Memoria de cenizas – Manuel Jesús Roldan / Pasión en Sevilla

Estado en el que se quedó la iglesia de San Roque

Estado en el que se quedó la iglesia de San Roque

Ochenta años del 18 de julio de 1936, el golpe de estado que sembró la muerte, dividió familias y redujo a cenizas el patrimonio artístico y emocional de la ciudad

Por MANUEL JESÚS ROLDÁN, 18 de julio de 2016 2:52 h.
Un sábado de julio. Caluroso, como todos. Con el ritmo lento de los tiempos de canícula estival. “Procuremos que julio sea benigno”, había escrito Diego Martínez Barrio, un presidente del Consejo de Ministros que haría todo lo posible aquella tarde por evitar una contienda. Al despertar te llegaron ecos y rumores de una sublevación en el Norte de África.La parroquia de Omnium Sanctorum tras el incendio provocado

 

Ecos lejanos: Marruecos quedaba lejos y las autoridades de la ciudad procuraron dar muestras de tranquilidad. Hubo sesión ordinaria en el Ayuntamiento que acabó al mediodía y la Casa Grande quedó casi desierta, con el alcalde Horacio Hermoso rematando los últimos documentos. No podía imaginar que en un par de horas sería detenido y posteriormente fusilado. A pocos metros, en el hotel Simón, Queipo de Llano se vestía de uniforme. La contradicción pura: consuegro de Niceto Alcalá Zamora, presidente de una República de la que se tenía como firme valedor. Se preparaba la radiografía de la falsa ciudad dual, la de unos contra otros con la marcada línea roja del odio como límite.

La Amargura escondida en un cajón

Como en un titular del ya olvidado Núñez de Herrera en aquellos días, a partir de aquí, hubo teorías y realidades. La teoría oficial habla de la estrategia de Queipo de Llano, y de la táctica de pasear camiones con no más de 200 soldados “moros” porque no tenía más apoyos.

La realidad es más compleja y se concretó en los combates y escaramuzas que se producen entre sublevados y defensores de la legalidad republicana en el entorno de la Plaza Nueva: el edificio de Telefónica, el Hotel Inglaterra y la sede del Gobierno Civil. Son momentos de indecisión, de órdenes cruzadas, de repartos de armas a voluntarios dispuestos a morir por una irracionalidad,revolucionaria, religiosa, tradicionalista o militar.

Barricadas en el Moscú sevillano

Combates en la cercanía de la plaza Nueva

Los sublevados empezaron a controlar tu piel en forma de calle y te dividieron. Vencedores y vencidos en el horizonte. Por Triana, por San Marcos, San Julián y la Macarena se amontonaban adoquines para hacer frente al enemigo. Sevilla la Roja frente a la voz aguardentosa de Queipo de Llano que, a las 8 de la tarde, se dirigía a los sevillanos a través de los micrófonos de Unión Radio. Era hora de púlpitos en muchas de tus iglesias. Para muchas, su última homilía antes de la barbarie, el último rezo ante la imagen de tus mayores. La actuación de los golpistas se encontró con las revoluciones y los odios guardados de los que acabarían provocando la llamada “noche roja de incendios” al caer la noche de aquel día de julio.Como reacción a la sublevación militar, grupos exaltados del anarquismo y de izquierda asaltaron y quemaron numerosos templos sevillanos, además de asaltar casas de la burguesía conservadora sevillana. Disparos contra el objetivo equivocado.

Un reguero de incendios recorrió la ronda histórica y los barrios que resistieron durante la noche del 18 de julio y los días sucesivos. Una decena de sacerdotes fueron asesinados en la “Sevilla Roja”. La represión posterior de los alzados llegaría a varios miles de fusilados.

Antiguo crucificado de la Salud, de la hermandad de San Bernardo

En Triana, tu otra orilla, saquearon la parroquia de la O. La letra de la Esperanza convertida en miseria de odios ocultos. Imágenes y enseres fueron sacados a la calle; el Nazareno recibió hachazos, a la Dolorosa le arrancaron los ojos a puñaladas y cuentan las abuelas de Triana que con la cabeza barroca del más humilde de los Nazarenos se jugó esa tarde a la pelota en la calle Castilla. Castillo Lastrucci lograría restaurar la talla del Cristo pero la antigua Dolorosa tuvo que permanecer años guardada en un cajón. Encajonadas y ocultas. Así estaban muchas de tus vecinas que sobrevivieron a los incendios de la noche: la Amargura, la Piedad de Santa Marina, la Esperanza de San Gil, el Señor de la Sentencia, el del Silencio, la Virgen del Subterráneo, la del Valle, el Cristo dela Fundación… La Catedral de Triana sólo sufrió un pequeño incendio en el que sólo se perdió un retablo. La antigua capilla del Patrocinio, la casa del Cachorro, se salvó gracias a la decidida actuación de Salvador Dorado “El Penitente”. Penitencia para la ciudad.

Incendio de la vivienda del párroco de San Gil

El primitivo Nazareno de la Salud, de la hermandad de los Gitanos, desaparecido en el incendio de San Román.

En el “Moscú Sevillano” la rabia anticlerical, tan asentada en España desde el siglo XIX, se cebó con las viejas parroquias mudéjares, llenas de siglos de historia y arte. En Santa Marina y San Marcos desaparecieron numerosos retablos barrocos. Dos templos que se convertirían en llagas sin piel para mostrar la acción de un fuego sin sentido y para recordar otras memorias artísticas. Los cofrades de la Piedad, la Macarenita de Santa Marina, previsores, habían ocultado las imágenes de la popular hermandad. En San Marcos ardió por segunda vez la Dolorosa de la Hiniesta, en este caso la que Castillo Lastrucci había tallado para sustituir a la primitiva Virgen que desapareció en el incendio de san Julián de 1932. Los adoquines creando trincheras a la puerta de la iglesia eran todo un símbolo: bajo los adoquines no estaban sueños de playas pero sí las peores pesadillas urbanas.

Como buena caja de Pandora, cargada de siglos, te quedaba la Esperanza. San Gil también fue pasto de las llamas, pero la Macarena estaba escondida en un domicilio particular de la calle Orfila. Esperanza enun mundo mejor en un cajón de madera. Desapareció el antiguo Crucificado de la Salvación. No la había.

Mujeres con pañuelos blancos junto a jóvenes muertos en Triana. El horror de la guerra.

La Virgen de Todos los Santos de la parroquia de Omnium Sanctorum, también fue puesta a salvo tras
una peripecia digna de película. Película de aquel año fue “Tiempos modernos”, de Chaplin, título anacrónico para el arcaísmo que se vivía. Mejor simbolizaron otras películas del año aquella maldita noche: “Furia”, de Fritz Lang o “Sabotaje”, de Hitchcock. Se vivieron en la misma calle Feria, donde también fuesaqueada la capilla de Montesión.

En San Juan de la Palma el fuego también redujo a cenizas muchas obras de arte, como el grupo de la Virgen de las Maravillas. Y la Amargura en un cajón. Cenizas serían el Señor de la Salud y la Virgen de las Angustias, de la cofradía de los Gitanos y atribuidas al círculo de Montes de Oca, que se perdieron en el incendio de San Román. Otra llaga en tu piel mudéjar. De San Roque, tras el fuego, apenas quedaron los muros exteriores. Ceniza de cuaresma para el viejo y milagroso Cristo de San Agustín, la gran devoción de la Sevilla medieval, para la Virgen de las Madejas o para los Titulares de la cofradía de las Penas. Cuentan que sonaron pasodobles desde una “casa de dormir” de la vecina calle de Virgen de Gracia y Esperanza como banda sonora de tan tétrica escena.

Discurso radiofónico de Queipo de Llano el 25 de julio de 1936.

En el arrabal San Bernardo se perdieron las esculturas de la popular cofradía. Un patrimonio incalculable. El retablo de Ánimas pintado por Herrera sufrió daños que pudieron ser reparados.

Por Nervión, el asalto a la parroquia de la Concepción reducía al olvido a un primitivo Crucificado de la Sed, de Illanes, o el Sagrario de  plata de Cayetano González. Tu vieja judería de San Bartolomé también sufrió la furia anticlerical, ardió el convento de las mercedarias de San José y el de Salesas de la Visitación.

En la mañana del 19 de julio, volviste a ser la Roma con la que una vez te compararon. Pero la Roma del incendio. Nada nuevo bajo el sol. Tus barrios escupían ceniza de destrucción después de arder por tus muchos costados. Cenizas sin sentidoquevediano. En dos o tres días, los sublevados controlaron la situación, término políticamente correcto para nombrar los fusilamientos y ejecuciones masivas que quitarían la vida a miles de personas.

El Crucificado de San Agustín, desaparecido en el incendio de San Roque. 13

Se quemaron muchas imágenes, muchos retablos y se perdió, incomprensiblemente, mucho patrimonio que no estaba en los templos: bordados, objetos litúrgicos, insignia guardadas en casa de particulares y que nunca volvieron a sus templos o a sus cofradías. Otro silencio de peso. Quedaba una larga guerra por delante y una eterna dictadura.

El patrimonio de templos y hermandades tardaría años en recuperarse. Las llagas de tus quemaduras se prolongarían en el tiempo. Hoy la memoria escoge el camino más largo para herirte.

La desaparecida Virgen de las Angustias de los Gitanos

Origen: Memoria de cenizas – Pasión en Sevilla

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