en la que José Gómez Gayoso relevó a El Brasileño, estaba al tanto de la eliminación de ambos.

Víctor descubrió hace menos de un año el lugar donde fue enterrado su padre y quiénes dieron la orden «liquidarlo política y físicamente». Su madre murió sin poder rescatar del olvido la historia. Desde hace tres meses, una lápida identifica la tumba que durante seis décadas buscó su hijo, Víctor García Fernández, ex jefe de Cirugía del hospital de Cruces (Barakaldo) y profesor de Patología Quirúrgica en el País Vasco. «Fue su único homenaje», lamenta.

Una herida cicatrizó al encontrar el lugar dónde esos viejos huesos clamaban memoria y libertad. La otra nunca lo hará. «No fue asesinado en un tiroteo con la Guardia Civil, como siempre habíamos creído mi madre y yo, sino que el comité central del PC, asentado en Francia y comandado por Dolores Ibárruri y Santiago Carrillo, juzgó que la labor realizada por mi padre al frente del partido en Galicia no coincidía con sus proyectos y decidieron asesinarlo. Y los asesinos enviados por el partido lo lograron en el año 1948», relata Víctor, afincado en Orión (Cantabria).

Nacido en la localidad asturiana de Muriello, Víctor García García emigró de niño con sus padres y sus dos hermanos a Brasil. Durante su estancia en el país que le dio el alias de El Brasileño estudió contabilidad y se afilió al Partido Comunista. En 1934, regresó a España y participó en la Revolución de Octubre. Su lucha lo llevó preso a la cárcel Modelo (Madrid) y al el penal de Dueso (Santoña). En la Guerra Civil, luchó en el Frente Norte como comisario de brigada en un batallón de las Brigadas Internacionales. Fue miembro del Comité Central del PC de Asturias y de la Internacional Socialista.

«Finalizada la guerra, no buscó la protección del exilio en La Habana, Moscú o París, como hizo Carrillo, sino que siguió en la lucha por los ideales perdidos y se incorporó a la clandestinidad. Se estableció en el norte de Portugal y Galicia reorganizando el PC, que había sido desarbolado por el régimen. Contribuyó a crear una guerrilla con 947 luchadores en pos del restablecimiento de la República vencida», relata su hijo.

Reorganizar la guerrilla

Terminada la Guerra Civil, el primer Comité del PC en Galicia se estableció en las minas de Fontao, en el Deza, con el objetivo de reorganizar el partido a través de los militantes que eran trasladados de prisión a campos de trabajo. Según relata su hijo, la dirección del Partido Comunista lo envió a Galicia para organizar la guerrilla gallega y la del norte de Portugal. «La cuestión idiomática tuvo su importancia para que el partido lo enviase ahí», justifica Víctor.

Según Maceira, Víctor García creó en 1942-1943 el Comité Regional del Partido Comunista, en las minas de Brea, en la localidad de Fontao. Fue el inicio de la reorganización guerrillera con sabotajes para conseguir financiación para el PC.

En junio 1944, García trasladó el Comité Regional del Partido Comunista de Fontao a Vigo. Es entonces cuando su mujer y su hijo abandonan Sama de Langreo, en Asturias, y se asientan en «en una casita pequeña protegida por un bosque» en el barrio del Calvario, según recuerda Víctor, que entonces tenía dos años.

Pero la dirección del PC lo destituye y le ordena unirse a los guerrilleros. La negativa de El Brasileño provoca su expulsión del PC. La represión interna de su propio partido, según Hartmut Heine, le lleva a esconderse en Bandeira (Pontevedra).

Aunque los guerrilleros de la comarca tenían orden del nuevo secretario del Comité Regional de PC en Galicia, José Gómez Gayoso, de acabar con la vida de El Brasileño, esperaron a la decisión del Comité Central. Y ésta no tardaría en llegar. En abril de 1948, Víctor García aparecía muerto de un tiro en la cabeza.

TESTIMONIO PARA LA HISTORIA Diario YA

¡Esta es mi zanja!… ¡Dios mío!

Julián “El Estudiante” relata la intervención de Carrillo en las “checas” de Madrid y en Paracuellos del Jarama.

No hace aún muchos días circuló una carta abierta a Santiago Carrillo firmada por “El Estudiante”, en la cual, con ciertos visos de verosimilitud, se vertían una serie de acusaciones contra el hoy Secretario General del PC. Como quiera que el firmante del escrito muy bien pudiera tener un nombre y unos apellidos completos, los reporteros de EL ALCÁZAR se pusieron de inmediato a realizar las oportunas averiguaciones. En efecto, existía un nombre, un testigo. En este reportaje, Julián “El Estudiante”, narra los detalles de unos acontecimientos en los cuales Santiago Carrillo tuvo, de manera directísima, una participación destacada. “El muchacho de los recados” de las “checas” de Madrid, acompañó al dirigente comunista a alguna de sus “actividades”. Este es su relato.

“Delante de nosotros mataron a un jesuita”

Aquella mañana –cuenta Julián a EL ALCÁZAR- entraron en el colegio cierta cantidad de milicianos y milicianas quienes, delante de nosotros, mataron a un jesuita que nos daba clase de química en aquel momento. Mi abuelo me sacó del internado y quiso que viviera con ellos en Cuatro Caminos, en la calle de Jaén. Pero la guerra había sido declarada y todo estaba en ruinas. Los adoquines de la calle Bravo Murillo estaban levantados sirviendo de parapetos para que los frentes no entraran. Por las noches no había luz, y yo escuchaba el tiroteo mientras me dirigía al metro de Alvarado, donde dormí varios años. Mi familia no podía proporcionarme alimentación porque escaseaba. Me enteré, por mis amigos, que también dormían en el metro, que en la “checa” del Marqués de Cubas daban carne de búfalo. Me presenté allí y le dije al miliciano que estaba en la puerta que tenía hambre. Recuerdo que aquel miliciano me pareció demasiado joven. Vestía con un mono azul y un gorro con orla; tenía puesto un correaje con una bayoneta, llevaba un mosquetón.

Me preguntó si pertenecía a los “pioneros”. “Yo no sé qué es eso” –le respondí-. “Pasa dentro, pionero”, me dijo. Al rato, trajeron un plato de aluminio con carne de búfalo y un chusco de pan. No dejé ni las migajas. El miliciano de la puerta me prometió que si iba todos los días me darían de comer. Yo, con catorce años, pero bien desarrollado, empecé a acompañarles a donde me llevaban. Vi como saqueaban las casas, como sacaban las remesas de, según ellos, “los martirizados”.

Carrillo: “¡Córtale el dedo, leche!”

Uno de los días, en la “checa” de la calle Marqués de Cubas, en la tercera habitación del pasillo de la derecha, recuerdo cómo los milicianos le pegaban a un señor que estaba atado a una silla de madera con brazos. No sabía quién era ni porqué le daban guantazos en la cara hasta partirle el labio… Después de aquello, al amanecer, creo que fue el 24 de agosto, me montaron en un “forito”, ocho cilindros, muy viejo, y fuimos a la carretera de Fuencarral. Al rato, llegó un coche alargado de donde se bajaron cuatro milicianos, y el quinto, el jefe de las “checas”, que yo aún no conocía entonces. Vestía un tabardo marrón y unas botas. No tendría más de 23 ó 24 años. Era Santiago Carrillo. Apearon a tres señores y una señora, les hicieron andar sobre la cuneta unos doce metros, y sin que yo me lo esperara, sacaron las metralletas y los mataron a los cuatro. Carrillo, que había dado la orden de ejecución, saltó a la cuneta y me dijo: “Pionero, estudiante, ven acá. ¿Sabes quién es este?” –Señalando a uno de los ejecutados que estaba tendido en el suelo en un charco de sangre-. Este es el Duque de Veragua, el fascista número uno de España”, añadió Carrillo mientras sacaba una pistola de debajo del tabardo (que recuerdo perfectamente, del nueve largo), y disparó tres tiros sobre el cráneo del Duque, que ya estaba bien muerto. Hecho esto, Carrillo vio en la mano del cadáver una sortija con brillantes que parecía de valor, y dirigiéndose al Guardia de Asalto Ramiro Roig, “El Pancho”, le ordenó: “¡Quítale el anillo!”. El otro empezó a tirar sin conseguir que saliera. “¡Córtale el dedo, leche!” –reclamó Carrillo indignado-. El Guardia sacó una navaja del bolsillo y destrozó la mano hasta que consiguió sacar el anillo, y se lo dio a su jefe. Recuerdo perfectamente que Santiago Carrillo, después de limpiar la sangre de la sortija, con broza que tomó del suelo, se la guardó en el bolsillo y, cogiéndome por encima del hombro, me subió en el Ford. Emprendimos viaje de regreso. Una vez en la “checa” de la calle Marqués de Cubas, después de un rato, salió Carrillo y le dijo al Guardia de Asalto: “A este pionero que no le falte de nada, y me lo lleváis a Paracuellos  para que ayude a lo que tenga que ayudar”. Yo no sabía a qué se refería Carrillo, pero como todos los días me daban de comer, andaba con el puño en alto muy obediente.

Archivos de la Causa General

En los archivos de la Causa general, instruida por el Ministerio Fiscal nada más acabar la contienda civil, consta documentalmente que, los “Duques de la Vega y Veragua –este último descendiente del descubridor de América, de edad avanzada y que ninguna actividad política había desarrollado durante su vida-, fueron detenidos, por móviles exclusivos de robo, por unas milicias socialistas dirigidas por un individuo de ese partido, llamado Zacarías Ramírez, convertido en Capitán. Fueron inútiles todos los requerimientos de las representaciones diplomáticas para que el Ministro de Asuntos Exteriores, Álvarez del Vayo, garantizara la vida de los detenidos, que ningún peligro representaban para el régimen rojo. Finalmente, los dos mencionados señores fueron asesinados después de un prolongado secuestro, no sin que antes el jefe socialista obligase al Duque de Veragua a transmitirle, bajo ciertas solemnidades jurídicas, la propiedad de una finca que el Duque poseía en la provincia de Toledo”. Por aquellas fechas Santiago Carrillo era el jefe de las “checas” de Bellas Artes y Fomento, después sería ascendido, por méritos, a Consejero de Orden Público del Gobierno rojo, Comisario equivalente a Ministro de Orden Público, antes de Gobernación y ahora del Interior.

Sobre las actividades de las “checas”, datos recogidos por la Causa General señalan que “dentro de la identidad criminal entre todas las “checas”, se destacan las del Partido Comunista por su ferocidad y ensañamiento, ya que no conformes con asesinar a sus víctimas, les hacen antes objeto de los martirios más crueles, no habiendo una sola “checa” comunista en Madrid en que estos martirios no se aplicasen con carácter casi general”.

“Por Dios, no me torturen más”

Pionero “El Estudiante”, como le apodó Santiago Carrillo, sin darse realmente cuenta de dónde se estaba metiendo, continuó visitando las “checas” donde sus nuevos amigos le daban de comer todos los días, a cambio de que fuera con ellos y levantara el puño cuando se lo mandaban.

Tres días después de que mataran al Duque de Veragua y sus acompañantes, el 29 de agosto, Carrillo y su chófer, el comunista Juan Izascu, recogieron al “Estudiante” de la “checa” de Marqués de Cubas y fueron a Fomento, junto a la Estación de Atocha, en un Ford matrícula M-984. “Recuerdo que era de noche –nos dice nuestro testigo- cuando llegamos. Bajamos a un sótano donde esperaban la llegada de Carrillo los chequistas Manuel Domínguez “El Valiente” y el Guardia de Asalto Juan Bartolomé. Allí estaba sentada una mujer joven, de unos treinta años o más, con la ropa a jironazos, casi desnuda, que no hacía más que llorar y suplicar que no la pegaran más. Llegó por fin al sótano Santiago Carrillo y dio al tal “El Valiente” la orden de quemarle los pechos, orden que éste cumplió utilizando un cigarro puro. La mujer suplicaba “por Dios” que el tormento cesase. Luego me dijeron que se trataba de una monja, Sor Felisa del Convento de las Maravillas de la calle Bravo Murillo. Aquello me quedó muy grabado en la mente y no lo olvidaré jamás. He pasado muchas noches sin dormir recordando crímenes de estos. No sé qué pasó luego con la monja, supongo que moriría en las manos de aquellos chequistas que disfrutaban ultrajando a una religiosa.

Fueron asesinadas

Acudiendo nuevamente a los datos obtenidos por las investigaciones de la Causa General, encontramos que “Las Religiosas Adoratrices Sor Felisa González y Sor Petronila Hornedo Huidobro, que se vieron obligadas a abandonar su Convento de Guadalajara y marchar disfrazadas a Madrid, a su llegada a la Estación de Atocha, el 13 de agosto de 1.936, fueron detenidas en la “checa” de dicha Estación (…) y asesinadas seguidamente, habiendo aparecido los cadáveres en un descampado de La calle Méndez Álvaro, próximo a la Estación, el día 31 de agosto”. Las fotografías de Sor Felisa, realizadas el mencionado día 31 de agosto en el Depósito Judicial, muestran varios impactos de bala en la cara y en el cráneo.

“El mismo Santiago Carrillo les empujaba hacia la fosa con el pie”

“A los quince días –sigue contándonos su historia Julián- subimos a un coche de la Guardia de Asalto. Tomamos la carretera de Alcalá, Ventas, Canillejas y de ahí salimos a una carreterita muy estrecha, muy mala, y me encontré donde ahora está Barajas. Desde allí cruzamos un camino y pasamos por un puente, el del Jarama. Llegamos a un lugar donde vi gente en corros, de lejos. Bajamos del coche y el Guardia de Asalto les dijo a los de allí: “Aquí os presento al Pionero, “El Estudiante”. Nos manda el jefe que lo traigamos aquí, para que ayude y le deis de comer bien”. Vi unas zanjas, larguísimas, de unos 60 centímetros de anchas, que las abrían a pico y pala. No vi cadáveres. Por cierto, que me ofrecieron tabaco y se echaron a reír cuando les contesté que no fumaba. Nos pusimos a hacer zanja, y cuando pasó un buen rato trajeron la comida: judías, garbanzos con trozos de bacalao, pimientos, etc. Recuerdo que después de comerme dos buenos platos y un chusco, me dieron un puñado de higos secos. Después de descansar y beber vino, seguimos trabajando en la zanja. Al caer la tarde nos trajeron a Madrid, y a mi me dejaron en Cibeles, desde donde marché al metro de Alvarado, para dormir como todas las noches. Al otro día, igual, cavando zanjas que no sabía para qué servían… Después de varios días, mientras trabajábamos, llegó una furgoneta llena de gente. Los sacaron a gritos y los pusieron a todos delante de las zanjas. Salían sin calzado, con sangre en los pies, en la cara, apenas vestidos y sin objeto de valor alguno. Sin consideración, los mataron a todos, con metralletas y fusiles. Seguidamente los echaron a las zanjas y nos mandaron que cubriéramos con tierra los cadáveres. Debía ser la primera semana de noviembre cuando nos llegaron tres autocares con cientos de personas amontonadas. Yo no sabría calcular cuántos serían. Aquello fue horroroso. No paraban de matarlos y meterlos en las zanjas, mientras llegaban más autocares, con hombres. Todos eran fusilados y además machacados con fusiles en la cabeza. La escabechina fue tremenda. El mismo Santiago Carrillo los empujaba hasta la fosa con el pie; con algunos no podía y los arrastraba cogiéndolos de las piernas o de las manos. Después preguntó: “¿Qué tal se porta este pionero?”, refiriéndose a mi. Contestaron que trabajaba mucho. Que estaban contentos. “Bien, cuidarme al Estudiante”, dijo antes de marcharse dándome una palmada en la espalda”.

La matanza de noviembre

Así fue, a grandes rasgos, la matanza de Paracuellos efectuada los días 6, 7, 26 y 27 de noviembre. En esas fechas, la checa de Fomento había sido disuelta, formándose “un Consejo de Policía –según documentos oficiales-, presidido por los comunistas Santiago Carrillo y Segundo Serrano Poncela, a cuyo cargo quedó de un modo exclusivo el Orden Público en la capital abandonada por el gobierno rojo. El referido Consejo de Orden Público repartió a sus miembros entre las diversas cárceles de Madrid, y, tras una brevísima selección, que ya había sido comenzada por el disuelto Comité de Investigación Pública, fueron extraídos de las prisiones varios millares de presos de todas las edades, profesiones y condiciones sociales, que fueron asesinados por las Milicias de Vigilancia improvisadas por el gobierno rojo en Paracuellos del Jarama, Torrejón de Ardoz y otros lugares próximos a Madrid, donde reposan los restos de estas víctimas. Las órdenes que sirvieron para realizar estas extracciones aparecen firmadas por las autoridades de Orden Público”. Concretando más los hechos, “el 6 de noviembre de 1.936 se presentaron en la Cárcel Modelo de Madrid policías adscritos a la Dirección General de Seguridad, y milicianos de Vigilancia de Retaguardia, al mando del Inspector General Federico Manzano Govantes, con una orden de libertad de presos, sin indicación de nombres ni de número; en autobuses de la Sociedad Madrileña de Tranvías se llevaron a los presos que tuvieron por conveniente, sacándolos atados, y los asesinaron en las inmediaciones de Paracuellos del Jarama y Torrejón de Ardoz. Al día siguiente, 7 de noviembre, se repiten los mismos hechos, siendo asesinados una nueva tanda de reclusos”.

El 14 y 15 de noviembre, después de haber “peinado” Madrid varias veces, al objeto de que no quedara vivo ningún militar, citaron a los que quedaban en libertad en la Casa de la Moneda, bajo la excusa de liquidarles los haberes atrasados. Una vez dentro, los cuatro mil militares se dieron cuenta de que aquello estaba tomado. Habían caído en una trampa. Fueron trasladados en camiones hasta la D.G.S. (Dirección General de Seguridad), en la calle Infantas, y desde allí, a las cárceles habilitadas. A los pocos días fueron llevados a Paracuellos donde se les asesinó en masa.

“Esta es mi zanja, Dios mío”

Julián tiene ahora 55 años. Vive en un pueblecito cercano a Madrid y quiere olvidarlo todo. Lo que vio teniendo 14, 15 y 16 años, lo ha revivido ahora para que los jóvenes comprendan la postura de sus abuelos cuando acuden, en estas fechas, al aniversario del Genocidio de Paracuellos. “El Estudiante” de hace 41 años, nos ha acompañado, una por una, a todas las “checas” –donde estaban las “checas”, claro-, recordando anécdotas que le ocurrían cuando llevaba, desde el despacho de Carrillo en la calle Pontejos, las listas de los que debían detener y asesinar. Hemos estado en la carretera de Fuencarral, buscando el lugar donde fue muerto el Duque de Veragua, siguiendo las indicaciones que la memoria de “El Estudiante” le recordaban. “Allí tiene que haber una granja, y más adelante un cauce de agua –decía Julián-, justo por aquí. Sí, sí, fue aquí donde nos bajamos con el Ford. Venían también los chequistas Santiago Escalona, Sagrario Ramírez y Ramiro Roig, “El Pancho”. Este último fue quien le cortó el dedo al Duque para sacarle el anillo. Y desde aquí les dispararon –se pone en posición de tiro-, y aquí cayó el Duque de Veragua, así –Julián cae al suelo imitando la posición en que quedó el cadáver del Duque antes de que Carrillo le disparara los “reglamentarios” tiros de gracia- de lado, sangrando por todas partes”. El recorrido hasta llegar al cementerio de Paracuellos del Jarama fue también relativamente fácil, recordando lugares y gentes. Al llegar al Cementerio, después de santiguarse, Julián empezó a caminar como hipnotizado recorriendo las diversas zanjas, cubiertas con algunas cruces y flores. “Esta es mi zanja, Dios mío; esta es la zanja que yo hice con mis manos -exclamaba “El Estudiante” llorando como un niño-. Aquí hay miles y miles de asesinados. ¡Dios mío, qué tragedia! ¿Por qué has vuelto, Carrillo? ¡Que no vuelvan esos tiempos, por favor!”, gimoteó, finalmente, aferrado a una de las cruces donde se leían algunos de los nombres de los que allí dormían desde el año 36.

Prescritos

Todos los asesinatos antes relatados, y miles más, hace años prescribieron sin que haya lugar para perseguir de oficio a los presuntos culpables. Muchos de los responsables han muerto, al igual que los testigos. De los primeros, algunos aún se pasean desafiantes por los cenáculos de moda. De los segundos, como en el caso de Julián, también aún quedan quienes se manifiestan dispuestos a dar testimonio físico de aquellas atrocidades. ¡Dios libre a nuestro pueblo de nuevas vivencias como las que aquí se evocan en víspera a su aniversario!

La famosa carta enviada por el enterrador de Paracuellos. Dice así :

Sr. Don Santiago Carrillo Solares:

“Creo que me conocerás. Yo sí te recuerdo mucho. Hoy soy vecino de Aranjuez, tengo 85 años. En el año 1.936 fui enterrador del cementerio de Paracuellos del Jarama. También estuve en la checa de la ESCUADRILLA DEL AMANECER, de la calle del Marqués de Cubas nº 17 de Madrid, donde presencié los más horribles martirios y crímenes.

También estuve en el Cuartel de la Guardia de Asalto de la calle Pontones, en la Puerta del Sol, donde tú, Santiago Carrillo, mandabas realizar toda clase de martirios y ejecuciones en las checas de tu mando. Yo soy Pionero, al que llamaban “EL ESTUDIANTE”, que llevaba la correspondencia a las diferentes checas a cambio de la comida que me dabas…¿Me conoces ahora, Santiago Carrillo?

¿Te acuerdas cuando tú, Santiago Carrillo, acompañado de la Miliciana SAGRARIO RAMÍREZ y de SANTIAGO ESCALONA y RAMIRO ROIG alias “EL PANCHO”, en la era de Fuencarral, Kilómetro 5, el día 24 de agosto de 1.936 a las 7 de la mañana, asesinasteis al Duque de Veragua y tú, Santiago Carrillo, mandaste que le quitaran el anillo de oro y piedras preciosas que llevaba? ¿Recuerdas que no se lo podías quitar y tú, Santiago Carrillo, ordenaste que le cortaran el dedo?

¿Te acuerdas, Santiago Carrillo, la noche que llegaste a la checa del Fomento, en el coche Ford, matrícula de Madrid 984, conducido por el comunista JUAN IZACU y los chequistas MANUEL DOMÍNGUEZ alias “EL VALIENTE” y el Guardia de Asalto JOSÉ BARTOLOMÉS y en el sótano mandaste quemar los pechos de la monja Sor Felisa del Convento de las Maravillas de la calle Bravo Murillo, y así lo hizo “EL VALIENTE” con un cigarro puro? Esto sucedió el 29 de agosto de 1.936 a las 3 de la madrugada… ¿Me recuerdas ahora, Santiago Carrillo?

Con 24 años que tenías, ¡cuántos asesinatos cometiste…! ¡Cuánta sangre tienes derramada en España…! No quiero molestarte más, Santiago Carrillo, CRIMINAL.

Se despide de ti el enterrador de Paracuellos del Jarama, alias “EL ESTUDIANTE”, que presenció los martirios y asesinatos que tú, Santiago Carrillo, mandaste que se realizaran en España”.

Y terminamos con una auténtica vergüenza: la investidura como “Doctor Honoris Causa” por la Universidad Autónoma de Madrid, hecho que tuvo lugar el 20 de octubre de 2.005, como se recordará.

Como en todo acto de este tipo, se interpreta el himno “Veni Creator Spiritus, mentes tuorum visita. Imple superna gratia quae tu creasti pectora . . .”   “Ven Espíritu creador; visita las almas de tus fieles. Llena de la divina gracia los corazones que Tú mismo has creado”. ¡Qué sublime emoción sentiría este tipo al oir semejante himno!. Los éxtasis de Santa Teresa de Jesús probablemente se quedarían cortos.

Luis David Bernaldo de Quirós Arias.

Las pruebas contra Carrillo en Paracuellos

Después de décadas de debate, el ensayo de César Vidal Paracuellos-Katyn arrojó luz sobre la responsabilidad de Carrillo en la matanza de Paracuellos.

Santiago Carrillo no es el único que tuvo responsabilidad en la matanza de Paracuellos del Jarama (Madrid) en otoño de 1936 (4.200 asesinados totalmente identificados) pero la investigación histórica que realiza César Vidal en Paracuellos-Katyn (Libros Libres 2005) aporta datos esclarecedores sobre la implicación directa de Carrillo en estos horribles crímenes. En el momento de la matanza, Carrillo era responsable de seguridad de la Junta de Madrid.

Vidal explica que «ninguno de los que supieron, en noviembre de 1936 lo que estaba sucedieron» tuvieron dudas sobre «la responsabilidad ejecutora» de Carrillo en la matanza. Entre los textos que apuntan en esta dirección destaca el del nacionalista vascoJesús de  Galíndez –fue asesor de la Dirección General de Prisiones cuando el también peneuvista Manuel de Irujo fue nombrado Ministro de Justicia de la Segunda República– escribió en 1945 en sus memorias del asedio de Madrid:

El mismo día 6 de noviembre se decide la limpieza de esta quinta columna por las nuevas autoridades que controlaban el orden público. La trágica limpieza de noviembre fue desgraciadamente histórica; no caben paliativos a la verdad. En la noche del 6 de noviembre fueron minuciosamente revisadas las fichas de unos seiscientos presos de la cárcel Modelo y, comprobada su condición de fascistas, fueron ejecutados en el pueblecito de Paracuellos del Jarama. Dos noches después otros cuatrocientos. Total 1.020. En días sucesivos la limpieza siguió hasta el 4 de diciembre. Para mí la limpieza de noviembre es el borrón más grave de la defensa de Madrid, por ser dirigida por las autoridades encargadas del orden público. (J. de Galíndez Suárez, Los vascos en el Madrid sitiado)

La responsabilidad directa de Carrillo en estos millares de crímenes fue confirmada de manera irrefutable tras la apertura de los archivos de la antigua Unión Soviética. César Vidal recoge un documento de enrome importancia escrito a mano por Gueorgui Dimitrov, líder en ese tiempo de la Internacional Comunista al servicio de Stalin. En el texto, escrito el 30 de julio de 1937, informa de la manera en que prosigue el proyecto de toma del poder del PCE en el Gobierno del Frente Popular. La referencia a las matanzas de Carrillo aparece en relación con las críticas al ministro peneuvista de Justicia, Manuel de Irujo:

Pasemos ahora a Irujo. Es una nacionalista casco, católico. Es un buen jesuita, digno discípulo de Ignacio de Loyola (…). Se dedica especialmente a acosar y perseguir a gente humilde y a los antifascistas que el años pasado trataron con brutalidad a los presos fascistas en agosto, septiembre, octubre y noviembre. Quería detener a Carrillo, secretario general de la Juventud Socialista Unificada, porque cuando los fascistas se estaban acercando a Madrid, Carrillo, que era entonces gobernador, dio la orden de fusilar a los funcionarios fascistas detenidos. En nombre de la ley, el fascista Irujo, ministro de Justicia del gobierno republicano, ha iniciado una investigación contra los comunistas, socialistas y anarquistas que trataron con brutalidad a los presos fascistas. (…) Irujo está haciendo todo lo posible e imposible para salvar a los trotskystas y sabotear los juicios que se celebran contra ellos.

Pero, como explica César Vidal en su investigación, otro agente de Stalin, Stoyán Mínev Stepanov, delegado en España de la Komitern de 1937 a 1939, redactaba en abril de 1939 un informe sobre las causas de la derrota en España. En él también mencionaba a Carrilo de forma reveladora, al hablar de la resistencia que había plantado el PSOE tras al avance del PCE: «Provocan la persecución contra muchos comunistas (incluso también contra Carrillo) por la represión arbitraria de los fascistas en otoño de 1936«. Lo que demuestra que la responsabilidad de Carrillo no sólo era conocida por el PCE y los agentes de Stalin, sino que también fue utilizada por el PSOE para frenar el avance del PCE en el seno de la guerra interna del Frente Popular.

Además de estas pruebas, ya en la época de la Transición un antiguo miliciano denominado El Estudiante que asegura que acompañó a Carrillo en sus tareas represivas, escribió una carta al ex dirigente comunista que en su momento no tuvo eco en la prensa por las ansias de reconciliación que presidían la Transición. Sí se publicó una entrevista en un diario de la época en la que se reafirmaba del contenido de la carta e, incluso, aparecía llorando en fotografías de los lugares donde , según su testimonio, Carrillo perpetró sus crímenes

En la carta, El Estudiante dice:

Hoy soy vecino de Aranjuez, tengo 65 años y en el año 1936 fui enterrador del cementerio de Paracuellos del Jarama. También estuve en la checa de la Escuadrilla del Amanecer, de la calle Marqués de Cubas 17 de Madrid, donde presencié los mas (sic) horrendos martirios y crímenes (sic). También estuve en el cuartel de asalto de la calle Pontones donde tú, Santiago Carrillo, mandabas realizar toda clase de martirios y ejecuciones de la checa de tu mando. Yo soy el pionero al que llamabas, el estudiante, que llevaba la correspondencia de las distintas checas a cambio de la comida que me dabais. ¿Me recuerdas ahora, Santiago Carrillo? ¿Te acuerdas cuando tú, acompañado de la miliciana Sagrario Ramírez, Santiago Escalona y Ramírez Roiz, alias el Pancho, en la carretera de Fuencarral km 5, el día 24 de agosto de 1936, siete de la mañana, asesinasteis al Duque de Veragua, que tú, Santiago Carrillo, madasteis (sic) que le quitaran el anillo de oro con piedras preciosas; y recuerdas que no se lo podian (sic) quitar y tú, Santiago Carrillo ordenastes (sic) que le coartaran el dedo; recuerdas, Santiago Carrillo, la noche que fuisteis a la checa de Fomento con tu coche Ford M-984 conducido por el comunista Juan Llascu y los chequistas Manuel Domicris, el Valiente, y el guarda de asalto José Bartolomé, y que entonces en el sotano (sic)mandastes(sic) quemar los pechos de la monja sor Felisadel Convento de las Maravillas de la calle de Bravo Murillo, y que así lo hizo el Valiente, con un cigarro puro. Esto sucedió el día 29 de agosto a las tres de la madrugada.

Información extraída del ensayo de César Vidal Paracuellos-Katyn, Libros Libres, 2005.

JULIAN GRIMAU – TODO UN CRIMINAL

Julián Grimau García nació en Madrid el 18 de febrero de 1911, hijo de Enrique Grimau, comisario de policía de Barcelona, y de María García.En el año 1935 militaba en la Izquierda Republicana y era funcionario del cuerpo de policía. Intervino en graves sucesos de la guerra civil, como el asalto al cuartel de la Montaña. En octubre de 1936 ingresó en el PCE y en noviembre de 1936, siendo Santiago Carrillo encargado de Orden Público, Grimau fue nombrado Jefe de Grupo de la Brigada Criminal de Madrid. Su carrera experimentó un vertiginoso ascenso, llegando a ser Secretario General de Investigación Criminal de Valencia y responsable del PCE en este organismo, lo que significaba que todos los comunistas del cuerpo general de policía dependían de él. Su nombre apareció en el boletín de la Dirección General de Seguridad con fecha 16 de agosto de 1937 con motivo de una recompensa por haber logrado la detención de sesenta y tres personas que luego fueron fusiladas en su mayoría. Ennoviembre de 1938 fue felicitado oficialmente por su celo y eficacia represiva del “trotskismo” y de “la quinta columna fascista.”

La ciudad de Barcelona fue en los días de la guerra civil española, el escenario de la actuación de Grimau. Culpable de gran número de martirios y torturas a personas detenidas por él. Muchos de ellos fueron fusilados en los fosos de “Santa Elena” del castillo de Montjuich

Los familiares de aquellas personas que fueron “juzgadas” por los tristemente conocidos “tribunales populares”, recuerdan a Grimau como “testigo de cargo”, y le recuerdan acusando siempre, imponiendo su voluntad criminal.

El gran escritor y periodista Emilio Romero Gómez, nacido en Arévalo (Ávila) el 21 de julio de 1917 y fallecido en Madrid el 12 de febrero de 2003, recogió en su libro Los papeles reservados, (diciembre 1985) una serie de documentos de testigos que aún vivían y recordaban las “hazañas del angelical” Julián.

Doña Joaquina Ventoldrá Niubó, vive en Barcelona, calle Rosellón 267. Su marido, D. César Sánchez Catalina, era jefe técnico de “Transradio Española”. Fueron detenidos ambos el día 22 de marzo de 1938, por una patrulla de la policía roja a cuyo frente iba como jefe Julián Grimau García, quien se apoderó de todos los objetos de valor, dinero y documentos que llevaban tanto ella como su marido. En la casa hicieron un registro, destrozando muebles y cuadros religiosos, y se llevaron todo cuanto creyeron de valor. Fueron conducidos a la “Brigada Criminal”, localizada en el número 1 de la Plaza Berenguer el Grande, en cuyos sótanos tenían montada una checa. Fueron objeto de crueles tratos de palabra y obra, especialmente su marido, de quien trataban de conseguir que hiciera declaraciones y delatara a los componentes de “grupos” que decían controlaba. Doña Joaquina Ventoldrá declara que la mandaron desnudarse completamente y que luchó y gritó desesperadamente cuando intentaban quitarle la ropa.

Su marido fue separado de ella y encerrado en una celda sin ventilación, debajo de una escalera, en la que era muy difícil mantenerse erguido. Permaneció en esta celda durante cuatro meses, al final de los cuales pasó a la Cárcel Modelo de Barcelona, pues había sido “juzgado” y condenado a muerte. El “juicio” duró cinco días, y, durante ellos, Julián Grimau impidió que los presos fueran visitados por sus familiares, a quienes echó violenta y groseramente a la calle el último día. El 11 de agosto de 1938 fue fusilado Sánchez Catalina en los fosos de “Santa Elena”, en Montjuich, en unión de sesenta y dos personas más, la mayor parte detenidas por Julián Grimau.

Doña Joaquina Ventoldrá Niubó fue encerrada en una celda muy húmeda. Desde ella oía los gritos de Julián Grimau que amenazaba con fusilar a todos. Un día una señorita apellidada Antolina, contestó vivamente a las amenazas de Grimau diciendo que para ella sería un honor ser fusilada. Julián Grimau la empujó violentamente por las escaleras obligándola a bajar rodando hasta los calabozos. En los días en que la señora Ventoldrá permaneció en la celda tuvo noticia de las torturas que sufrió don Germán Tárraga Carrillo, de 27 años, a quien quemaron los pies con un soplete para que declarara y fue fusilado pocos días después.

Otra de las víctimas de Julián Grimau, tristemente célebre en Barcelona como interrogador y torturador, fue el Juez de Primera Instancia de Tarrasa, don Joaquín Serrano Rodríguez, fusilado también en los fosos de “Santa Elena” del castillo de Montjuich el día 11 de agosto de 1938. Su viuda, doña María Dolores Amorós Sabaté, vive actualmente en la calle Valencia nº 184, en Barcelona. Ha declarado que su esposo fue detenido el día 7 de mayo de 1938, trasladado a los calabozos de la “checa” de la Plaza de Berenguer el Grande, donde fue terriblemente maltratado para que declarara y, al no conseguir ninguna palabra de él, Julián Grimau mandó encerrarlo en una de las peores celdas de su “cuartel general”. Más tarde se le amenazó con llevar detenidos a su esposa y dos hijos pequeños, que tenían 7 y 2 años de edad, para hacerle hablar. Fue entonces cuando el señor Serrano Rodríguez dijo que le llevaran una hoja en blanco y la firmaría para que pusieran en ella lo que quisieran.

Doña Joaquina Sot Delclós fue también fusilada en el foso de “Santa Elena”, del castillo de Montjuich. Su hermana, doña Ana Sot Delclós, que vive en la calle Correal nº 19, de Gerona, declara que el día primero de abril de 1938 fueron detenidas en la estación de Gerona por un grupo de seis o siete individuos que dijeron ser policías. Las hicieron volver a su domicilio, al que llegaron a las diez de la mañana. El grupo estaba dirigido por Julián Grimau y Joaquín Rubio. Durante el largo registro, Julián Grimau las amenazaba con la pistola apoyada en sus espaldas para que entregaran todo lo que tuvieran de valor. Las obligaron a preparar la comida y la cena para el grupo y después las trasladaron a Barcelona a la “checa” de la Plaza de Berenguer el Grande. Las colocaron en una habitación, cada una en un ángulo, separadas, de pie, sin permitirles descansar ni hablar. Así estuvieron tres días, bajo la vigilancia de Grimau y Rubio.

Fueron llevadas después a los calabozos de la Jefatura Superior de Policía, incomunicadas y sometidas a nuevos interrogatorios cinco horas más tarde.

Cuenta aún con horror doña Ana Sot Delclós, que su hermana Joaquina fue torturada por el propio Julián Grimau y arrastrada por los suelos, tirándole de los cabellos para obligarla a declarar. Cuando, antes de ser fusilada, vio a su hermana, aún tenía señales de haberle sido arrancados los cabellos. Y le confesó que en su calabozo había estado tres o cuatro días con un individuo que, según frases del propio Julián Grimau, había sido metido allí “para que saciara sus instintos de virilidad”. Este sujeto se portó correctamente con ella. Al parecer estaba detenido por delitos vulgares.

Otro testimonio dramático es el que ofrecen doña Otilia Argente Roma y doña Teresa Roma Argente -madre y hermana de un hombre que fue fusilado el día 11 de agosto de 1938 en los fosos de “Santa Elena”, del Castillo de Montjuich-. Don Eduardo Roma Argente, golpeado brutalmente por Julián Grimau en los interrogatorios, sufrió antes de morir todas las humillaciones de la “checa” instalada en la Plaza de Berenguer el Grande, de Barcelona.

Hay un testimonio, el de doña Manuela Cuxart Salaet de Reniu, detenida y confinada, en el mes de mayo de 1938, en la “checa” de la Plaza de Berenguer el Grandeque revela una cruel y singular actividad de Julián Grimau: su actuación como “testigo de cargo” ante los tribunales, para acusar a los detenidos que iban compareciendo ante ellos, dando siempre la impresión de que las penas eran impuestas según sus indicaciones y por los cargos que hacía contra los detenidos.

Doña Mercedes Pla López, esposa del coronel de Caballería don Luis Indart, después de haber permanecido tres meses detenida en los calabozos de la Jefatura Superior de Policía, fue llevada a la “checa” de la Plaza de Berenguer el Grande. En los interrogatorios fue tratada groseramente por Julián Grimau, que la amenazó de muerte si no respondía a los cargos que se le hacían, de los cuales él decía tener pruebas. Acosada por Grimau conforme a sus técnicas propias, se vio obligada, como en el caso del señor Serrano Rodríguez, a pedir un papel en blanco para firmar lo que Grimau ordenara. Ella sabía que Julián Grimau desnudó y torturó a Joaquina Sot Delclós, también fusilada en los fosos de “Santa Elena”, según consta en este informe y había tenido noticias de haber sido brutalmente maltratada Sara Jordá Guanter, fusilada después en los fosos de “Santa Elena”. Durante el tiempo que estuvo encerrada en la “checa” comprobó que Julián Grimau llevaba la dirección de los interrogatorios y aplicaba las torturas.

La viuda de don Manuel Vara Colón, también fusilado en los fosos de “Santa Elena”, del Castillo de Montjuich, declara que, tras la detención de su esposo, hicieron un registro en su casa llevándose cuantas joyas y objetos de valor encontraron. Durante la estancia de su marido en la “checa” de la Plaza de Berenguer el Grande, estuvo incomunicado y, por la apariencia externa que presentaba el día del juicio, no había duda de que había sido maltratado sin piedad.

Doña María Pons Madurell, cuenta el martirio de su hermano don Antonio Pons Madurell, detenido por Julián Grimau, que actuó como “testigo de cargo” en el proceso y dirigió los interrogatorios y las torturas.

Asimismo don Antonio Seseña Debén, funcionario del Ayuntamiento de Barcelona, y don Celso Mira Martínez de Canturella, ingeniero industrial, pasaron por la “checa” que dirigía Julián Grimau, quien les hizo suscribir declaraciones falsas y actuó como “testigo de cargo” en el proceso a que fueron sometidos.

A este informe deberá unirse, para vergüenza de muchas gentes, el testimonio de don Nicolás Riera Marsá Llambi, que vive en Barcelona, calle de Muntaner nº 575, consejero de “Industrias Riera Marsá”. Fue detenido a  principios de 1938, estuvo en la “checa” de la Plaza de Berenguer el Grandeque mandaba Julián Grimau, bajo la acusación de alta traición. Cuando se le ha preguntado ahora sobre aquellos días ha contestado:

«Sobre Grimau concretamente, debo manifestar que desde el primer momento demostró una vileza y una degeneración absolutas. Los interrogatorios los hacía él personalmente, acompañado, en ocasiones, por dos más y una mecanógrafa. Como actos graves conocidos, conozco lo realizado contra la integridad personal dedon Francisco Font Cuyásdoña Sara Jordá Guanter y algunos otros cuyos nombres no recuerdo. Empleaba el tal Grimau un dispositivo eléctrico acoplado a una silla. Usaba también una cuerda de violín o de violonchelo puesta en un arco de violín, que provocaba, aplicada sobre la garganta del interrogado, una agobiante asfixia que enloquecía al torturado. Otros interrogatorios se efectuaban con el preso atado a un sillón de barbería, situándose dos individuos detrás de él, mientras Grimau hacía las preguntas con una luz enfocada a la cara del interrogado; si la contestación no era de su agrado recibía dos golpes simultáneos de los hombres situados a su espalda que lo dejaban, en primer lugar, baldado y, después, con un miedo atroz y una tensión nerviosa tan brutal que obtenía cuantas declaraciones quería, verdaderas o falsas. A uno de los detenidos,Juan Villalta Rodríguez, se le castró en la silla de barbero, donde existían unas placas eléctricas que le fueron aplicadas a los testículos, produciéndole quemaduras horrorosas. Este tormento también lo sufrió don Francisco Font Cuyás que, como el anterior, fue fusilado más tarde.

El señor Riera Marsá añade:

“Las celdas de los sótanos empleados por esa “checa” en la Plaza Berenguer el Grande eran extremadamente pequeñas. Escasamente cabía un preso tendido horizontalmente y una banqueta y, en ellas llegó a tener once presos juntos durante dos meses, encontrándose también junto a los hombres una señora, Sara Jordá Guanter, y las hijas de un farmacéutico de la barriada de Sans que tuvieron que convivir todo ese tiempo privadas de toda comunicación.”

Indiscutiblemente Grimau fue uno de los hombres más nefastos de aquella época, que actuó con saña hasta el punto de acentuar su crueldad cuanto más débil era la víctima. Sería interminable la lista de testimonios de los que aún viven y fueron injuriados, maltratados y torturados sólo por el hecho de confesarse españoles y por no pensar como Grimau pensaba. Pero más numerosa aún es la lista de aquellos que no pueden testimoniar porque hace veinticinco años fueron asesinados por Julián Grimau y sus hombres.

Han pasado desde entonces veinticinco años. Pero los españoles que vivieron aquellas increíbles horas de zozobra y delación, de martirios y tiros en la nuca, no pueden, aunque quieran, olvidarlas. Y se hacen cruces contemplando la increíble ligereza con que ciertos sectores de la Prensa del mundo se aferran en estos casos a los burdos artilugios que los comunistas levantan para defender a sus fieles peones.»

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 Grimau investiga el asesinato de León Narwicz.


Julián Grimau no solo estuvo involucrado en la represión con torturas y asesinatos contra la llamada quinta columna derechista o fascista, si no también contra anarquistas y trotskistas.

El capitán de las Brigadas Internacionales León Narwicz, de nacionalidad polaca y miembro de la NKVD y del Servicio de Información Militar (SIM), había jugado un importante papel, ya antes de las jornadas conocidas como los sucesos demayo de 1937, preparando la identificación y posterior detención de los distintos militantes y dirigentes del POUM, mediante la obtención de fotografías. Tras ganarse la confianza de diversos dirigentes del POUM (Nin, Andrade, Landau, Gorkin), a quienes se había presentado como simpatizante de la Oposición rusa, pudo recorrer sin levantar sospechas los distintos locales del POUM sacando las fotos que quiso. Tras las masivas detenciones de militantes del POUM después del16 de junio de 1937, algunos de ellos observaron que la policía, para identificar a quien detenía llevaba fotos recientes, que sólo podían ser las que había tirado Narwicz.

Juan Andrade posteriormente identificó a Narwicz en una foto publicada en la prensa, en la que aparecía junto a Líster y otros destacados estalinistas. En enero-febrero de 1938 León Narwicz y Lothar Marx estaban trabajando en un intento de infiltrarse en la Sección Bolchevique-Leninista de España (SBLE), presentándose como simpatizantes, que podían influir en un pequeño grupo alemán de las Brigadas Internacionales. En esa misma época León Narwicz estaba intentando entrar en contacto con la organización clandestina del POUM, sin saber que los poumistas conocían ya su carácter de agente soviético, el papel que había jugado en la detención de Nin, del Comité Ejecutivo y de varios militantes del POUM, así como su labor de recopilación o fabricación de pruebas judiciales en el proceso en curso abierto contra ese partido.

El POUM decidió hacerle creer que les interesaba contactar con él, y le dieron una cita para encontrarse. El capitán de las Brigadas Internacionales, Primera Compañía, Cuarto Batallón, 13 Brigada, 45 División del Ejército del Este, León Narwicz acudió el 10 de febrero de 1938, a las diez de la noche, a la cita en un descampado en la calle Legalidad, a la altura de Alegre de Dalt, en Barcelona, sin sospechar nada. Un grupo de acción del POUM, formado por Albert Masó March y Lluís Puig, le disparó tres tiros en la cabeza. La muerte de León Narwicz fue reivindicada por el POUM como un acto de venganza contra la NKVD por la muerte de Nin y la persecución política del partido llevada a cabo desde el 16 de junio de 1937. Ni Albert Masó ni Lluís Puig fueron detenidos.

Masó fue un destacado militante en la “Fracción Francesa de la Izquierda Comunista”, en “Socialisme ou Barbarie”, “Pouvoir Ouvrier” y finalmente de nuevo en el POUM. Puig murió de tuberculosis en la prisión de La Santé en París, en1939.

El 14 de febrero el cadáver de Narwicz fue sepultado en la fosa común del cementerio del Sud-oeste de Barcelona.

La muerte de Narwicz sirvió de pretexto para la detención y juicio de los militantes de la SBLE: Manuel Fernández Grandizo Martínez conocido con el seudónimo de “Munis”, Jaime Fernández RodríguezDomenico Sedran (“Adolfo Carlini”), Aage Kielso (danés), Víctor Ondik (checo), Teodoro Sanz y Luis Zanón. La investigación fue conducida por Julián Grimau García, lo cual demuestra la importancia que la NKVD y el SIM concedían al caso Narwicz.

Grimau era el “ojo de Moscú” en el proceso. Julián Grimau mantuvo detenidos en la checa de la Puerta del Ángel nº 24, durante un mes (del 13 de febrero al 10 de marzo de 1938) a todos los trotskistas detenidos por el asesinato del capitán Narwicz. A “Munis”, “Carlini” y Fernández se les pedía la pena de muerte. Sanz, Ondik, Zanón (que se derrumbó psicológicamente, absolutamente aterrorizado, consiguiendo Grimau que firmara una “confesión” que acusaba a sus camaradas del asesinato de Narwicz, de la que se retractó en cuanto ingresó en la Modelo) y Kielso (que consiguió fugarse) estuvieron sometidos a toda clase de torturas por un equipo de agentes del SIM, dirigido por Julián Grimau: palizas, simulacros de fusilamiento, cabellos arrancados de cuajo mediante tenazas, varios días sin alimento ni agua, hasta el punto de verse obligados a beber los propios orines, etc.

El 11 de marzo de 1938 fueron puestos a disposición judicial e ingresaron en la Prisión Modelo.

El 26 de marzo de 1938 el delegado de las Brigadas Internacionales, capitán Jesús Prados Arrarte se presentó en el juzgado, a requerimiento del juez, para responder a sus preguntas. Declaró altaneramente que el capitán León Narwicz era de nacionalidad polaca, que había sido voluntario en las Brigadas Internacionales y que en la actualidad trabajaba en el SIM de las Brigadas Internacionales. El capitán Prados exigió que se permitiera a Kurt Laube, jefe del SIM y de la delegación de las Brigadas Internacionales en Barcelona, que retirara la documentación y los efectos personales del fallecido, que finalmente le fueron entregados el 12 de abril de 1938.

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 Detención de Julián Grimau.


El 7 de noviembre de 1962 la policía detuvo al activista y miembro de la dirección del PCE Julián Grimau García.

Desde 1944 actuó a las órdenes de Santiago Carrillo en Cuba y a partir de 1954 fue miembro del Comité Central. Entró en España para incorporarse al aparato clandestino del PCE en 1957. Volvió en el año 1959 para asumir un puesto importante en la dirección del interior. Para cualquier historiador surge una inevitable pregunta: ¿por qué fue enviado Grimau en 1959 a España para participar en la subversión cuando sus compañeros de Partido sabían que pesaba sobre él amenaza de pena capital? Ciertos autores comunistas, como Jorge Semprún y José Ruiz Ayúcar afirman que precisamente por eso. Max Gallo añade que cabe la sospecha de que fue denunciado por un militante, Lara, con el que acababa de entrevistarse. De hecho cuando la policía le detuvo en un autobús urbano de Madrid, no sabía quien era: la documentación figuraba a nombre deEmilio Fernández Gil, viajante de comercio. Un poco por sorpresa se averiguó después que estaba detenido el terrible chekista de Barcelona. El Gobierno español no había solicitado su extradición. El reo había sido puesto en sus manos. Llevado a la Dirección General de Seguridad intentó huir o suicidarse saltando por una ventana, pero resultó sólo con heridas. Dijo al médico que esas lesiones se las había causado la policía. Pero estas manifestaciones obedecían a las instrucciones que se daban a los miembros del Partido, para cualquier caso semejante, como un medio de defensa. Más tarde Grimau declaró no haber sido objeto de malos tratos.

Grimau no negó quien era, no manifestó arrepentimiento ni pidió perdón; al contrario, afirmó con énfasis que había venido a España a derribar el Régimen.

Carrillo y el PCE montaron una campaña de gran alcance como protesta por el proceso y ejecución de Julián Grimau. Carrillo no estaba muy legitimado para la protesta, ya que sus propios compañeros, como el político e ideólogo comunistaFernando Claudín, reconocen la imprudencia de haberle mantenido a Grimau tanto tiempo en España, o como recuerdaJorge Semprún que Grimau fue “una víctima más del subjetivismo del PCE”, y que Carrillo “le trataba con bastante dureza y no le perdonaba el más mínimo error”. A Semprún le intrigaba “esa extraña sensación de dominio y sometimiento” entre ambos, atribuyéndola a “los secretos que todos esos hombres debían compartir desde la guerra civil. Los oscuros secretos de la sangre”.

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 Vista de la causa contra Julián Grimau.


Los medios de comunicación del viernes 19 de abril de 1963, anunciaban

“que en la mañana del jueves 18 de abril de 1963, se ha celebrado la vista de la causa contra Julián Grimau, acusado de crímenes perpetrados durante la guerra española de Liberación, y de haber regresado clandestinamente a España para dirigir, en su calidad de miembro del Comité Central de Partido Comunista, actividades subversivas en el interior, misión que Grimau llevó a efecto. La vista, que fue pública, tuvo lugar ante un tribunal militar. El acusado estuvo asistido por un defensor militar y un abogado civil. Después de los interrogatorios informaron el fiscal y el defensor, prologándose la vista durante más de cuatro horas. La causa quedó vista para sentencia, que no será firme hasta que la apruebe la autoridad judicial competente”.

Al juicio asistieron numerosos periodistas nacionales y corresponsales extranjeros. Leído el apuntamiento en el que se relatan los cargos contra el procesado Julián Grimau, fue interrogado por el fiscal, ante el que pretendió no recordar muchos de los hechos en que intervino o intentó justificarlos alegando que él, como miembro de la Policía de la zona roja, se había limitado a cumplir órdenes que recibía de sus superiores.

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  Interrogatorio del procesado.

A las preguntas del ministerio público, el procesado reconoció que tras haber pertenecido a otras organizaciones del Frente Popular se afilió a fines de 1936 al Partido Comunista, al que ha permanecido desde entonces, llegando a ocupar en él puestos de confianza y responsabilidad hasta el punto de que en el V Congreso, celebrado en Praga, fue elegido miembro del Comité Central, cargo para el que fue reelegido posteriormente y que ostentaba todavía cuando fue detenido en España, a donde llegó para dirigir la acción subversiva ordenada por el partido.

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  Actuación en la retaguardia roja.

Grimau afirmó después que él mismo no sabe explicarse cómo, a los pocos días de haber marchado voluntario al frente de Toledo, fue llamado a Madrid para ocupar un alto puesto en la Brigada de Investigación Criminal, en la que llegó a alcanzar una gran influencia. Dijo que pese a encontrarse en edad militar, contaba entonces veinticinco años, entendió que también en la retaguardia había difíciles misiones que cumplir y que como miembro de la Brigada intervino en numerosas detenciones, siendo posible que entre las personas arrestadas, no pocas de las cuales fueron asesinadas después, hubiese alguna que no hubiere cometido ningún delito común y que fueran detenidas sólo por sus antecedentes políticos. Reconoció que por sus servicios fue premiado en numerosas ocasiones con recompensas en metálico y ascensos hasta alcanzar el puesto de secretario general de la Brigada con jurisdicción en Madrid, Barcelona y Valencia.

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  Informa el vocal ponente.

El vocal ponente enumeró, después de estas declaraciones de Grimau, una impresionante lista de detenciones, torturas, asesinatos, expoliaciones y actos deshonestos en los que intervino el procesado, quien afirmó no recordar algunos de los hechos, negando otros e incurriendo en algunas contradicciones, como al decir que nunca intervino en los interrogatorios de los detenidos en una checa de Barcelona para reconocer luego que sí lo hizo en su propio despacho, pero no en los calabozos.

De la declaración hecha por el vocal ponente podemos dar estos datos:

Desde el día 15 de agosto de 1936 pertenece a la llamada Brigada de Investigación Criminal. Como miembro de la Brigada participó en registros, expoliaciones, detenciones y asesinatos. Con aval y recomendación del Partido Comunista fue ascendido a secretario y luego a jefe de esta Brigada.

Ante el tribunal que le juzgó reconoció sus ascensos y pretendió ignorar las causas, diciendo que seguramente fue premiado por su celo en la detención de delincuentes comunes. ¿Cómo puede aceptarse esta explicación cuando los comunistas nucleaban la policía?

Bajo sus órdenes en esta etapa fueron detenidos, expoliados y asesinados:

Don Ismael Alonso de Velasco, médico; don Francisco Cozar García, biselador y don Miguel Daura Ramírez.

Pasó a Barcelona, donde además de jefe de la Brigada de Investigación Criminal lo era de una “checa” instalada en los sótanos de la casa número 1 de la Plaza de Berenguer el Grande, donde con su intervención por orden suya y siempre con su consentimiento fueron sometidas a tortura numerosas personas.

Desde julio de 1936 se señalan, confirmados por las investigaciones policíacas y por las autoridades judiciales correspondientes, los hechos que hemos relatado más arriba, en el apartado titulado ‘Comportamiento de Grimau durante la Guerra Civil’.

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  Intervención de la defensa.

Antes de intervenir la defensa, Grimau contestó negativamente a la pregunta que si había tenido contacto con agentes soviéticos a su regreso de Cuba, donde había residido durante algún tiempo. Dijo, también, que él no sabía que las Embajadas soviéticas tuvieran agentes, lo que provocó risas entre el auditorio.

Actuó luego la defensa, en presencia del abogado civil del procesado, modificando sus conclusiones provisionales y alegando, esencialmente, que los actos del procesado respondieron a la obediencia a que estaba obligado respecto a sus superiores. También señaló falta de pruebas en algunos hechos relatados e invocó, por último, la magnanimidad de los juzgadores a favor de su defendido.

  

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  Actuación del fiscal.

El representante de la ley refutó, en una intervención final, las alegaciones de la defensa, poniendo de manifiesto que no era precisamente el ministerio público el que quería extremar el rigor contra el procesado, sino que era la gravedad de los propios hechos probados, cuya naturaleza repugna a todas las conciencias y determina la petición de la pena de muerte, con el responsable directo de la comisión de estos delitos.

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  Grimau se considera inocente.

Por último, concedió el presidente la palabra al procesado para que pudiera alegar en su descargo aquello que creyera necesario. Julián Grimau reiteró que se consideraba inocente de los delitos que se le imputaban, puesto que sus actos estuvieron determinados por su condición de militante del Partido Comunista, de cuya condición no abdicaría nunca, como tampoco ha negado nunca el ser miembro y hombre de confianza del Comité Central, y que había recibido la misión, ahora, de organizar, en el interior de nuestro país, actividades subversivas.

Con esta declaración acabó el juicio, cuya duración fue de más de cuatro horas, quedando la vista para sentencia.

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  Cumplimiento de la sentencia.

Hacia las cinco de la madrugada del 20 de abril de 1963, Julián Grimau fue trasladado en una furgoneta desde el cuartel militar del barrio de Campamento de Madrid, al campo de entrenamiento de Carabanchel, donde tuvo lugar su fusilamiento.

El ajusticiado rehusó los auxilios espirituales que le fueron ofrecidos y se mostró tranquilo en el momento de ser fusilado.

Santiago Carrillo declaró que aquella ejecución era un intento para obligar a los comunistas a salir de su política de “reconciliación nacional”, pero nunca aclaró cuáles fueran las razones de que se enviara a España un criminal de guerra con tales antecedentes cuando muchos otros miembros del Comité Central no arriesgaban otra cosa que unos años de cárcel en el caso de que fuesen capturados.

Pocos días después de la ejecución de Julián Grimau, el Generalísimo en una conversación con su primo, el teniente general Francisco Franco Salgado-Araujo, lo explicó con tres expresiones muy medidas:

“Para todos fue doloroso tener que aprobar la sentencia, pero era un deber el hacerlo. Con frecuencia se conmutan penas cuando es grande el tiempo transcurrido desde que se cometió el delito; pero ahora estábamos ante un caso especial, el de un criminal jefe de checa que asesinó despiadadamente con terribles torturas a muchos españoles cuyas familias viven y claman justicia contra el feroz asesino de sus deudos. No había más remedio que aprobar la sentencia, y en esto está todo el consejo de acuerdo. Es verdad que el ministro de Asuntos Exteriores pronunció unas palabras diciendo que había que tener en cuenta la campaña que se desataría contra el régimen y contra mí en el extranjero. Le contesté que ello sería injusto y lamentable, pero que el cumplimiento del deber obligaba a que la sentencia fuese cumplida. No hubo la menor diferencia entre ministros militares o civiles, todos opinaron lo mismo.”

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  Repercusiones internacionales del caso Grimau.

El Caudillo recibió un gran número de telegramas del extranjero, pidiéndole el indulto del comunista Julián Grimau, demostración de la capacidad organizativa que el comunismo poseía en Europa.

Franco contestó personalmente al enviado por la reina Isabel de Inglaterra pidiendo el indulto, con las siguientes palabras:

 “Sin duda han sorprendido su buena fe, puesto que Grimau es autor de crímenes horrendos, y por lo tanto lamento no poder conceder el indulto.”

Decisiva fue, probablemente, la intervención de Nikita Kruschev que acababa de insultar al Jefe del Estado español: acceder a su demanda hubiera significado tanto como rendirse a las presiones del enemigo soviético.

Nadie se preguntó, al parecer, entre los gobiernos europeos por la razón de que los crímenes comunistas, por horrendos que fuesen, debían ser perdonados, mientras que los de los nazis se mantenían en vigor anulando deliberadamente las prescripciones.

Nadie en nuestra nación solicitó clemencia para el reo, cosa que no suele ocurrir cuando hay condenas a muerte.

El encargado de negocios en Bogotá, Arturo Rey Egaña, envió una carta a los periódicos, explicando cómo bajo la égida de Grimau, siete hermanos de San Juan de Dios fueron asesinados en Barcelona, sin que sirviese de nada su pasaporte colombiano ni las protestas de su embajada. Cuando cuarenta y dos sacerdotes suizos enviaron una carta a Franco en protesta por la ejecución, el periódico “Ostschweiz” se preguntó por las razones de que no hubiesen hecho lo mismo cuando las numerosas ejecuciones y represalias que acompañaron a la revuelta húngara.

Esta evidencia del carácter político de las acciones, hicieron mella en los gobiernos europeos que eludieron actitudes directas. Las repulsas quedaron circunscritas a la Prensa y a la calle.

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  «Un movimiento de claro origen»

Bajo este titular, el diario “Madrid” del día 19 de abril de 1963, publicaba un comentario sobre el juicio y condena de Julián Grimau:

En todo momento, Julián Grimau ha confesado y demostrado, no sólo su plena y total vinculación al partido comunista, sino su consagración como miembro activo de él. Al ser detenido por la policía de Madrid, él mismo, de su puño y letra, declara el 8 de noviembre de 1962 lo siguiente:

“Julián Grimau García, nacido en Madrid el 18 de febrero de 1911, hijo de Enrique y María, declaro ser miembro del Comité Central del partido comunista de España y que me encuentro en Madrid para el cumplimiento de mi deber como comunista.”

Precisamente desde el día siguiente a la fecha de su detención se inicia, en todas las emisoras comunistas de Europa y en la Prensa comunista del continente, una intensa y constante campaña a favor de Grimau. No hay día, desde entonces, que no pueda registrarse referencia sobre dicha detención mediante invención de hechos rigurosamente falsos y truculencias de todo tipo, al mismo tiempo que se moviliza a los partidos comunistas de aquellos países occidentales en los que el partido comunista es todavía permitido para promover actos de protesta que se traducen en la tópica y consabida utilización de cartas de protesta de autoridades relevantes de otros países, telegramas, cartas de la jerarquía católica, manifiestos conjuntos de intelectuales, protestas ante Embajadas de España en los distintos países, alocuciones de miembros destacados de los distintos partidos comunistas, suscripciones de “Socorro Rojo” a favor de las víctimas del partido encarceladas por la represión española, etcétera.

Tras de esto pueden registrarse, día a día también, la denominada “Operación amnistía”, campañas en las que, después de pedir clemencia por los imaginados millares y millares de presos políticos españoles, se termina por plantear siempre el caso concreto de Grimau.

Nos falta reseñar el curioso capítulo que forman  el conocido tópico de las “monstruosas torturas” a que los presos son sometidos; entre ellos, como es natural, figura siempre el lugar destacado, y como único nombre, el de Julián Grimau, con cuyo solo nombre se ha pretendido que llegue un momento en el que, por reiteración masiva y excesiva de la propaganda, se logre la asociación de constantes actitudes de terror, represalia e inconfesables sevicias por parte de las autoridades españolas, utilizando siempre, en largas referencias imaginadas, palabras como garras, furor, verdugos, bárbaros métodos, torturas, medidas policíacas, trato brutal, incansable lucha antifascista, medidas represivas, al mismo tiempo que se califica de “demócrata” toda actividad a favor de Grimau, apelando a lo que en la propaganda comunista se viene llamando “representantes honestos de la Iglesia” a favor de hombres como Grimau y frente a los que “hunden en las cárceles a hombres cuyo único delito es luchar por el bien de la patria”.

Las emisoras que más se han distinguido -algunas con información diaria sobre Grimau desde su detención hasta hoy- son: Radio Moscú, Radio Praga, Radio Belgrado, Radio España Independiente y Radio Varsovia. Asimismo lo han hecho publicaciones comunistas como; “L’Humanité” de París; “L’Unitá” de Italia; “Literaturnaya Gazeta”; “Poliktica”; “Rude Prado”; “Tribuna Ludu”; “Seinteia”; “Avanti”; “Pravda”; “Neues Deutschland”; “”Daily Worker”… campaña que culmina el 17 de abril de 1963 con la larga emisión de Radio Moscú mantenida en torno a los “slogans” siguientes: “Aún  es tiempo para salvar a Julián Grimau”, “Solidaridad con Grimau”, y, por último, “Salvar a Grimau es la exigencia de los soviéticos”, que prueba la estrecha y bien probada vinculación de Grimau al comunismo.

Llegamos así al momento en que conforme a la técnica de la propaganda comunista, deben entrar en juego las mujeres, y éstas aparecen ya, enviando cartas, súplicas, telegramas, peticiones conmovidas, elogios encendidos, etc. Hasta atreverse a dar por muerto a Grimau el mismo Viernes Santo, al mismo tiempo que se cantan así sus “virtudes”, a pesar de sus numerosos crímenes y las más bestiales matanzas y torturas perpetradas por él en España. Oigamos a Radio Moscú del 17 de abril, de anteanoche:

“Grimau es la encarnación de las más altas virtudes del hombre español. Modesto, sencillo, abnegado, valiente. Su vida es un ejemplo de rectitud, de bondad, de entrega total a la causa de su pueblo, a la causa de la libertad.”

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 «Entre la tontería y el cinismo»

Así titulaba el escritor Tristán La Rosa el artículo que publicó el 22 de abril de 1963:

El juicio celebrado contra un dirigente comunista, cuya fama va unida al trágico renombre de una antigua “checa” barcelonesa y su ejecución, han levantado voces de protesta al otro lado de nuestras fronteras. Grimau se alistó en el partido comunista en octubre de 1936, marchó al frente dos años después, ingresó más tarde en la llamada “Brigada de Investigación Criminal”, en 1939 era jefe de la misma y responsable de una “checa” en Barcelona. Terminada la guerra escapó a Francia, fue a Méjico, vivió en Rusia y volvió a Francia. En unos países perfeccionó la técnica de agitación; en otros la puso en práctica, y en todos, a juzgar por sus propias palabras, actuó como un auténtico comunista.

Hace unos meses entró en España clandestinamente. Su única credencial era el ser miembro del partido comunista español. Trató de reanudar en nuestro país sus actividades de siempre. Pero fue detenido. Hace un par de días ha sido condenado por un tribunal competente. Tiene un nombre oscuro. La inmensa mayoría de los españoles lo desconocen. Incluso la mayor parte de las víctimas que martirizó e hizo torturar en su “checa” no lo han oído pronunciar jamás. Tampoco les es conocido a los parientes de aquellos a quienes arrebató la vida. Fuera de España -excepto en Moscú y en algunos otros lugares- nadie sabía de él. Hoy los comunistas de todo el mundo pronuncian su nombre con cadencias de rara admiración. Y pequeños coros bobalicones unen sus voces a las mismas. La tierna tontería de unos conmueve. Estremece el afilado cinismo de otros.

Varias veces hemos presenciado el intento comunista de convertir en mártires a oscuros desgraciados, perfectamente indiferentes a los dirigentes internacionales, cuya vida ha sido presentada como una pura heroicidad y cuyo último saldo con la justicia ha sido interpretado como la culminación de una existencia dedicada a los más puros ideales. El intento ha fracasado una y otra vez.

 

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